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¿Tiene vida útil la familia? Una mirada antropológica, psicológica y existencial al declive de la institución más íntima

  • Writer: Marcelo Gallo
    Marcelo Gallo
  • Jun 3
  • 19 min read







Resumen



Este artículo propone una lectura crítica de la familia como construcción social e institución emocional. Partiendo de su carácter no natural sino cultural, se examina cómo las dinámicas familiares —especialmente las disputas por herencias y roles simbólicos— revelan estructuras de poder afectivo. Se plantea la hipótesis de que la familia tiene una “vida útil” en términos psíquicos y funcionales, y que su declive o transformación es un requisito para el proceso de individuación en la adultez. Se integran aportes de la antropología estructural, la psicología del desarrollo y la filosofía existencial.





1. La familia no es natural: una ficción culturalmente situada



La idea de que la familia es una estructura natural, basada en la sangre y la biología, ha sido ampliamente refutada por la antropología. Como señala Claude Lévi-Strauss:


“La familia no es una realidad natural, sino una institución social organizada simbólicamente” (Lévi-Strauss, Las estructuras elementales del parentesco, 1949).


Lejos de ser una forma universal, lo que entendemos como “familia” es una convención moderna. La familia nuclear —madre, padre e hijos bajo el mismo techo— es un fenómeno vinculado al modo de producción capitalista y a la privatización del cuidado. En múltiples culturas, el parentesco no está determinado por vínculos sanguíneos sino por alianzas rituales, cooperación comunitaria o roles sociales.


David Schneider, en su análisis etnográfico, concluyó que:


“Lo que los occidentales llaman familia está fundado en una ideología de parentesco biológico que no tiene correlato universal” (American Kinship, 1968).


La familia, por tanto, es una ficción útil, que organiza el afecto, el poder, la herencia, y la identidad dentro de un marco social. Pero como toda ficción, puede dejar de funcionar. Cuando las demandas afectivas, los mandatos y las jerarquías se vuelven disfuncionales, el mito de la familia “natural” se convierte en una trampa emocional.





2. La familia como campo de poder simbólico y afectivo



Las familias no solo aman: también reparten poder. El cariño convive con la deuda, el cuidado con la jerarquía, y la herencia con la lucha. Como afirma Pierre Bourdieu:


“La familia es el lugar donde se reproducen no solo relaciones de parentesco, sino también estructuras de dominación” (La distinción, 1979).


Las peleas por sucesiones, por ejemplo, no son únicamente disputas por bienes materiales: son luchas por el lugar que cada quien ocupó —o no— en la narrativa familiar. La muerte de una figura parental suele abrir un escenario simbólicamente inestable. El reparto de bienes se entrelaza con el reparto de validación, reconocimiento o justicia emocional.


Desde la psicología, estas escenas familiares pueden leerse como procesos de individuación inconclusos, donde los adultos aún están anclados a guiones infantiles. Carl Jung definía la individuación como el proceso por el cual una persona “se convierte en lo que es, integrando aspectos inconscientes de sí misma en una personalidad autónoma” (Recuerdos, sueños, pensamientos, 1961). Para ello, muchas veces es necesario romper con las identificaciones familiares.


Las sucesiones, en este sentido, actúan como disparadores. No porque corrompan la armonía previa, sino porque la armonía era una fantasía sostenida por la obediencia y el silencio. Cuando se rompe la figura de autoridad central (por ejemplo, un padre o madre), el campo simbólico se reordena, y las tensiones históricas salen a la superficie.





3. La vida útil de la familia: una hipótesis psíquica



Desde un enfoque clínico, se puede pensar que la familia tiene una vida útil funcional y psíquica. En la infancia, su rol es estructurante: brinda cuidado, pertenencia, lenguaje, sentido. Pero en la adultez, puede volverse una estructura obsoleta, especialmente cuando impide el desarrollo de una identidad autónoma.


Donald Winnicott sostuvo que la función de los padres es, eventualmente, hacerse innecesarios:


“La tarea del ambiente suficientemente bueno no es durar eternamente, sino permitir que el individuo lo internalice y lo supere” (La preocupación maternal primaria, 1956).


