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Volver a empezar: mente de principiante, cuerpo en movimiento y la memoria de lo que el alma no olvida (parte 1)

  • Writer: Marcelo Gallo
    Marcelo Gallo
  • May 10
  • 4 min read








“En la mente del principiante hay muchas posibilidades; en la del experto, pocas.”— Shunryu Suzuki, Zen Mind, Beginner’s Mind

En su ya clásico Vivir con plenitud las crisis, Jon Kabat-Zinn toma esta frase del maestro zen Shunryu Suzuki para recordarnos algo esencial: que el verdadero aprendizaje —el que transforma— no nace del saber acumulado, sino de la disposición a volver. Volver al cuerpo. Volver a lo que importa. Volver al presente, incluso cuando el deseo se apaga o la certeza se pierde.

Este acto de volver, que muchas veces interpretamos como fracaso o recaída, es en realidad el camino mismo. Volver es sabiduría. Volver es resiliencia.



La mente de principiante no es ingenua: es perseverante


Lejos de la ingenuidad o el romanticismo, la mente de principiante exige coraje. Exige una y otra vez tolerar la frustración sin endurecerse, sostener la intención cuando la novedad desaparece, abrirse a seguir aprendiendo cuando sería más fácil cerrar.

Volver cuando cuesta. Volver sin garantías. Volver no por obligación, sino por decisión. Y hacerlo con amabilidad, no desde la autoexigencia. Cada vez que regresamos con esa disposición, estamos entrenando a nuestro sistema nervioso para habitar lo incierto sin desconectarnos.



Recordar: el sentido profundo de la práctica


La palabra Sati —origen de lo que hoy conocemos como “mindfulness”— no solo significa atención plena. En pali, también se traduce como recordar. Recordar lo que ya sabíamos. Lo que alguna vez estuvo vivo en nosotros. Lo que quedó atrás, quizás por una urgencia, una crisis, una distracción, pero que el cuerpo no olvidó del todo.

Volver a practicar es también recordar algo que nos pertenece. Algo que calma. Que sostiene. Que ordena.



Neuroplasticidad y la paciencia del cuerpo


La ciencia lo confirma: el cerebro cambia durante toda la vida. Cada vez que repetimos una acción con presencia e intención, reforzamos conexiones neuronales nuevas, y desactivamos las que ya no sirven.

Pero ese cambio no ocurre solo en la mente racional. Gran parte del aprendizaje se da en regiones profundas como el estriado y el cerebelo, responsables de la memoria procedimental. La que aparece cuando andamos en bici, tocamos un instrumento, o mantenemos la calma sin saber cómo lo hicimos.

El cuerpo integra por repetición, pero no cualquier repetición. Requiere intención, seguridad, afecto. Sin castigo. Sin urgencia. Con ternura.



Carvear la curva: aprender desde el movimiento


En los deportes de tabla —surf, skate, snowboard— se habla de carvear una curva: no simplemente doblar, sino trazar una línea viva con todo el cuerpo. Eje, mirada, impulso, intuición, balance. No hay cálculo. Hay confianza.


Ese tipo de movimiento no es solo físico: es una coreografía entre intención y sensación, donde el cerebro actualiza sus mapas del cuerpo. Cada vez que lo hacemos con presencia, la red propioceptiva se afina. El cuerpo se vuelve más sabio. Más disponible.

Aprender no es solo saber. Es dibujar en el aire una decisión con el cuerpo entero.



Neuroplasticidad para toda la vida: el entorno también aprende


A medida que crecemos, la plasticidad del cerebro no desaparece: se vuelve más dependiente del entorno y la intención. Algunos factores que favorecen ese aprendizaje continuo:

  • 🌤️ Luz natural: regula ritmos circadianos y mejora la atención.

  • 😴 Sueño profundo: consolida la memoria y organiza el aprendizaje.

  • 🚶 Movimiento físico: estimula la liberación de BDNF, que protege y nutre neuronas.

  • 🧘 Mindfulness sostenido: fortalece la red de atención y reduce la reactividad emocional.

  • 🥬 Buena alimentación: especialmente grasas saludables y reducción de inflamación.

  • 💬 Vínculos seguros: regulan el sistema de amenaza y abren al cambio afectivo.


Podés tener la mejor intención del mundo, pero si no dormís, si vivís en alerta o si no te sentís acompañado, es difícil que el sistema aprenda. Por eso, cuidar el entorno es parte de la práctica.



Cultivar el terreno: un acto de autocompasión


No estamos rotos por olvidar prácticas que alguna vez nos hicieron bien. A veces simplemente nos desconectamos porque estábamos sobreviviendo. Volver a empezar es entonces una forma de perdonarnos. De recordarnos que nunca es tarde para regresar.

Volver es también reconfigurar los gestos, las rutinas, el cuerpo. Y hacerlo como quien vuelve a casa, no como quien debe pagar una deuda.


Práctica corporal: El gesto que te afirma


“Este gesto me recuerda quién soy cuando me habito con presencia.”

Esta práctica es simple, profunda y tuya. Es una forma de entrenar el volver no como repetición vacía, sino como acto de memoria viva.


🔹 1. Prepará el terreno

Elegí un momento sin interrupciones.Respirá hondo tres veces.Sentí tu cuerpo no como algo que observar, sino como algo que sos.


🔹 2. Descubrí tu gesto mágico

Dejá que aparezca un movimiento espontáneo que te haga bien. No lo pienses. Sentilo.

Preguntate:

“¿Qué gesto me ayuda a recordar cómo volver a mí mismo?”“¿Qué movimiento me empodera, me libera, me afirma?”

Puede ser una torsión, una expansión, un temblor, un balanceo, un suspiro con forma. Hacelo 3 o 4 veces. Permití que se grave. Que te quede como amuleto.



🔹 3. Anclaje verbal


Acompañá el gesto con una frase que lo sostenga. Algunas ideas:

  • “Estoy recordando lo que me hace bien.”

  • “Este movimiento es mío.”

  • “Vuelvo. Y eso alcanza.”

Usá la que más te resuene, o creá la tuya.



🔹 4. Volvé cuando lo necesites


No lo hagas por deber. Usalo cuando estés perdido, cansado, confundido. Este gesto es tu forma física de volver. Una red sin palabras. Una oración muda que dice: “acá estoy.”



Bonus: Diario de gestos


Podés registrar en un cuaderno o con dibujos cómo se siente ese gesto. O cómo varía según los días. Es tu cartografía corporal. Tu bitácora de regreso. Con el tiempo, quizás descubras que volver no es empezar de cero. Es seguir el hilo que nunca se cortó.



Cierre

No hay sabiduría sin memoria.No hay crecimiento sin ternura.No hay transformación sin cuerpo.

Y no hay “volver a empezar” que no sea, en el fondo, un volver a recordar quién ya sabíamos ser.




 
 
 

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