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Ficciones - Milarepa, Ikki, Bishop, y John Connor

  • Writer: Marcelo Gallo
    Marcelo Gallo
  • Apr 2
  • 4 min read

Maestros, Guerreros y Marginados: La Transformación a Través del Fuego


Siempre me llamaron la atención los personajes que atraviesan la oscuridad para transformarse. Milarepa, Ikki de Caballeros del Zodíaco, Bishop de los X-Men, John Connor y el niño antisocial de Winnicott tienen algo en común: todos cargan con una herida profunda que los pone en los márgenes de la sociedad, pero en lugar de quebrarse, encuentran en ese exilio una forma de forjar su identidad. No son héroes convencionales ni mártires dóciles. Son sobrevivientes que, desde su propia herida, terminan convirtiéndose en figuras de poder, aunque cada uno a su manera.


Milarepa y la purificación a través del sufrimiento


Milarepa es el modelo clásico de la redención a través de la expiación. Su historia es brutal: tras aprender magia negra para vengarse de sus enemigos, se convierte en un asesino. Pero el peso de sus actos lo consume y busca desesperadamente una forma de redimirse. Es así como llega a Marpa, su maestro, quien lo somete a pruebas extremas antes de enseñarle el camino del despertar. Milarepa acepta la humillación y el sacrificio, porque entiende que solo destruyendo su viejo yo puede renacer. Su historia es un recordatorio de que la transformación real no es cómoda ni rápida: es un proceso de autodestrucción y reconstrucción, donde uno tiene que despojarse de lo que cree que es para descubrir lo que realmente puede llegar a ser.


Ikki y el fénix: la furia como motor


Ikki de Fénix sigue una lógica similar, pero con una diferencia clave: él no busca redención, sino venganza. En la isla de la Reina Muerte, es sometido a un entrenamiento despiadado que lo convierte en el más fuerte de los caballeros de bronce, pero a costa de su humanidad. Lo que lo define es la ira y el resentimiento, una rabia que lo vuelve temido y solitario. Sin embargo, al igual que Milarepa, su verdadero camino no empieza cuando alcanza el poder, sino cuando aprende a dirigirlo hacia algo más grande que su dolor. Su armadura, el fénix, simboliza su capacidad de renacer una y otra vez, de morir en su propio odio y volver con una nueva conciencia. Su historia plantea una pregunta interesante: ¿qué hacemos con el sufrimiento? ¿Lo usamos como combustible para la destrucción, o lo transformamos en algo que nos fortalece?


Bishop: el paria que ve el futuro


Bishop, en cambio, encarna otro tipo de exilio. Viene de un futuro distópico donde los mutantes son perseguidos, y cuando viaja al presente de los X-Men, nunca termina de encajar del todo. Es un soldado con una misión, pero también un hombre fuera de su tiempo. Su habilidad de absorber energía y devolverla amplificada es casi una metáfora de su vida: todo lo que le tiran encima —odio, prejuicio, desconfianza— él lo devuelve con una fuerza multiplicada. Sin embargo, lo que lo hace interesante es que no es un vengador ni un iluminado; es un tipo práctico, alguien que hace lo que hay que hacer aunque eso signifique ser incomprendido o rechazado. Mientras que Milarepa encuentra la iluminación e Ikki su humanidad, Bishop nunca llega a un punto de descanso. Su lucha es constante, porque su enemigo no es solo el mal, sino también la historia misma, el destino que intenta encasillarlo.


John Connor: el elegido que no pidió serlo


Si hay alguien que representa la carga del destino, ese es John Connor. Desde el momento en que nace, su vida ya está escrita: él es el líder de la resistencia contra las máquinas, el último bastión de la humanidad en un futuro postapocalíptico. Pero lo interesante de John no es su destino, sino cómo lo enfrenta. A diferencia de los otros personajes, él no se convierte en un guerrero por elección, sino porque no tiene alternativa. Su infancia es un caos de escondites, paranoia y entrenamientos forzados, una niñez robada por la certeza de que su vida no le pertenece. Lo que lo hace único es que, pese a todo, conserva algo de su esencia. A diferencia de su madre, endurecida por la guerra, John sigue teniendo empatía, sigue dudando, sigue siendo humano. Su transformación no es la de un niño que se convierte en soldado, sino la de un niño que aprende a ser líder sin perderse en el proceso. En un mundo donde las máquinas buscan borrar la identidad humana, John representa la última resistencia, no solo contra Skynet, sino contra la deshumanización.


El niño antisocial: la semilla de la autenticidad


El niño antisocial de Winnicott es el más enigmático de todos. No tiene poderes ni una misión épica, pero su historia es igual de poderosa. Winnicott plantea que cuando un niño actúa de manera antisocial —robando, desafiando, alejándose del mundo— en realidad está expresando una esperanza oculta: la esperanza de que haya alguien capaz de ponerle un límite real, de sostenerlo cuando todo lo demás ha fallado. En este sentido, es el más trágico de todos estos personajes, porque su destino no está en sus manos. Si encuentra a alguien que pueda ver más allá de su desafío y entender su dolor, puede sanar. Pero si el mundo lo rechaza y lo etiqueta como un caso perdido, su exilio se vuelve definitivo. Su lucha no es contra un enemigo externo, sino contra la indiferencia de los demás.


¿Héroes, villanos o simplemente humanos?


Lo que une a estos cinco personajes es su relación con el dolor y la transformación. Cada uno, a su manera, nos muestra un camino posible: Milarepa encuentra la purificación en la renuncia, Ikki en el renacimiento, Bishop en la resistencia, John Connor en la responsabilidad y el niño antisocial en la autenticidad. No son figuras fáciles de encasillar como buenos o malos, héroes o villanos, porque lo que realmente representan es la lucha por ser uno mismo en un mundo que muchas veces no ofrece espacio para eso.


Tal vez por eso me resultan tan fascinantes. Son personajes que no buscan encajar, sino que crean su propio camino, incluso cuando eso significa arder en el proceso. Y en un mundo donde todos buscamos alguna forma de pertenencia, ellos nos recuerdan que, a veces, el mayor acto de autenticidad es aceptar que uno nunca va a encajar del todo, y que eso también está bien.

 
 
 

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