Cuando esa tarea no se completa —por exceso de control, por deuda emocional, por trauma no elaborado— la familia se convierte en una estructura regresiva. Muchos adultos siguen viviendo bajo los códigos afectivos de la infancia: buscando aprobación, evitando conflicto, ocupando roles que no eligieron conscientemente.


La vida útil de la familia, entonces, no tiene que ver con la muerte de sus miembros, sino con la necesidad de redefinir el vínculo desde otro lugar. A veces eso implica distancia. Otras veces, transformación. En ciertos casos, implica duelo.





Conclusión: del mandato a la elección



Superar la familia no significa negarla, odiarla o borrarla. Significa pasar de la fidelidad automática a la elección consciente. La individuación exige mirar de frente los guiones heredados y preguntarse si aún tienen sentido. En algunos casos, la respuesta será que sí, pero en muchos otros, será necesario crear una narrativa propia.


Como plantea el filósofo Byung-Chul Han:


“La vida auténtica exige cortar ciertos lazos que nos atan a formas de existencia ya agotadas” (La sociedad del cansancio, 2010).


La familia puede ser una cuna, un espejo o una jaula. Comprender su carácter ficticio y sus límites funcionales es un acto de salud psíquica. No se trata de desmantelar el amor, sino de liberarlo de los condicionamientos que lo deforman.





Bibliografía consultada



  • Bourdieu, P. (1979). La distinción. Madrid: Taurus.

  • Han, B.-C. (2010). La sociedad del cansancio. Barcelona: Herder.

  • Jung, C. G. (1961). Recuerdos, sueños, pensamientos. Barcelona: Seix Barral.

  • Lévi-Strauss, C. (1949). Las estructuras elementales del parentesco. Buenos Aires: Paidós.

  • Schneider, D. (1968). American Kinship: A Cultural Account. Chicago: University of Chicago Press.

  • Winnicott, D. W. (1956). La preocupación maternal primaria. En Obras Escogidas. Buenos Aires: Paidós.




4. El guión invisible: entre la necesidad de aprobación y la manipulación afectiva




4.1 Cuando el amor se vuelve condición



En muchas familias, el afecto y la pertenencia se experimentan como algo que debe ganarse. La persona “buena” —la que sostiene, se sacrifica, media, no discute, no interrumpe— recibe cariño, aunque siempre con condiciones implícitas. Este guión emocional se internaliza muy temprano, a menudo sin palabras, como un saber corporal: “si yo dejo de estar disponible, dejo de ser querida”.


Este tipo de configuración se ve especialmente en personas que:


  • Tuvieron madres o padres emocionalmente inestables, donde el rol del hijo era contener al adulto, en vez de al revés.

  • Crecieron con un familiar enfermo, donde se desarrolló una lealtad extrema hacia el sufrimiento del otro.

  • Recibieron elogios solo cuando eran útiles, obedientes o emocionalmente tranquilizadores.



Ejemplo clínico (adaptado y anonimizado):

Sofía, 36 años, llega a terapia con ansiedad, gastritis y agotamiento físico. “Mi familia me ama”, dice. Pero describe una rutina en la que es la única que cuida a la madre enferma, organiza reuniones, sostiene emocionalmente a su hermana depresiva, y paga gastos de un sobrino. Cuando se explora su malestar por esta carga, aparece inmediatamente la culpa: “Si yo no estoy, todo se derrumba”.


Aquí no hay solamente estrés. Hay una identidad entera edificada sobre un sistema familiar que funciona gracias a su sobreinversión. Esto no se rompe con una conversación, sino con una transformación subjetiva profunda: pasar de sostener el sistema a sostenerse a sí misma.





4.2 Los otros no siempre son iguales: diferencias de agencia y estrategia



Mientras algunas personas funcionan desde la autoexigencia, otras aprenden a leer esa necesidad como oportunidad para delegar. Muchas veces no hay una intención consciente de daño, pero sí hay una lógica no verbal de conveniencia: si alguien siempre resuelve, ¿por qué intervenir?


