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Soportes identificatorios: cuando el mundo interno necesita ser sostenido

  • Writer: Marcelo Gallo
    Marcelo Gallo
  • May 18
  • 5 min read







Una brújula silenciosa de la conducta



En la vida cotidiana, nos acostumbramos a pensar que las personas actúan según sus valores, sus deseos o su historia personal. Pero hay momentos en que esa brújula parece quebrarse: decisiones abruptas, crisis inexplicables, cambios drásticos en la conducta. Es en esos momentos —donde lo racional ya no alcanza para explicar— que el concepto de soportes identificatorios se vuelve una herramienta fundamental para la comprensión.


Tomado del psicoanálisis contemporáneo, especialmente de los aportes de autores como Piera Aulagnier, René Kaës y André Green, el término “soporte identificatorio” hace referencia a aquellas figuras, vínculos, grupos, objetos culturales o ideales que funcionan como pilares de la identidad del sujeto. No se trata de simples preferencias o gustos, sino de estructuras profundas que sostienen el sentimiento de continuidad del yo: aquello que me dice quién soy, cómo existo para los otros y para mí mismo, qué me hace digno de ser amado o reconocido.


Un soporte identificatorio puede ser un padre, un docente admirado, un grupo de amigos, un equipo de fútbol, una banda de rock, una estética determinada, una causa política o espiritual. Lo importante no es su contenido específico, sino la función que cumple: ofrecer al sujeto una inscripción simbólica en un relato que le dé sentido y pertenencia.


Cuando estos soportes se ven amenazados, traicionados o se pierden de manera abrupta, no estamos simplemente ante una “frustración” o un “cambio de planes”. Para muchas personas —y especialmente para los adolescentes—, la caída de un soporte identificatorio puede vivirse como un verdadero colapso subjetivo. No porque sea “demasiado dramático”, sino porque sin esos sostenes simbólicos, el yo queda a la intemperie, desorientado, sin referencias para habitar el mundo.


Desde esta perspectiva, comportamientos que a simple vista parecen desproporcionados —una crisis de angustia, una conducta autoagresiva, un repentino abandono escolar, incluso un intento de suicidio— pueden entenderse no como actos irracionales, sino como gritos de desesperación ante la amenaza de quedar existencialmente desfondado.





Un caso que conmovió: adolescencia, deseo y ruptura de los soportes



En los años 90, una adolescente argentina se quitó la vida luego de que su padre le prohibiera asistir al recital de Guns N’ Roses en Buenos Aires. Había salido en televisión acampando frente al estadio junto a otros jóvenes, expresando con entusiasmo su deseo de ver a la banda. Su exposición mediática generó el enojo de su padre, quien al verla en televisión le negó la posibilidad de asistir. Pocas horas después, la joven se suicidó. La noticia causó un fuerte impacto social y fue ampliamente difundida por los medios.


Desde una lectura superficial, podría pensarse que se trató de una reacción desmedida frente a una simple prohibición. Pero cuando se analiza desde la teoría de los soportes identificatorios, lo que emerge es la imagen de una crisis mucho más profunda: la caída repentina de una estructura que sostenía el deseo y la identidad de esa adolescente.


El recital no era solamente un evento musical. Para ella, en ese momento vital, significaba:


  • La pertenencia a un grupo: compartir códigos, estéticas, un lenguaje común con otros jóvenes.

  • La construcción de un yo deseante: había acampado, se había expuesto, había actuado en función de algo que sentía propio.

  • La posibilidad de afirmarse frente a la mirada social y familiar, en especial en esa etapa de la vida donde el deseo comienza a organizarse más allá del marco parental.



Cuando el padre irrumpe con una negativa no negociada, motivada por la vergüenza o el enojo ante su exposición televisiva, no está simplemente poniendo un límite. Desde el punto de vista simbólico, está derrumbando la escena identificatoria que ella había construido con enorme intensidad emocional.


