
El lenguaje es posicional: Guardiola, redes sociales y el arte de escuchar la complejidad del otro
- Marcelo Gallo
- Jul 27
- 4 min read
A Pep Guardiola le preguntaron una vez si su estilo de juego no era demasiado elaborado para un deporte que se gana con goles.
Sonrió.
Y respondió algo que pocos entendieron en ese momento:
“Tener la pelota es la mejor forma de defenderse.”
Para Guardiola, el fútbol no se trata de correr más, ni de pegar más fuerte.
Se trata de entender el espacio, el ritmo, la intención del otro.
No se juega solo con piernas. Se juega con la cabeza.
Y sobre todo, con el corazón en el lugar correcto.
Ese principio —que parece técnico— es en realidad profundamente humano.
Y nos sirve para pensar otra cancha donde jugamos todos los días: las redes sociales.
I. Cada comentario es una posición
En redes, basta con leer los comentarios de una publicación cualquiera para sentir que hay guerra.
Gente que aplaude.
Gente que se indigna.
Gente que se burla.
Gente que se siente herida, aunque el post no hablara directamente de ella.
¿Están viendo lo mismo? Sí.
¿Están leyendo lo mismo? También.
¿Entonces por qué responden tan distinto?
Porque el lenguaje no es un reflejo objetivo de la realidad.
Es una herramienta. Una herramienta posicional.
Cada uno interpreta desde donde está parado emocional y simbólicamente.
Lo que para vos es justicia, para otro es humillación.
Lo que para vos es arte, para otro es exceso.
Lo que para vos es una causa, para otro es una amenaza.
Y eso, cuando no se entiende, nos deja atrapados en un falso dilema:
¿Quién tiene razón?
II. No es una guerra de ideas: es un mapa de heridas
Como Guardiola con su posesión, cada uno defiende una visión del mundo.
Una forma de entender la dignidad.
Una forma de querer protegerse.
Una forma de vivir que, si se ve atacada, responde como puede: con furia, sarcasmo, indiferencia o argumentos.
Lo que vemos en los comentarios no son “ideas locas” o “gente sin educación”.
Son reacciones viscerales a lo que cada uno siente que está en juego.
Y si no entendemos eso, solo vemos enemigos donde en realidad hay personas tratando de sostener su modo de habitar el mundo.
III. El lenguaje organiza. Pero también reduce.
Como explica el filósofo y psicólogo Jerome Bruner, el lenguaje no solo cuenta cosas: organiza el mundo.
Le da forma.
Nos permite anticipar, defender, ordenar.
Pero en ese mismo movimiento, también recorta.
También deja afuera.
El lenguaje es como un plano táctico de fútbol: nos orienta, nos da dirección.
Pero no es el partido real.
No es la cancha, ni el viento, ni el barro, ni la presión del minuto 89.
Así, cuando discutimos solo con palabras, y creemos que esas palabras lo contienen todo, nos encerramos en una cancha muy chiquita.
En la ilusión de que quien no usa nuestras mismas palabras está del otro lado.
IV. Despertar es ver que el lenguaje no alcanza
Pero a veces —muy pocas veces— nos pasa algo distinto.
Alguien comenta algo que nos molesta, pero en lugar de reaccionar, nos detenemos.
Y si hacemos silencio, si aguantamos ese segundo, podemos ver algo:
que el otro no es solo lo que dijo.
Que hay algo atrás. Una historia. Una emoción. Una experiencia real.
Y que ese comentario que nos dolió fue solo una expresión limitada de una persona compleja.
Como un pase errático en un partido: no lo define todo.
Quizás fue una mala lectura.
Quizás fue desesperación.
Ahí empieza el verdadero giro:
el lenguaje no es la realidad.
Y cuando dejamos de confundirlos, despertamos.
V. Ver la complejidad del otro nos libera del tribalismo
Guardiola pide a sus jugadores que no marquen al rival como si fuera un enemigo.
Que lo entiendan. Que lo estudien. Que lo anticipen.
“No lo corras. Cerrale el pase. Entendelo.”
Ese gesto, que parece técnico, es profundamente ético.
No se trata de anular al otro, sino de leer su movimiento para generar un juego mejor.
Lo mismo pasa en redes.
Cuando vemos a alguien como la oposición, como el otro bando, como el que no entendió, nos volvemos presos de una lógica binaria: o estás conmigo o contra mí.
Pero cuando logramos ver la complejidad del mundo ajeno, incluso si no la compartimos, algo se destraba.
La diferencia deja de ser amenaza.
Y se vuelve prueba de la riqueza del mundo.
Ese es el verdadero “juego de posición”:
entender que todos jugamos desde un lugar, pero el campo es más grande que nuestras posiciones.
Y que la única manera de crecer como personas es ampliar el mapa, no defender la trinchera.
Cierre: más allá de la palabra, el cuerpo real del otro
En el fútbol, lo que importa no es el dibujo táctico.
Es lo que pasa cuando la pelota rueda.
El roce, el aire, el grito, la mirada.
En la vida también.
Podemos decir muchas cosas, escribir argumentos, citar autores.
Pero solo cuando recordamos que detrás de cada palabra hay una persona real,
solo entonces salimos del laberinto.
Despertar es eso:
ver que el otro no es una palabra.
Es alguien.
Y que la cancha, en realidad, es el mundo compartido.
“La realidad es siempre más grande que nuestras palabras.
Y por eso, solo desde la humildad de no saberlo todo, podemos jugar juntos.”
— Inspirado en Guardiola, Bruner y vos



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