En la clínica aparecen frases como:


  • “Mis hermanos dicen que yo soy la exagerada, que todo está bien así.”

  • “Si digo que no, me tratan de egoísta.”

  • “No quieren hacerse cargo, pero después critican todo lo que yo hago.”



Estos discursos revelan una manipulación afectiva normalizada, disfrazada de tradición, amor, o jerarquía familiar. Es muy frecuente que las personas más vulnerables sean mujeres que ocupan el lugar de “la buena hija”, y que los demás familiares (hermanos, cuñadas, incluso padres) descarguen en ellas tanto la responsabilidad práctica como emocional del sostén del grupo.


La psicología sistémica reconoce que estos sistemas se autorregulan en función del rol que cada uno cumple. Si alguien sostiene mucho, eso permite que otros sostengan menos. Y si ese equilibrio se rompe, aparece el caos —o la violencia simbólica— para restaurarlo.





4.3 Mecanismos que perpetúan el ciclo



Desde el punto de vista psicológico, varios mecanismos refuerzan esta dinámica:


  • La culpa internalizada: sentir que poner límites es traicionar.

  • El deber como forma de amor: pensar que cuidar significa olvidarse de una misma.

  • El trauma vincular temprano: no haber experimentado amor sin exigencia.

  • La idealización de la familia: creer que el conflicto es signo de fracaso, y no parte del crecimiento.



Estas creencias impiden ver lo que está pasando. Una paciente puede estar agotada, deprimida, somatizando con dolores de cabeza o contracturas crónicas, y aún así sentir que el problema está en ella por no “saber llevar bien” a su familia.





4.4 Estrategias clínicas: entre la compasión y el corte



El proceso terapéutico no siempre busca cortar vínculos, sino salir del lugar en el que esos vínculos se volvieron insostenibles. Esto requiere tiempo, práctica interna y una revisión profunda de la narrativa heredada.


Algunas estrategias utilizadas en terapia incluyen:



a. Reetiquetar el conflicto



Ayudar a que la paciente deje de verse como “mala hija” o “hipersensible” y empiece a ver que está sosteniendo dinámicas inequitativas. No se trata de buscar culpables, sino de nombrar las asimetrías.


“No es que no sabés poner límites. Es que tenés 20 años recibiendo el mensaje de que si los ponés, perdés el amor.”



b. Identificar patrones intergeneracionales



Trabajar con genogramas o historias familiares ayuda a ver cómo estas dinámicas se repiten. Muchas veces, la paciente está reproduciendo el rol de su madre, su abuela o una tía, sin saberlo. Al visibilizar esto, se abre la posibilidad de cambiarlo.



c. Ejercicios concretos



  • “Mini cortes”: elegir situaciones pequeñas para practicar decir “no” con respeto, pero con firmeza.

  • Cartas no enviadas: escribir lo que se siente, sin obligación de compartirlo, para sacar del cuerpo el mandato de silencio.

  • Practicar escenarios: ensayar en voz alta posibles respuestas para no quedar paralizada ante el chantaje emocional.




d. Terapias con enfoque de cuerpo



Técnicas como la terapia sensoriomotriz, DBT o mindfulness centrado en el cuerpo ayudan a mapear tensiones físicas que se activan al pensar en poner límites, y trabajar desde ahí la regulación emocional.





4.5 Lo que se gana cuando se suelta



Salir de estos guiones no significa volverse indiferente o egoísta. Significa recuperar la capacidad de amar sin anularse. Como dice Kristin Neff:


“La autocompasión no es egoísmo. Es reconocer que el propio dolor también importa.”


Muchas pacientes descubren, por primera vez, que no tienen que merecer el amor cumpliendo un rol. Que pueden construir nuevos vínculos —con ellas mismas y con otros— donde el afecto no se mide por la utilidad ni por el sacrificio.





Capítulo 5 – Vínculos elegidos: lo que viene después de soltar el guión heredado




5.1 ¿Qué pasa cuando ya no se quiere sostener más?



