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🌌 Demian y las dos almas de Jung: la aventura interior que somos todos

  • Writer: Marcelo Gallo
    Marcelo Gallo
  • Jul 11
  • 5 min read





“Sabía que no podía vivir con dos almas en mí. Tenía que vivir en una sola. Y sin embargo… no quería que ninguna de las dos muriera.”

— Hermann Hesse, Demian





I. Introducción: una piedra, un niño, un universo



En Suiza, a finales del siglo XIX, un niño se sube a una piedra y se queda quieto por horas. No juega. No salta. No corretea. Se sienta. Y piensa.


Ese niño es Carl Gustav Jung. Pero más que pensar, siente que hay algo que lo observa desde dentro, algo que no encaja con lo que le enseñan en la escuela o en casa. Algo antiguo. Algo que no puede nombrar, pero que lo acompaña como un susurro silencioso. En sus memorias escribiría:


“No era yo quien estaba sobre la piedra. Era la piedra quien estaba en mí.”


Mientras tanto, en otra parte de Europa, Hermann Hesse —años después— pondrá en boca de su protagonista, Emil Sinclair, una confesión similar:


“Mi historia no es agradable, no es dulce y armoniosa como las historias inventadas; es una historia de equivocaciones y de ansias.”


Ambos —Jung y Sinclair— hablan de lo mismo: una vida dividida en dos niveles de conciencia. Uno visible, social, racional. Otro secreto, simbólico, arquetípico. Uno aceptado. El otro temido, pero profundamente verdadero.





II. Personalidad n.º 1 y n.º 2: la grieta fértil



Jung, el médico, el pensador, el observador, dio nombre a esta división interna. La llamó:


  • Personalidad n.º 1: el yo cotidiano, lógico, funcional. El que estudia, trabaja, adapta, explica.

  • Personalidad n.º 2: el yo profundo, intuitivo, simbólico. El que sueña, recuerda, presiente y conecta con lo eterno.



No es que una sea falsa y la otra verdadera. Sino que vivimos como si solo una pudiera existir. Como si tener ambas fuera una enfermedad, y no —como Jung descubrió— la base misma de la creatividad, la espiritualidad, y la salud mental.


Lo notable es que Jung no llegó a esta idea solo desde la teoría, sino desde la experiencia. Su infancia, sus sueños, su propia crisis interior lo llevaron a escuchar a ambas voces dentro de sí. Como Sinclair en Demian, vivió el despertar no como una epifanía alegre, sino como una ruptura dolorosa y necesaria.





III. Sinclair: el niño dividido



En las primeras páginas de Demian, Sinclair nos describe los dos mundos en los que vive:


  • El mundo luminoso del hogar, donde todo es orden, bondad, obediencia.

  • El mundo oscuro de los impulsos, los deseos, los miedos y las visiones.



“Yo estaba destinado a pertenecer a ambos mundos y a no encontrar reposo en ninguno.”


Esta frase podría haberla escrito Jung. La tensión entre ambos planos no es un defecto de la conciencia. Es su motor. Su fuerza creativa. Pero también, su mayor riesgo.


Porque si uno de los dos mundos se impone sobre el otro —si la lógica devora al símbolo, o si el mito ciega a la razón— entonces enfermamos. El alma se torna rígida o delirante. Necesitamos integrarlos.





IV. Ciencia y mito: ¿qué dice la neuropsicología?



La experiencia de Jung y Hesse no es solo literatura o filosofía. La neurociencia moderna ha comenzado a cartografiar esos mundos internos con precisión milimétrica.


  • El yo racional, asociado a la corteza prefrontal y el hemisferio izquierdo, organiza el lenguaje, el tiempo, la toma de decisiones. Es el yo que “explica”.

  • El yo simbólico, asociado al hemisferio derecho, la ínsula, el sistema límbico y la red de modo por defecto, trabaja con imágenes, intuiciones, metáforas, emociones profundas. Es el yo que “siente y conecta”.



“La conciencia no es una unidad, sino un coro.”

