Axolotl: Identidad, Conciencia y el Ser Parcial
- Marcelo Gallo
- Sep 20
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Introducción
El cuento Axolotl de Julio Cortázar constituye una de las metáforas más poderosas de la literatura latinoamericana sobre la conciencia del ser y la fragilidad de la identidad. Lo que inicialmente parece una narración fantástica sobre un hombre que observa a un anfibio en el Jardín des Plantes de París se convierte en un relato filosófico y fenomenológico de la transformación del yo. El narrador, en un gesto de contemplación radical, se descubre a sí mismo convertido en el animal que observaba. Más allá de lo fantástico, la escena puede entenderse como una exploración de la identidad como flujo y de la conciencia como exceso.
La contemplación como método
Toda indagación filosófica y científica nace de un gesto de observación atenta. Cortázar propone en Axolotl lo que Edmund Husserl llamaría una epoché fenomenológica: suspender el juicio para describir lo que aparece (Husserl, 1913/1982). El narrador se limita a mirar, sosteniendo la atención hasta que la frontera entre observador y observado se desdibuja.
Este mismo procedimiento resuena con las prácticas contemplativas orientales, en particular con el budismo zen y la noción de mindfulness (sati). Como señala Kabat-Zinn (1990), la atención plena implica observar sin juzgar, permaneciendo en contacto con lo que es. En este sentido, el cuento puede ser leído como un ejercicio literario de meditación laica: una forma de entrenar la mente en el ver sin intervenir.
Identidad y disolución del yo
El núcleo de la experiencia narrada es la disolución del yo. El narrador se identifica con el axolotl hasta perder la noción de los límites de su humanidad. Desde la perspectiva existencialista, Jean-Paul Sartre (1943/1993) habría visto en este pasaje la demostración de que la conciencia es radicalmente libre: nunca queda fijada en una esencia, siempre puede deslizarse hacia nuevas formas de ser, incluso lo inhumano.
La psicología contemporánea converge con esta visión. Antonio Damasio (1994) mostró que el yo no es un núcleo fijo, sino un proceso emergente de mapas corporales y narrativos que constantemente se reconfiguran. Cortázar, con su ficción, se adelanta a esta concepción: la identidad es un recorte parcial, nunca un absoluto.
La conciencia como exceso
Lo inquietante en Axolotl no es solamente la metamorfosis, sino la revelación de que toda conciencia es parcial frente a una existencia demasiado vasta para ser contenida. El narrador, ya convertido en axolotl, conserva todavía la percepción de su humanidad. Este desdoblamiento ilustra lo que William James (1902/2002) llamó la imposibilidad de abarcar la totalidad de la experiencia en un solo plano de conciencia.
Carl Sagan (1980) afirmaba que “somos una forma del cosmos para conocerse a sí mismo”.
Cortázar, en un gesto análogo, miniaturiza la idea: un hombre y un anfibio en un acuario se convierten en espejos de la conciencia universal, recordándonos que toda identidad es tan sólo una ventana abierta a una totalidad inconmensurable.
Lecturas filosóficas y neurocognitivas
La lectura del cuento permite articular múltiples tradiciones de pensamiento:
Existencialismo: la metamorfosis pone en crisis la noción de esencia; ser es siempre devenir.
Budismo: el relato expresa la experiencia de anatta (no-yo), donde la conciencia no pertenece a nadie en particular, sino que se despliega en diferentes formas.
Fenomenología: la narración es una descripción pura de la experiencia perceptiva, un ejemplo literario de epoché.
Neurociencia social: la fusión de perspectivas puede vincularse con la activación de neuronas espejo y la plasticidad de los mapas corporales. Vittorio Gallese (2001) mostró que la empatía extrema puede hacer colapsar la frontera entre lo propio y lo ajeno.
El insight diferido
Un aspecto notable de este cuento es su capacidad de generar insights diferidos. La experiencia estética no siempre produce comprensión inmediata: puede sembrar un gesto o un método que fructifica años después. William James denominaba a este fenómeno experiencia secundaria: comprensiones que maduran en silencio hasta irrumpir en la conciencia.
En este sentido, Axolotl no es solo un texto literario, sino un dispositivo de entrenamiento atencional. Al imitar la contemplación del narrador, el lector practica una forma de disciplina perceptiva que, con el tiempo, puede alterar su comprensión de la identidad y de la conciencia.
Conclusión: el ser parcial como destino
El gran hallazgo de Axolotl es mostrar que conectar con la conciencia del ser implica hacerlo siempre de manera parcial. Nunca accedemos a la totalidad; sólo a fragmentos, perspectivas, relatos. Y, sin embargo, en cada fragmento late la huella de lo inconmensurable.
La metáfora cortazariana dialoga con la ciencia y la filosofía: la conciencia humana, como proceso, no está fijada en un yo estable, sino que es flujo, exceso y límite. Somos, como decía Sagan, “una forma de la vida para contemplarse a sí misma”, pero nunca lo hacemos por completo, sino a través de los ojos de un axolotl, de un humano, o de la fusión entre ambos.
Referencias bibliográficas
Cortázar, J. (1956). Final del juego. Buenos Aires: Sudamericana.
Damasio, A. (1994). Descartes’ Error: Emotion, Reason, and the Human Brain. New York: Avon.
Gallese, V. (2001). “The ‘Shared Manifold’ Hypothesis: From Mirror Neurons to Empathy”. Journal of Consciousness Studies, 8(5–7), 33–50.
Husserl, E. (1913/1982). Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica. México: Fondo de Cultura Económica.
James, W. (1902/2002). The Varieties of Religious Experience. New York: Modern Library.
Kabat-Zinn, J. (1990). Full Catastrophe Living. New York: Delacorte.
Sartre, J.-P. (1943/1993). El ser y la nada. Buenos Aires: Losada.
Sagan, C. (1980). Cosmos. New York: Random House.
Varela, F. J., Thompson, E., & Rosch, E. (1991). The Embodied Mind: Cognitive Science and Human Experience. Cambridge: MIT Press.



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