Cuando alguien empieza a salir de los guiones familiares tradicionales, no necesariamente siente alivio inmediato. A veces siente vacío. Culpa. Silencio. Una forma extraña de orfandad simbólica. Eso ocurre porque, durante años, su identidad estuvo tejida en función de los demás: lo que hacían, lo que esperaban, lo que necesitaban.


La pregunta “¿quién soy si ya no estoy cumpliendo ese rol?” aparece con fuerza. Y no se responde rápido. Se construye.


Aquí, el trabajo clínico gira hacia la reconstrucción: no solo de límites, sino de sentido.





5.2 Vínculos como territorios posibles



Desde la antropología contemporánea, autores como Marilyn Strathern y David Graeber han cuestionado la idea de que la familia nuclear sea la única forma “natural” de organizar el afecto. Los vínculos afectivos, como el parentesco, son construcciones sociales que varían radicalmente entre culturas.


En contextos urbanos actuales, muchas personas encuentran contención, lealtad y comunidad en grupos de amistad, colectivos, terapias grupales, o redes digitales. Lo importante no es si el vínculo es “de sangre” o no, sino si se sostiene sobre reciprocidad, seguridad y libertad.


No se trata de reemplazar una familia por otra, sino de crear un entorno relacional donde una pueda ser ella misma sin quedar agotada o atrapada.





5.3 Resignificar los mandatos heredados



Muchos de los conflictos que llegan a terapia no nacen en el presente, sino en la colisión entre lo que una cree que “debería ser” y lo que realmente necesita.


Mandatos típicos que se revisan en consulta:


  • “Una buena hija cuida a sus padres hasta el final, sin quejarse.”

  • “Si no sos útil, no valés.”

  • “El conflicto se evita, aunque eso implique tragarte todo.”

  • “Lo privado no se cuenta afuera.”



Estos mandatos no siempre se enuncian en voz alta. Viven en el cuerpo, en la forma de postergar necesidades, tensar la mandíbula, no pedir ayuda, dormir mal, vivir al límite.


La terapia narrativa propone trabajar estos mandatos como “historias dominantes” que se pueden desarmar y reescribir. En vez de negar el pasado, se lo observa con otra perspectiva: ¿de dónde vino este mandato? ¿para qué sirvió en su momento? ¿todavía me sirve? ¿qué historia quiero contar ahora?





5.4 Crear vínculos desde otro lugar



Cuando alguien deja atrás un rol familiar marcado por la sobreinversión emocional, puede sentir que ya no sabe relacionarse. Es común escuchar en consulta:


  • “Me cuesta confiar en los demás.”

  • “No sé cómo pedir sin sentir que estoy molestando.”

  • “Tengo miedo de que me abandonen si no estoy siempre disponible.”



Esto se trabaja progresivamente. El objetivo no es volverse impermeable, sino aprender a abrirse sin perderse. Algunas claves clínicas para construir nuevos vínculos:



a) Reconocer señales de seguridad



La teoría del apego (Bowlby, 1988; Fonagy, 2002) muestra que los vínculos seguros no son perfectos, pero sí coherentes: hay disponibilidad emocional, reparación tras el conflicto, y espacio para la diferencia.


La persona que ha vivido vínculos asimétricos necesita experiencias encarnadas donde pueda pedir, decir no, ser imperfecta, y aun así mantenerse en relación.



b) Construir redes múltiples



No hay una única persona que debe sostener todo. La diversidad vincular (amigos, terapeutas, colegas, vecinos, grupos de afinidad) permite distribuir la carga y no poner todo el deseo en una sola figura.



c) Practicar la autonomía relacional



La autonomía no es hacer todo sola. Es poder decidir qué compartir, cuándo y con quién, sin culpa ni necesidad de aprobación total. Se trata de aprender a “estar con otros” desde la elección, no desde la obligación.





5.5 Ejercicio clínico: “Mi nuevo contrato vincular”



Este ejercicio puede proponerse en consulta o hacerse por cuenta propia:


  1. Escribí una lista de los vínculos que más te afectan emocionalmente.

  2. Junto a cada uno, anotá cuál es el rol que sentís que ocupás (por ejemplo: mediadora, salvadora, cuidadora, invisible, reguladora).

