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La memoria RAM del alma: por qué no podemos vivir dentro de nuestras fantasías (parte 1)

  • Writer: Marcelo Gallo
    Marcelo Gallo
  • 1 day ago
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I. Introducción: el alma como procesador saturado


Hay momentos en los que la mente se siente como una computadora que nunca se apaga. Seguimos procesando imágenes, escenarios, conversaciones pasadas. Dormimos, pero el sistema continúa ejecutando programas antiguos. Es la memoria RAM del alma: un espacio donde lo que aún no pudimos soltar ni elaborar sigue corriendo en segundo plano.

En apariencia, todo funciona. Respondemos mensajes, pagamos cuentas, saludamos. Pero la energía emocional está siendo drenada por un circuito interno: recuerdos, deseos, versiones de nosotros mismos que no pueden desconectarse. Vivir dentro de la propia fantasía es tentador —allí no hay error, no hay imprevisto—, pero al hacerlo perdemos el contacto con aquello que mantiene viva la realidad: la imprevisibilidad del mundo compartido.


II. Karl Jaspers y la pérdida de la comunicación vital


En 1913, Karl Jaspers escribió que el enfermo mental “percibe, pero no vive; se convierte en espectador de su propia existencia.” Su idea, nacida antes de los psicofármacos, describe con exactitud el riesgo de la mente moderna: ser conscientes de todo, menos de estar vivos.

Jaspers observó que algunos pacientes no habían perdido la inteligencia ni la memoria, sino algo más elemental: la corriente de reciprocidad entre el yo y el mundo. El mundo se les volvía opaco, inerte. No porque no lo vieran, sino porque ya no participaban en él.

Esa desconexión estructural —no moral ni emocional, sino ontológica— es la raíz de muchas formas de sufrimiento contemporáneo.


III. Minkowski y el tiempo congelado


El psiquiatra fenomenólogo Eugène Minkowski llamó a esta fractura “la pérdida del contacto vital con la realidad”. Inspirado en Bergson, decía que el ser humano sano experimenta el tiempo como fluir, como devenir. Cuando la conciencia se enferma, ese tiempo se detiene: el presente se solidifica como un bloque.


“El individuo ya no se proyecta hacia el porvenir, sino que se siente detenido en un presente inmóvil.” — Minkowski, 1927

Ese presente inmóvil es análogo a un sistema congelado: la RAM está ocupada por procesos antiguos que impiden abrir nuevos. En la melancolía o la esquizofrenia, el tiempo se vuelve objeto: el sujeto deja de vivir en él y comienza a mirarlo desde afuera.


IV. Binswanger y la existencia encapsulada


Ludwig Binswanger, retomando a Heidegger, describió la psicosis como una modificación del Dasein —el estar-en-el-mundo—.No es que el mundo desaparezca, dice, sino que es reemplazado por un espacio interior absoluto. La persona sigue existiendo, pero ya no comparte el mundo común; su “realidad” es un circuito cerrado de significados propios.

Allí la fantasía deja de ser refugio para volverse prisión: cada recuerdo se refleja en otro, como espejos enfrentados, hasta borrar la noción de salida.


V. Laing y el yo burbuja


En The Divided Self (1960), R. D. Laing redefine la locura no como caos, sino como replegamiento ontológico.El yo se divide: una parte observa, otra actúa. Pero la parte observadora no puede dejar de mirar; vive encerrada detrás de los ojos.

“El yo se convierte en una burbuja de conciencia, mirando el mundo desde fuera.”

Laing describe el ensimismamiento extremo como una defensa: el mundo exterior es demasiado hostil, el interior demasiado rico. La conciencia se refugia donde puede, aunque ese refugio la asfixie.


VI. La neurociencia del ensimismamiento


Las neurociencias contemporáneas retoman estas intuiciones con otro lenguaje.Los estudios de depersonalización y disociación muestran hiperactividad en la red por defecto (default mode network), el circuito que usamos para pensar en nosotros mismos: precuneus, corteza prefrontal medial, corteza posterior cingulada.

Cuando esta red domina y no se equilibra con la red atencional o sensoriomotora, el yo se desconecta del entorno. La mente se queda dentro de su simulador.


“La conciencia se autointerrumpe en su función de estar con el mundo.” — Northoff, 2013; Seth, 2021

En términos de tu metáfora: la memoria RAM no se apaga nunca, pero tampoco guarda nada nuevo. Solo recalcula el pasado.


VII. La fantasía como recurso y como riesgo


La fantasía es necesaria. Sin ella no habría arte, planificación ni consuelo.Pero cuando el mundo interno deja de comunicarse con el externo, lo simbólico se desvincula de lo real. La imaginación deja de ser instrumento y se vuelve hábitat.

Freud ya lo había anticipado: en la melancolía, el objeto perdido es introyectado; el yo queda ocupado por él. El duelo natural se convierte en loop mental. Vivir dentro de la fantasía es, entonces, vivir dentro de una memoria no liberada.


VIII. Qué significa “volver al mundo”


Volver al mundo no significa dejar de pensar, sino recuperar el ritmo entre pensar y percibir. En términos neurobiológicos, equilibrar la red por defecto con la red atencional; en términos existenciales, restaurar la reciprocidad entre yo y mundo.

Las prácticas de mindfulness, el arte, la música, el contacto con otros cuerpos y con la naturaleza son formas de bajar esa RAM, de reconfigurar la atención desde adentro hacia fuera. El sistema no necesita ser reiniciado; necesita recordar que también existe fuera de sí.


IX. Conclusión


La melancolía, la psicosis, la disociación y hasta la rumiación moderna nos muestran una verdad incómoda: la conciencia humana puede volverse presa de su propia capacidad de pensar. Nuestra mente es una máquina maravillosa, pero también peligrosamente autosuficiente.

Vivir solo dentro de ella es como intentar habitar una pantalla encendida: hay luz, pero no calor. El mundo real —con su textura, sus errores y su presencia de otros— es el único sistema operativo capaz de soportar nuestra humanidad.

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© 2025 by Marcelo Gallo de Urioste, Licenciado en Psicología. 

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