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El Error de Descartes y la Conexión Cuerpo-Mente

  • Writer: Marcelo Gallo
    Marcelo Gallo
  • Apr 29
  • 3 min read
“Pienso, luego existo”.— René Descartes, Discurso del Método, 1637.

I. La semilla del dualismo


En pleno siglo XVII, Europa atravesaba un proceso de profunda transformación. Las guerras de religión aún dejaban huella, la Inquisición imponía sus límites, y el naciente pensamiento científico buscaba desesperadamente una base sólida desde la cual avanzar sin ser acusado de herejía.

René Descartes (1596–1650), matemático y filósofo, intentó resolver este dilema ofreciendo un punto de partida “indudable”: la existencia del pensamiento. Al separar el alma (res cogitans) del cuerpo (res extensa), Descartes no sólo preservó el alma para Dios y la Iglesia, sino que allanó el camino para una ciencia que pudiera estudiar el cuerpo como una máquina sin tocar lo sagrado. Era una estrategia brillante y defensiva a la vez.

Sin embargo, este dualismo dejó una huella profunda y problemática en la forma en que Occidente comenzó a entender la mente, el cuerpo y la experiencia humana.



II. El “error” que aún arrastramos


El neurocientífico António Damásio llamó a esta separación “El error de Descartes” (1994), título de su influyente libro. En él, demuestra cómo las emociones y el cuerpo no son añadidos periféricos al pensamiento racional, sino condiciones necesarias para que este pueda emerger. Las decisiones humanas no se toman solamente con la lógica, sino a través de un diálogo constante con los estados fisiológicos, emocionales y contextuales.

“Descartes cometió un error al considerar que la mente podía estar separada y ser independiente del cuerpo.”— António Damásio, El error de Descartes


Las emociones son, desde esta mirada, procesos integrados del cuerpo-mente que permiten la toma de decisiones, la memoria, y hasta el sentido del yo. No somos cerebros en un frasco, sino organismos encarnados en un entorno.



III. Ceguera cultural: cómo nos afecta hoy


A pesar de la evidencia neurocientífica, el dualismo cartesiano sigue vivo en la cultura contemporánea. Lo vemos cuando:

  • tratamos la salud mental como algo separado de la salud física,

  • abordamos la educación como si el aprendizaje fuera sólo cognitivo y no emocional,

  • idealizamos el “control racional” como forma superior de ser,

  • o nos culpamos por sentir emociones “irracionales” en momentos de estrés o dolor.

Este legado se filtra incluso en las terapias, en las empresas, en el lenguaje cotidiano: “No pienses con el corazón”, “controlá tu cuerpo”, “la mente domina todo”. Frases que arrastran siglos de división entre lo sentido y lo pensado.



IV. El cuerpo como puente


Desde enfoques contemporáneos como el mindfulness, la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), la neurobiología interpersonal (Siegel, 2012), y las ciencias cognitivas en diálogo con la fenomenología (Varela, Thompson y Rosch, 1991), comienza a gestarse un nuevo paradigma. Uno que reconoce al cuerpo no como cárcel del alma, sino como lugar del saber.

“El cuerpo no es un objeto para el que se tiene un mapa. Es el mapa.”— Francisco Varela, El fenómeno de la vida

Hoy sabemos que la interocepción (la percepción interna de señales corporales) está profundamente vinculada al sentido de identidad, la regulación emocional y la toma de decisiones. Ignorar esta dimensión es perpetuar el error de Descartes.



V. Reconectar para comprendernos


La tarea no es destruir la razón, sino reintegrarla al sistema vivo que la produce. Volver a sentir, a habitar el cuerpo, a considerar las emociones no como distorsiones, sino como brújulas. Esto implica también repensar cómo nos tratamos, cómo educamos, cómo curamos, cómo convivimos.

Aceptar que no somos mentes que “tienen” cuerpos, sino cuerpos que sienten, piensan, recuerdan, y son.



Lecturas recomendadas:


  • Damásio, A. (1994). El error de Descartes.

  • Varela, F., Thompson, E. & Rosch, E. (1991). The Embodied Mind.

  • Siegel, D. (2012). The Developing Mind.

  • Merleau-Ponty, M. (1945). Fenomenología de la percepción.

  • Gendlin, E. (1978). Focusing.



Epílogo:

Tal vez hoy, siglos después, podamos agradecerle a Descartes su intento de proteger el pensamiento… pero también soltar su marco, y dar el siguiente paso. No “pienso, luego existo”, sino algo más cercano a:


“Siento, luego soy.”

 
 
 

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