  3. Elegí uno de esos vínculos y escribí una carta que comience con: “Durante mucho tiempo, yo actué como si…”, seguido de: “Hoy empiezo a permitirme…”

  4. Redactá en una hoja (o grabá con voz) un “contrato vincular” que diga cómo querés estar en tus vínculos a partir de ahora.


    • Ej: “Quiero poder decir lo que siento sin miedo al rechazo. Quiero estar en relaciones donde se valore mi presencia, no solo mi esfuerzo.”







5.6 El legado que se elige dejar



No todas las personas pueden sanar el vínculo con su familia de origen. A veces, lo que se sana es la forma de llevarlo internamente.


La clínica no siempre logra que el otro cambie, pero sí puede permitir que una deje de desgastarse intentando complacer a quien no ve, no escucha, o no quiere asumir su parte.


Crear nuevos vínculos, resignificar los mandatos y construir una vida propia no es traicionar la historia familiar. Es transformarla.


“Lo más valiente que alguien puede hacer no es cortar con su familia. Es dejar de traicionarse a sí misma para ser aceptada por ella.”

— Adaptación libre desde relatos de consulta





Capítulo 6 – Sostener desde el cuerpo: prácticas encarnadas para no volver atrás



Salir de dinámicas familiares destructivas o emocionalmente asimétricas no es solo una decisión mental. Es un proceso que involucra al cuerpo entero: músculos que se tensan cuando aparece la culpa, respiración que se agita frente a un mensaje inesperado, nudos en la garganta, insomnio o fatiga emocional.


Por eso, para sostener límites y elecciones vitales que desafían guiones heredados, necesitamos prácticas corporales, no solo argumentos. El cuerpo necesita saber que no está solo. Que no está en peligro.





6.1 El cuerpo como brújula y como refugio



En situaciones de estrés interpersonal, el sistema nervioso activa patrones automáticos: pelear, huir, congelarse o complacer (fight, flight, freeze, fawn). Muchas personas que han estado emocionalmente atrapadas en roles familiares crónicos presentan respuestas de tipo fawn, es decir: someterse, complacer, calmar al otro para sobrevivir.


La reeducación de estos patrones se hace desde la atención y la repetición. Las siguientes prácticas están diseñadas para anclar decisiones internas en acciones físicas pequeñas pero poderosas.





6.2 Prácticas encarnadas




a) El ancla: volver al eje en medio de una conversación difícil



Situación: Recibís un mensaje o llamada que activa una vieja respuesta automática (culpa, justificación, miedo a decepcionar).


Ejercicio:


  1. Poné ambos pies firmes en el suelo. Sentí el peso.

  2. Colocá una mano en el pecho y otra en el abdomen.

  3. Decí (en voz baja o mentalmente):


    “No estoy en peligro. Estoy creciendo.”

  4. Inhalá por la nariz en 4 tiempos, sostené 2, exhalá por la boca en 6 tiempos.

  5. Solo después de tres ciclos de esta respiración, respondé o decidí qué hacer.



Este ejercicio actúa sobre el nervio vago, ayudando a salir del modo amenaza y volver al modo presencia.





b) El cuerpo en “no”: aprender a decirlo desde lo físico



Muchas personas dicen “sí” con la boca cuando el cuerpo está gritando “no”.


Práctica corporal:


  1. Frente al espejo o con los ojos cerrados, colocá una palma hacia el frente (como indicando “alto”).

  2. Sentí el peso del gesto. No es agresivo. Es claro.

  3. Decí en voz alta: “No me conviene. No me hace bien. No lo elijo.”

  4. Observá si aparece tensión. Repetí la frase hasta que pueda salir con firmeza y calma.



Repetir este gesto diariamente entrena rutas motoras y afectivas vinculadas al límite.





c) El movimiento restaurativo: descargar sin dañar



Cuando hay enojo acumulado, tristeza profunda o confusión paralizante, el cuerpo necesita movimiento. El silencio no siempre es autocuidado: a veces es parálisis.