— Oliver Sacks


Lo fascinante es que cuando los dos modos cooperan —como ocurre durante el arte, la meditación profunda, el amor o la introspección sincera—, el cerebro muestra coherencia global: múltiples redes sincronizadas. Algo parecido a una orquesta en armonía.


Y eso se parece mucho a lo que Jung llamaba proceso de individuación, y Hesse describía como volver a ser uno, sin matar ninguna de las dos partes.





V. El dios Abraxas y el yo que observa



En Demian, hay un momento clave: Sinclair descubre la figura de Abraxas, un dios que contiene tanto la luz como la sombra, el bien como el mal. Ya no busca el cielo contra el infierno. Quiere un dios que incluya la totalidad.


“Abraxas no es ni bueno ni malo. Es la vida, y en ella, todo vive.”


En términos modernos, podríamos decir que Sinclair empieza a observar su experiencia sin juzgarla, una habilidad que hoy entrenan terapias como el mindfulness y la ACT.


En palabras de Carl Sagan:


“Entender es una forma de amor.”


Y amar nuestras partes oscuras, sin obedecerlas ciegamente pero sin negarlas tampoco, es una forma de volvernos completos.





VI. Niveles de conciencia: ¿cuántos somos?



Si afinamos la mirada, descubrimos que no solo hay dos planos. Hay muchos más:


  1. Conciencia automática: la que maneja nuestros hábitos, rutinas, respuestas reflejas.

  2. Conciencia narrativa: la que cuenta nuestra historia, racionaliza nuestras elecciones.

  3. Conciencia emocional: la que sabe sin palabras, la que llora antes de entender por qué.

  4. Conciencia arquetípica: la que aparece en los sueños, los mitos, los símbolos.

  5. Conciencia testigo: la que observa todo lo anterior y no se confunde con ninguno.



El equilibrio se logra cuando todos estos niveles pueden dialogar, y cuando nuestras decisiones cotidianas no traicionan a nuestras partes profundas. Cuando lo que hacemos tiene el visto bueno —no solo de nuestro yo racional—, sino también de nuestros sueños, de nuestras tripas, de nuestro niño interior y de nuestros dioses internos.





VII. Conclusión: volver a casa



Demian no es solo una novela. Es un mapa. Una guía de iniciación. Un canto a la posibilidad de vivir una vida con conciencia múltiple y coherencia unificada.


Jung, por su parte, nos ofrece el método. Nos muestra que podemos hablar con nuestros sueños, que podemos pintar, escribir, meditar, hablar solos, y que esas voces internas no son fantasmas: son partes reales de nosotros.


“El encuentro más importante es el encuentro con uno mismo.”

— C.G. Jung


Quien lea estas líneas y haya sentido alguna vez que en su interior hay más de una voz, no está solo. No está loco. Está vivo.


Y quizá sea hora de volver a Demian. No como quien lee una novela, sino como quien abre un espejo.





📚 Bibliografía comentada



  • Hesse, H. (1919). Demian.


    Novela de iniciación, símbolo de la integración del self dividido. Leerla con ojos nuevos es leer la propia adolescencia con una sabiduría que antes no teníamos.

  • Jung, C.G. (1961). Recuerdos, sueños, pensamientos.


    Una autobiografía del alma. La piedra, los sueños, la sombra y la integración: está todo ahí.

  • McGilchrist, I. (2009). The Master and His Emissary.


    Un tratado sobre la división cerebral que parece escrito para explicar a Jung desde la neurociencia.

  • Damasio, A. (1994). El error de Descartes.


    Muestra cómo la emoción no es enemiga del pensamiento, sino su base necesaria.

  • Siegel, D. (2010). The Mindful Therapist.


    La neurobiología de la conciencia que observa y sana. Un puente hacia el yo que integra.

  • Sagan, C. (1994). El mundo y sus demonios.


    Porque el asombro también es una forma de ciencia. Y de salvación.



 
 
 

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© 2025 by Marcelo Gallo de Urioste, Licenciado en Psicología. 

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