En términos psicoanalíticos, esto puede pensarse como un colapso del narcisismo secundario: el yo, sostenido frágilmente por identificaciones nuevas, emergentes, no encuentra respaldo ni reconocimiento en las figuras parentales. Kaës diría que se rompe la alianza narcisista entre generaciones, esa mínima complicidad que permite al adolescente separarse sin sentir que desaparece.


El acto final de esta joven —trágico, irreparable— no fue un simple acto impulsivo. Fue la expresión desesperada de una subjetividad herida que, al quedar sin relato, sin anclaje, sin mirada continente, eligió el silencio absoluto.


Este caso no debe leerse como una excepción patológica, sino como un llamado de atención: cuando los adultos no reconocen el peso simbólico de ciertos soportes identificatorios en los jóvenes, pueden sin querer desfondar sus procesos de individuación.





Lo que DBT llama validar: otra forma de sostener



Lo que en psicoanálisis se conceptualiza como el sostenimiento de los soportes identificatorios o la alianza narcisista, en el enfoque de la Terapia Dialéctico Conductual (DBT) se trabaja bajo el concepto operativo de validación.


En DBT, la validación es una de las herramientas más poderosas para la regulación emocional y la construcción del vínculo terapéutico (y, por extensión, del vínculo entre adultos y adolescentes). Marshall Linehan define la validación como el acto de reconocer que la experiencia interna de una persona tiene sentido en función de su historia, su contexto y sus emociones, incluso cuando esa conducta no sea la más adaptativa o socialmente aceptada.


En el caso que mencionamos, la validación no habría implicado necesariamente permitirle ir. Lo que faltó allí no fue un permiso, sino un reconocimiento profundo del valor que eso tenía para ella. La falta de validación no fue sólo una negativa, sino una invisibilización del deseo, de la imagen que ella estaba construyendo de sí misma.


Incluso si el padre hubiera sostenido su decisión, bastaba con decir:


“Veo que este recital es muy importante para vos. Me doy cuenta de que estás viviendo esto con mucha intensidad. Vamos a hablarlo, quiero entender más.”


La validación permite que el otro se sienta visto, reconocido, sostenido, aunque no obtenga lo que desea. Y en el mundo emocional adolescente, ser visto es muchas veces más importante que ganar.





Conclusión: Ser guardianes de los puentes



Acompañar a una persona —especialmente a un adolescente— no implica simplemente protegerlo del peligro ni ofrecerle respuestas rápidas. Implica algo mucho más sutil y profundo: cuidar los puentes invisibles que sostienen su sentido de identidad, su pertenencia, su deseo de ser en el mundo. Esos puentes son los soportes identificatorios, y cuando tiemblan, la sensación no es de inestabilidad sino de abismo.


Tanto desde el psicoanálisis como desde DBT, la tarea del adulto no es decidir por el otro, sino validar su mundo interno, reconociendo la lógica emocional que da sentido a sus elecciones. Ser “guardianes” de esos soportes no significa reforzar cualquier impulso, sino acompañar sin desmentir, sin ridiculizar, sin traicionar lo que el otro está intentando construir.


Porque cuando un soporte identificatorio cae y no hay nadie que sostenga simbólicamente la caída, lo que se desploma no es solo un plan o un recital: es el yo en su versión más frágil, más incipiente, más necesitada de confirmación.





Siete prácticas cotidianas para cuidar los soportes identificatorios



  1. Nombrar lo que el otro valora


    “Veo que esto para vos es importante.”

  2. Evitar frases que invalidan el deseo


    No minimizar: “No es para tanto” puede doler más de lo que creemos.

  3. Separar la conducta del sujeto


    Preguntar: “¿Qué estabas intentando lograr con eso?”

  4. Hacer lugar para conversar antes de intervenir


    “¿Qué significa esto para vos? Quiero entender.”

  5. Detectar señales de caída simbólica


    Cambios bruscos, aislamiento o rigidez emocional son señales de alerta.

  6. Acompañar sin invadir


    A veces basta con estar. La presencia también contiene.

  7. Sostener la ambivalencia sin resolverla rápido


    Nombrar el conflicto interno ayuda más que forzar una resolución.





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