Propuesta:


  • Poné música instrumental o tribal sin letra.

  • Permití que el cuerpo se mueva libremente por 5 minutos.

  • No hace falta que sea “bello”. Puede ser torpe, irregular, mínimo.

  • Al final, quedate quieta. Sentí el pulso. El cuerpo escuchado se regula mejor.






d) El ritual de reelección



Cuando una decisión es difícil (por ejemplo, cortar contacto temporal), el cuerpo necesita una marca simbólica.


Propuesta:


  • Encendé una vela. Sentate con la espalda recta.

  • Escribí en un papel:


    “Me estoy eligiendo aunque duela. No es egoísmo: es reorientación.”

  • Quemá o rasgá el papel anterior donde anotaste mandatos que ya no vas a seguir.

  • Guardá un objeto (piedra, anillo, flor seca) como recordatorio de esa elección.






6.3 Mantener la red reguladora



Practicar esto no significa aislarse. Significa crear una red de vínculos que ayuden a no volver atrás por miedo, culpa o presión.


“No siempre puedo evitar caer. Pero puedo armar red para no caer tan hondo ni tan sola.”

— Testimonio clínico anónimo





Anexo – Frases comunes de chantaje emocional familiar



Este anexo recopila frases que suelen aparecer en familias donde hay manipulación emocional, culpa o jerarquías implícitas. Reconocerlas permite dejar de naturalizarlas.

Frase

Traducción funcional

“Después de todo lo que hice por vos…”

Me debés lealtad eterna.

“Así que ahora sos mejor que nosotros, ¿no?”

Si cambiás, nos estás traicionando.

“No puedo creer que me hagas esto.”

Tu bienestar me hiere porque no lo controlo.

“Vos antes no eras así.”

Tu evolución me incomoda.

“Tenés que pensar en la familia.”

Dejá de pensar por vos misma.

“Vos sos la única que puede arreglar esto.”

Usamos tu responsabilidad para no asumir la nuestra.

“Estás exagerando, siempre fuiste muy sensible.”

Tu dolor me incomoda, prefiero invalidarlo.

“Esto no se habla con extraños (terapeutas, amigas).”

El silencio es nuestra defensa más fuerte.

Nota: Estas frases no siempre son dichas con malicia consciente. Pero su efecto puede ser profundamente desregulador. La conciencia no siempre implica maldad, pero la repetición sistemática sí tiene impacto.



Perfecto. Aquí te presento la sección adicional que solicitaste:





6.4 Armar red cuando se corta contacto (o se toman distancias)



Cómo sostenerse cuando no se puede sostener a la familia


Alejarse de vínculos familiares intensos, ambivalentes o directamente destructivos no es solo un acto de autonomía, sino también un movimiento de alto costo emocional. Es habitual que en consulta aparezcan relatos de pacientes que han decidido alejarse de un familiar —padre, madre, hermana, tío— y, tras una breve sensación de alivio, comienzan a experimentar vacío, disociación, miedo a estar haciendo algo “mal”, o la sensación de no tener dónde volver.


Por eso, la red de apoyo posterior no es opcional: es medicina preventiva. No porque se “necesite a alguien más”, sino porque el cuerpo, habituado al dolor relacional, necesita evidencia repetida de que otra forma de vínculo es posible.





¿Qué es una red de regulación?



Es el conjunto de personas, prácticas y recursos que permiten no desorganizarse emocionalmente cuando se rompe (o se desafía) una estructura vincular previa.


Incluye:


  • Personas que no invalidan tu relato ni te exigen reconciliación rápida.

  • Espacios donde no tenés que justificar tu versión.

  • Actividades regulares que te reconectan con tu identidad fuera del rol familiar.

  • Prácticas somáticas, artísticas o meditativas que no dependan de “estar bien” para realizarse.



“No necesito que me digas que hice lo correcto. Necesito que estés cuando me tiente volver atrás.”

— Paciente, 32 años, luego de cortar contacto con su madre.





