¿Estoy en una comunidad sana… o en una secta?
- Marcelo Gallo
- Apr 19
- 3 min read
En los últimos años, muchas personas se han acercado a espacios de crecimiento personal, espiritualidad o desarrollo económico buscando respuestas, pertenencia o sentido. Algunas de esas experiencias pueden ser genuinamente transformadoras. Otras, en cambio, pueden volverse peligrosas. ¿Cómo distinguirlas?
Desde mi trabajo como psicólogo, y tomando como referencia las enseñanzas del maestro Jack Kornfield —una de las voces más lúcidas de la psicología budista moderna—, quiero compartir algunos criterios para ayudarte a identificar si un grupo o comunidad está favoreciendo tu libertad… o tu dependencia.
¿Qué es una comunidad sana?
Una comunidad saludable —ya sea espiritual, terapéutica, educativa o incluso de negocios— se reconoce por ciertos principios:
Transparencia y responsabilidad: Los líderes son accesibles, claros con sus límites y no se ocultan tras títulos grandilocuentes.
Espacio para disentir: Se puede hacer preguntas, criticar, incluso alejarse sin ser descalificado o juzgado.
Autonomía y maduración personal: El grupo no te necesita para validarse, sino que apoya tu propio proceso de crecimiento.
Reconocimiento de la humanidad: Nadie es perfecto ni infalible. Un maestro verdadero no se endiosa a sí mismo.
Diversidad de caminos: Se respeta que cada persona tiene su ritmo y su forma de avanzar.
Ética en lo económico, lo afectivo y lo sexual: No se juega con la vulnerabilidad de los miembros, ni se ocultan abusos con discursos espirituales.
Humor y calidez: Una señal infalible: donde hay vida auténtica, hay ternura, risa y capacidad de autorreflexión.
¿Y cómo funciona una secta?
Cuando un grupo se organiza de forma cerrada y manipuladora, empiezan a aparecer ciertos síntomas que pueden no ser evidentes al principio:
El líder es incuestionable: Tiene un aura de autoridad absoluta, no se lo puede confrontar sin quedar como “el problema”.
Se genera un “nosotros contra el mundo”: Quienes critican al grupo “no entienden”, “no vibran alto” o “no están preparados para la verdad”.
Se instala la culpa o el miedo: Frases como “si te vas, no vas a encontrar tu propósito” o “fuera de este camino solo hay sufrimiento”.
Obediencia disfrazada de evolución: La duda se interpreta como una falta de fe o compromiso.
El fin justifica los medios: Se justifica el sacrificio personal en nombre de una supuesta transformación.
La persona se desdibuja: De a poco, el grupo se vuelve el centro de tu vida, incluso por encima de tu familia, tus valores o tus decisiones.
Se explota a los miembros: A veces económicamente, otras con trabajo, atención o favores personales. Todo en nombre del “crecimiento”.
¿Cómo saber si salirse?
Una buena pregunta que propone Kornfield es:“¿Este grupo me ayuda a volver a mí, a habitar mi propia vida… o me aleja cada vez más de mí mismo?”
Salir de una comunidad que fue significativa puede doler. Pero quedarse por miedo o lealtad mal entendida, duele mucho más a largo plazo.
Si estás en duda, hablalo
Si algo de esto te resonó, no estás solo. La confusión es parte del proceso. A veces, hablar con alguien por fuera del grupo —un terapeuta, un amigo, un familiar— puede ayudarte a ver con más claridad.
No todo lo que se presenta como espiritual o transformador es necesariamente sano. Y no todo lo que brilla es oro. Pero hay caminos reales, vínculos auténticos, y prácticas que sí liberan.
Como decía el mismo Kornfield:
“El verdadero camino espiritual nos libera, no nos esclaviza.”
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