top of page

Hacer espacio para el pensamiento lento: Mindfulness, neurociencia y libertad interior

  • Writer: Marcelo Gallo
    Marcelo Gallo
  • May 15
  • 3 min read





Vivimos en un mundo de respuestas instantáneas. Notificaciones, decisiones rápidas, reacciones automáticas. Y sin embargo, algunas de las decisiones más importantes de nuestra vida —cómo amar, cómo criar, cómo decir que no, cómo elegir un rumbo— no pueden nacer del apuro. Necesitan espacio. Necesitan pausa. Necesitan el pensamiento lento.



1. Dos formas de pensar



El psicólogo y premio Nobel Daniel Kahneman propuso un modelo que se volvió célebre: el funcionamiento de nuestra mente puede dividirse en dos sistemas de pensamiento:


  • Sistema 1: rápido, automático, emocional, intuitivo.

  • Sistema 2: lento, deliberado, reflexivo, lógico.



Mientras el Sistema 1 nos ayuda a sobrevivir (reaccionar al peligro, identificar patrones), el Sistema 2 nos permite detenernos, reconsiderar, elegir. Es, en muchos sentidos, el lugar donde habita nuestra libertad.


“El pensamiento lento es más que un tipo de procesamiento: es una forma de ampliar el espacio entre estímulo y respuesta.”

— Kahneman, 2011


Sin embargo, acceder a este pensamiento más lento y reflexivo no es automático. Cuando estamos estresados, ansiosos o sobreestimulados, el Sistema 1 toma el control. Y ahí es donde entra el mindfulness.





2. Mindfulness: una pausa neurobiológica



Mindfulness, o atención plena, es la capacidad de prestar atención al momento presente con apertura, sin juzgar ni reaccionar automáticamente. Esta práctica no busca “pensar mejor”, sino crear el contexto interno para que los pensamientos surjan con mayor claridad.


Desde la neurociencia, se ha demostrado que la práctica regular de mindfulness:


  • Reduce la activación de la amígdala, centro del miedo y la reactividad (Taren et al., 2013).

  • Fortalece la corteza prefrontal dorsolateral, región clave para el pensamiento reflexivo y la regulación (Tang et al., 2015).

  • Mejora la conectividad de la red ejecutiva central, implicada en el autocontrol y la toma de decisiones (Fox et al., 2016).



Esto implica que mindfulness no es simplemente “relajarse”, sino entrenar activamente la capacidad de responder en lugar de reaccionar.





3. Crear espacio: del piloto automático a la elección



Cuando practicamos mindfulness, lo que cultivamos no es solo calma, sino conciencia del proceso mental. Notamos cuándo una emoción nos empuja, cuándo una historia interna toma el control, cuándo el cuerpo se tensa por una suposición.


Esa conciencia permite hacer una pausa y, en esa pausa, algo poderoso ocurre: el pensamiento lento se vuelve posible.


“Entre el estímulo y la respuesta hay un espacio. En ese espacio reside nuestra libertad y nuestro poder para elegir nuestra respuesta.”

— Viktor Frankl


Mindfulness, en términos sencillos, ensancha ese espacio.





4. Ejemplo cotidiano: un “no” desde el pensamiento lento



Imaginemos una situación común: alguien nos pide algo y sentimos que no queremos, pero automáticamente respondemos “sí”, por miedo, culpa o costumbre.


En modo rápido, ese “sí” sale sin filtro, sostenido por esquemas viejos y emociones no revisadas.


Pero si en ese momento respiramos, observamos lo que sentimos sin apurarnos, podemos notar:

“No quiero, pero tengo miedo de decepcionar.”


Y desde ese reconocimiento, desde ese pequeño momento de mindfulness, podemos elegir un “no” claro y respetuoso, nacido del pensamiento lento, sostenido por valores, no por reflejos.





5. El pensamiento lento como antídoto cultural



En un mundo que premia lo inmediato, el pensamiento lento es casi un acto de rebeldía. Es decir esperá, déjame pensarlo. Es decir esto es importante. Es decir me importa cómo lo hago, no solo qué hago.


Mindfulness no nos vuelve más lentos. Nos vuelve más lúcidos. No reemplaza al pensamiento rápido —que sigue siendo esencial— pero evita que sea el único.


En momentos de crisis, cuando todo en el cuerpo pide reaccionar, poder pausar es una forma de sabiduría encarnada. Es neuroplasticidad puesta al servicio del discernimiento.





6. Conclusión: una práctica para el mundo real



Practicar mindfulness no es una solución mágica. Es un entrenamiento. Y como todo entrenamiento, sus frutos aparecen con el tiempo: mayor claridad, más regulación, más posibilidad de elegir. En ese espacio entre impulso y acción se juega la diferencia entre el piloto automático y una vida vivida con intención.


Como dijo Jon Kabat-Zinn, uno de los pioneros en traer mindfulness a la medicina:


“No podés detener las olas, pero podés aprender a surfearlas.”

— Kabat-Zinn, 1990


Y a veces, para surfear, primero hay que aprender a quedarse quieto.





Referencias bibliográficas



  • Kahneman, D. (2011). Thinking, Fast and Slow. Farrar, Straus and Giroux.

  • Taren, A. A., Creswell, J. D., & Gianaros, P. J. (2013). Dispositional mindfulness co-varies with smaller amygdala and caudate volumes in community adults. PLOS ONE, 8(5), e64574.

  • Tang, Y. Y., Holzel, B. K., & Posner, M. I. (2015). The neuroscience of mindfulness meditation. Nature Reviews Neuroscience, 16(4), 213–225.

  • Fox, K. C. R., Nijeboer, S., Dixon, M. L., Floman, J. L., Ellamil, M., Rumak, S. P., … & Christoff, K. (2016). Is meditation associated with altered brain structure? A systematic review and meta-analysis of morphometric neuroimaging in meditation practitioners. Neuroscience & Biobehavioral Reviews, 43, 48-73.

  • Kabat-Zinn, J. (1990). Full Catastrophe Living: Using the Wisdom of Your Body and Mind to Face Stress, Pain, and Illness. Delta.


 
 
 

Recent Posts

See All
La Iluminación y la Madera Mojada

“El camino no está en el cielo. El camino está en el corazón.” — Buda Hay un proverbio zen que atraviesa los siglos con la sencillez de...

 
 
 

Comentários


© 2025 by Marcelo Gallo de Urioste, Licenciado en Psicología. 

bottom of page