Pasos para construir una red funcional




1. Identificar tres vínculos sostenibles



Buscá personas que te:


  • escuchen sin darte consejos no solicitados,

  • crean sin exigir pruebas,

  • acompañen en el tiempo, no solo en el drama.



✎ Ejercicio: escribí sus nombres y qué podés pedirles.

(Ejemplo: “A Lucía le puedo pedir un mensaje si tengo culpa. A Damián le puedo contar cuando sueño con mi familia. A mi terapeuta le puedo mostrar las dudas sin vergüenza.”)



2. Crear un “kit de anclaje emocional”



Incluye objetos, frases, imágenes, canciones o movimientos que te devuelvan a tu eje cuando aparece el ruido emocional.


Ejemplo de kit:


  • Un cuaderno con frases que necesitabas oír de chica.

  • Una playlist que no compartas con tu familia.

  • Una piedra que usaste el día que dijiste “no más”.

  • Una carta escrita por vos misma recordando por qué elegiste irte.



Guardá este kit en un lugar visible o accesible. No es infantil. Es estructurante.



3. Diseñar un ritual mensual de reafirmación



Una vez al mes, elegí una actividad que no tenga nada que ver con tu rol familiar anterior. Que no sea “útil” para otros. Solo para vos.


Puede ser:


  • caminar sola sin celular 1 hora,

  • hacer una comida que nadie en tu familia hacía,

  • escribir una carta que no enviarás,

  • grabarte un audio hablándote como una amiga verdadera.



Lo importante es que esa actividad sea simbólica y repetible. Marca que no estás esperando volver a ser “la de antes”.





Nota clínica: lo que más desorganiza no es la soledad, sino la duda de si hiciste mal



Muchos pacientes comienzan a sanar solo cuando pueden sostener esta frase sin justificarse:


“Aunque les duela, elegí no seguir repitiendo la historia.”


Por eso, todo gesto de reafirmación —por más simple que parezca— es un acto terapéutico en sí mismo.





Capítulo 7 – Reconstrucción de la identidad propia: más allá del guion familiar



La identidad es un proceso dinámico, situado entre lo biológico, lo social y lo narrativo. Para quienes han vivido en contextos familiares rígidos o conflictivos, la construcción de una identidad propia implica desarmar y resignificar el guion familiar —esas narrativas, roles y expectativas que condicionaron la experiencia vital— para abrir espacio a una existencia más auténtica y autónoma.





7.1 El guion familiar como “programa de supervivencia”



Desde una mirada antropológica y psicosocial, la familia funciona como el primer sistema de socialización donde se internalizan normas, valores y estrategias para relacionarse con el mundo. Como explica Bateson (1972) en su teoría de los sistemas, los patrones familiares suelen ser circulares y autoreforzantes; mantienen el orden aunque perpetúen sufrimiento.


El guion familiar es, en términos de Eric Berne (1964) y el Análisis Transaccional, un conjunto de decisiones inconscientes que cada persona toma en la infancia para adaptarse a ese sistema. Muchas veces estas decisiones se vuelven limitantes en la adultez, restringiendo la autenticidad.





7.2 La identidad como proceso narrativo y corporal



Dan P. McAdams (1993) define la identidad como una historia en construcción, donde el “yo” se va contando y escuchando a sí mismo para dar sentido a la experiencia.


Pero la identidad no es solo palabra. El cuerpo almacena memorias procedimentales y emociones que a menudo contradicen el relato consciente. La neurociencia afectiva (LeDoux, 1996) nos recuerda que para transformar la identidad es clave trabajar también desde la experiencia somática.





7.3 Estrategias para reconstruir la identidad propia




a) Reconocer las narrativas heredadas



Un primer paso es identificar los mensajes internalizados que aún mandan en la vida diaria:


  • “No soy suficiente si no ayudo.”

  • “Debo ser fuerte para que no me abandonen.”

  • “Si me separo, me quedo sola.”



Escribir un diario o dialogar en terapia sobre estos mensajes ayuda a traerlos a la conciencia.



b) Experimentar con narrativas alternativas



Probar nuevos relatos, por ejemplo:


  • “Mi valor no depende de lo que hago por otros.”

