
🧠💥 Hombres vs mujeres: cuando el debate se vuelve tribalismo
- Marcelo Gallo
- Jun 4
- 5 min read
No me callo por vergüenza. Me callo porque me pueden matar.
Cada vez que un hecho de violencia de género sale a la luz, se reactiva una pelea que ya parece automática: hombres contra mujeres, mujeres contra hombres. Se tiran cifras, acusaciones, ironías. Se descontextualiza. Se generaliza. Se divide.
Y lo que parece un debate, muchas veces es solo tribalismo emocional: proteger “a los nuestros”, atacar “a los otros”, marcar territorio. Como si la complejidad de lo humano pudiera reducirse a dos bandos enfrentados.
Pero los datos no mienten:
En Argentina, el 85% de las personas asesinadas son varones.
Y más del 80% de las mujeres asesinadas lo son por razones de género (femicidios).
¿Eso significa que los varones sufren más?
¿Que las mujeres están más en riesgo?
¿Que compiten por quién la pasa peor?
No. Significa que ambos géneros enfrentan formas distintas —pero igualmente letales— de violencia.
Significa que el sistema que oprime a las mujeres con femicidios es el mismo que enseña a los varones a callarse, endurecerse o morir por “honor” o “territorio”.
Significa que la masculinidad hegemónica no solo lastima: también mata. Y mata a los propios varones.
Muchos hombres no son cómplices. Son rehenes.
Rehenes del miedo, de los mandatos, del silencio que se les impone para no parecer débiles.
Y muchas mujeres tampoco están “contra” los hombres, sino contra las estructuras que perpetúan la desigualdad y la violencia.
Los discursos binarios, en este contexto, no suman: fragmentan, simplifican, y nos impiden construir respuestas más amplias, más humanas, más justas.
Este no es un juego de suma cero.
No hay que elegir entre visibilizar el femicidio o hablar del sufrimiento masculino.
Podemos —y debemos— mirar todo el mapa de la violencia, sin competir por quién sangra más.
Lo contrario es caer en el viejo reflejo tribal: proteger a los nuestros, atacar a los otros…
…y repetir, sin querer, las mismas lógicas que decimos querer cambiar.
No me callo por vergüenza. Me callo porque me pueden matar.
En Argentina, según datos oficiales de 2023:
El 86,6% de las víctimas de homicidios dolosos fueron varones.
El 13,4% fueron mujeres.
En contraste, los femicidios (es decir, asesinatos de mujeres por motivos de género) representaron una fracción específica del total de homicidios: 250 casos frente a 2.148 asesinatos totales ese año.
Eso significa que, por cada mujer asesinada, hay aproximadamente 7 hombres que mueren asesinados.
Sí: los hombres mueren más que nadie, y también son asesinados casi siempre por otros hombres.
Entonces cuando me dicen que todos los hombres somos “cómplices” de la violencia, lo que escucho es una acusación colectiva que no reconoce lo esencial:
Que muchos varones no hablan, no porque no puedan, sino porque saben que hablar puede costarles la vida.
No solamente necesito espacios para “conectar con mis emociones”.
Lo que necesito —y muchos otros también— es:
Que el Estado me proteja frente a amenazas reales.
Que si denuncio algo, no me ignoren porque soy varón.
Que si tengo miedo, no me digan que eso es debilidad o falta de sensibilidad.
No me callo porque me criaron “tóxicamente”.
Me callo porque:
He visto lo que pasa cuando alguien intenta intervenir.
He sentido en el cuerpo el riesgo de quedar expuesto.
Y sobre todo, porque sé que si algo me pasa, probablemente no haya nadie del otro lado.
Entonces cuando se repite que “los varones no sufren violencia de género”, hay algo que se está dejando afuera:
👉 La violencia estructural que los varones viven entre sí —y que también los mata—.
👉 Y la desprotección legal, institucional y cultural frente a eso.
No me interesa competir en el juego de “quién sufre más”.
Solo pido que dejemos de lado los slogans moralistas y miremos el mapa completo.
El silencio de un hombre no siempre es complicidad.
A veces es supervivencia pura.
Claro. Aquí va un resumen con datos, definición de tribalismo y análisis sobre a quién beneficia el discurso polarizante cargado de odio y chivos expiatorios:
🔹 Tribalismo, polarización y violencia simbólica: una mirada crítica
📌 ¿Qué es el tribalismo?
El tribalismo es una forma de pensamiento y comportamiento en la que la lealtad al propio grupo (real o simbólico) se antepone a la comprensión, el diálogo o la cooperación con quienes piensan distinto.
Suele manifestarse en:
Pensamiento binario (“nosotros vs ellos”).
Desconfianza automática hacia lo diferente.
Reacción emocional intensa ante críticas al propio grupo.
Necesidad de identificar enemigos o chivos expiatorios para reafirmar la identidad grupal.
Este fenómeno, muy estudiado en psicología social y neurociencia política (véanse trabajos de Jonathan Haidt y estudios de polarización afectiva), reduce la complejidad social a relatos simples y emocionalmente cargados.
📊 ¿Qué dicen los datos sobre violencia en Argentina?
Según el Ministerio de Seguridad (Informe 2023):
El 86,6% de las personas asesinadas en Argentina son hombres.
Los femicidios representan una parte importante del problema, con 250 víctimas por motivos de género en ese año.
Pero el total de homicidios dolosos fue de 2.148, lo que muestra que:
🔸 7 de cada 8 víctimas de asesinato son varones.
🔸 La mayoría de los varones son asesinados por otros varones.
Conclusión: la violencia es mayoritariamente masculina, pero no necesariamente misógina. Es estructural, compleja, y no se resuelve con enemigos simbólicos.
💥 ¿A quién le conviene el discurso de odio polarizante?
A los sectores que lucran con el enfrentamiento:
Medios que venden indignación.
Activismos extremos que recaudan visibilidad, fondos o poder interno.
A los espacios políticos que no pueden resolver problemas materiales:
En lugar de brindar seguridad, salud o justicia, producen identidad simbólica:
“Nosotros somos los buenos. Ellos son el problema.”
A quienes quieren evitar hacerse cargo del análisis estructural:
Es más fácil decir “el problema son los hombres” o “el problema son las feministas” que enfrentar:
el fracaso del sistema penal,
el abandono estatal en los barrios más violentos,
la desigualdad real y material.
🎯 ¿Qué costo tiene seguir alentando esto?
Se rompe la posibilidad de alianzas reales entre personas con problemas similares (miedo, inseguridad, abandono).
Se deshumaniza al otro y se lo convierte en “enemigo por naturaleza”.
Se neutraliza la empatía: si alguien pertenece al “otro grupo”, ya no merece comprensión ni escucha.
Y sobre todo: se pierde de vista quién realmente tiene poder, recursos y decisión sobre las estructuras que generan violencia.
✅ ¿Qué alternativa hay?
Abandonar los relatos de buenos y malos, y mirar datos y contextos.
Promover alianzas intergrupales basadas en necesidades comunes: seguridad, afecto, protección, respeto mutuo.
Exigir al Estado que proteja a todos sin caer en simplificaciones ideológicas.
Y recordar que:
🔸 Nadie se salva solo,
🔸 y todo discurso que necesita un enemigo para existir, no busca justicia: busca poder.
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