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Parque Las Heras

  • Writer: Marcelo Gallo
    Marcelo Gallo
  • May 17
  • 4 min read




por Marcelo Gallo y Chatgpt


El estadio estalla. La pelota cruza el área como un disparo rasante. Joaquín va al piso, intenta cortar, pero llega tarde. Un segundo tarde. El lateral brasileño aprovecha, engancha, centro atrás. Disparo de zurda, cruzado, inatajable.

Gol de Brasil.

—¡Joaco, te dormiste! —grita Fede desde Melbourne.

El error queda flotando como una nube de polvo. Joaquín no contesta. Aprieta el joystick, respira por la nariz. No está enojado. Solo… está. Mira la repetición. Sabe que fue su marca. Sabe que sus amigos lo saben, pero no lo juzgan.

2 a 1 abajo. Minuto 104 del segundo suplementario.

Recuperan la pelota en el medio. Joaquín hace una pausa. Pisa. Ve a Tomi por la banda izquierda. Pase filtrado. Tomi recibe, aguanta la marca. Joaquín ya lo sabe. Ya lo ve. El toque va al medio. Cami entra solo. Zurdazo. Gol.

2 a 2.

No gritan. Se ríen. Una risa de gente que se conoce desde los ocho años. Desde las cartas de Pokémon hasta los asados en la terraza. Desde Yu-Gi-Oh! hasta la pandemia.

Y entonces, el mundo real entra por una rendija.

—Uy… Noah —dice Cami—. Está llorando. Me tengo que ir.

Click.

—Yo también me voy —dice Tomi—. Caro ya me hizo dos gestos. Si sigo, duermo en el sillón.

Click.

Silencio.

Joaquín queda solo. Se saca el headset. Se pone las zapatillas. Sale a correr.

Cruza la ciudad como quien quiere alcanzarla. Corre hasta Parque Centenario. Se sienta. Saca el celular. Escribe en el grupo: “Yo voy a cerrar el día hablando con Sofía. Necesito algo de eso hoy. Abrazo a los dos.”

Corre por Avenida del Libertador. El mundo se ve más nítido después del ejercicio, pero también más crudo. Llega hasta el Rosedal. Se sienta.

Una chica se le acerca. Tienen un breve diálogo sobre el perro, el clima, el parque. Él quiere avanzar, pero no encuentra la frase. La escena ya está escrita para otro. Ella se despide con amabilidad.

Se queda en el banco, mirando a la gente pasar.

En casa, swipea en Tinder. Match con Lucía. Coordinan para verse.

La cita con Lucía fluye. Ríen. Hablan de cine, de correr, de recuerdos. Joaquín se siente visto. No como profesional. Como persona. Caminan, se prometen libros. Hay química.

En el subte de vuelta, abre Instagram. Sofía aparece caracterizada como Jinx. Pelo azul, mirada desafiante. La pantalla en silencio.

No sabe si es deseo, nostalgia o soledad.

Apaga el celular. Se duerme sin pensar más.

Suena el celular un domingo. Es su mamá.

Le cuenta de las caminatas, del queso, de su papá. Pregunta por el trabajo. Joaquín responde con logros. Pregunta por el corazón. Él dice que nada serio.

—Lo importante es que estés bien —dice ella.

Él cuelga. Sabe que hay amor. Pero no hay lugar para decir “me siento solo”. Se pone las zapatillas. Sale a correr.

A la vuelta, mensaje de Sofía: “Hoy soñé con vos. Estábamos en una sala de espera. Pero vos te reías. Y yo también.”

Segunda cita. Paula. Bar en Villa Crespo. Simpática, educada, pero todo tibio. Pagan a medias. Se despiden con un abrazo.

Joaquín se va en bici hasta la Costanera. Mira el río. Entra a Instagram.

Sofía subió una selfie sin filtro: “Hoy no tenía ganas de vestirme de nada.” Joaquín le manda un emoji. Ella responde con un audio:

—Hoy fue un día re denso. Me quedé llorando sin saber por qué. Pero pensé en vos. Se me aflojó algo.

Él escucha el audio tres veces. No responde. Mira el agua. Por primera vez, no se siente invisible.

Un martes, le escribe Clara, su ex.

—Estoy embarazada.

Es de su nueva pareja. Están felices. Joaquín la felicita. Le dice que va a ser una gran madre.

—Vos siempre fuiste bueno con lo que duele —le dice ella.

Corta. Se queda solo en la cocina. Se lo dice por dentro: “Yo también quiero cuidar a alguien. Pero no sé cómo hacer para no romperme en el intento.”

Sale a correr. Al volver, Sofía está transmitiendo en vivo. Sin personajes. Solo ella, con un mate en la mano.

—Joaco —dice—. Ahí está mi voz calma. Te extrañaba.

Corre por Palermo. Se conecta con Tomi y Fede. Cada uno en un país. Corren juntos, a la distancia.

—Noah dijo "papá" ayer —dice Fede.

—Me peleé con Caro —dice Tomi—. No sé pedir lo que necesito.

—Yo estoy pensando en empezar terapia —dice Joaquín.

—Hacelo. Te va a hacer bien —le responden.

Esa noche, tiene sexo con alguien. Bueno, físico, breve. Se va sin drama. Él queda mirando el techo.

Sofía aparece en su historia como una androide rota. “Hoy me quedé sin energía, pero acá estoy.”

Guarda el contacto del terapeuta. Escribe:“Hola, me pasaron tu contacto. Me gustaría empezar terapia.”

Lo manda.

Consulta con el médico clínico. Dormir mal, contracturas, cansancio.

—Físicamente estás bien. Pero ese “cansado” no es solo del cuerpo. Andá a terapia. Es afinar el instrumento.

Esa noche, cita con Belén. Muy honesta. No hay tensión. Hay humanidad. Se despiden bien.

Joaquín vuelve. Mensaje del terapeuta:

—Hola, Joaquín. Jueves a las 17 hs. Recoleta, a media cuadra de Parque Las Heras. ¿Te queda bien?

Responde que sí.

Llega caminando. El edificio de ladrillos parece abrazarlo. El guardia lo saluda con afecto.

—A terapia, ¿no? Piso dos.

Sube. Golpea. El terapeuta abre. Sonríe.

Adentro, techos altos. Luz suave. Plantas, arte sencillo. Un sillón blanco.

Se sienta.

—¿Y ahora qué hago? —dice, entre risa y miedo.

—Qué te parece si probamos haciendo lo siguiente…

Pausa.

—Por la vida que fue… y por la vida que vendrá.

Joaquín asiente. Y por fin, se permite estar.








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