  • “Está bien ser vulnerable y pedir ayuda.”

  • “Mi autonomía no significa traición.”



Pueden usarse prácticas como la terapia narrativa, el mindfulness y la autocompasión (Neff, 2011) para facilitar este proceso.



c) Trabajo somático



Integrar el cuerpo en el proceso con ejercicios de conciencia corporal, respiración, movimientos expresivos y prácticas que regulen el sistema nervioso. Esto permite “sentir” el cambio y no solo pensarlo.





7.4 La identidad como un continuo proceso de diferenciación



Siguiendo a Murray Bowen (1978), la diferenciación es la capacidad de mantener la autonomía emocional dentro de un sistema familiar, sin desvincularse ni perder el sentido de pertenencia.


La vida adulta plantea desafíos donde la identidad debe ser constantemente reafirmada, negociada y puesta a prueba, pero con herramientas internas más sólidas.





7.5 Ejemplos clínicos



  • Caso 1: “Claudia”, 29 años, quien creció siendo la “mediadora” entre padres en conflicto. La terapia trabajó en ayudarla a entender que no es su responsabilidad salvar a todos y a experimentar límites corporales firmes cuando los padres intentaban involucrarla en discusiones.

  • Caso 2: “Lucas”, 35 años, con familia con patrones de control y desaprobación. Por años ocultó su orientación sexual. La reconstrucción de su identidad implicó un proceso narrativo de aceptación y una reorientación de su red de apoyo.






7.6 Consideraciones finales



Reconstruir la identidad propia no significa destruir la familia ni negar el pasado, sino reconfigurar el vínculo con la historia personal para hacer espacio a la autonomía, el amor propio y la salud emocional.


Este proceso es largo, no lineal, y requiere apoyo terapéutico, redes sociales y, fundamentalmente, paciencia y compasión hacia uno mismo.





Ejercicios para la reconstrucción de la identidad propia






Ejercicio 1: Mapeo de narrativas heredadas



Objetivo: Identificar y tomar conciencia de las creencias y mensajes familiares internalizados que limitan la identidad.


Cómo hacerlo:


  1. Tomá una hoja y dividila en dos columnas:


    • Columna 1: “Narrativas heredadas”

    • Columna 2: “Efectos en mi vida”


  2. Escribí en la primera columna frases que escuchaste o sentiste que te dijeron en tu familia (por ejemplo: “Debes ser fuerte siempre”, “No puedes mostrar debilidad”, “Tienes que cuidar de todos”, etc.).

  3. En la segunda columna, anotá cómo estas frases influyen hoy en tus decisiones, emociones o relaciones.

  4. Reflexioná: ¿Estas narrativas te ayudan o te limitan? ¿Cómo sería tu vida sin ellas?






Ejercicio 2: Reescritura de la historia personal



Objetivo: Generar nuevas narrativas que empoderen y validen la identidad propia.


Cómo hacerlo:


  1. Elegí una narrativa heredada que quieras transformar.

  2. Escribí una nueva versión que refleje lo que vos querés creer sobre vos mismx (por ejemplo: en lugar de “Debo ser fuerte para que no me abandonen”, escribir “Está bien ser vulnerable y pedir ayuda cuando la necesito”).

  3. Leé esta nueva narrativa en voz alta, todos los días, como un mantra.

  4. Si aparece resistencia o duda, anotala sin juzgar.






Ejercicio 3: Diario de autocuidado y límites



Objetivo: Practicar el reconocimiento y establecimiento de límites personales para fortalecer la autonomía.


Cómo hacerlo:


  1. Durante una semana, anotá situaciones donde sentiste que respetaste o no respetaste tus límites.

  2. Preguntate:


    • ¿Cómo me sentí cuando puse un límite?

    • ¿Qué obstáculos encontré?

    • ¿Qué puedo hacer para sostenerlo mejor?


  3. Planificá pequeñas acciones concretas para la siguiente semana que refuercen esos límites (decir “no” a un pedido que no querés, tomarte tiempo para vos, etc.).






Ejercicio 4: Práctica de mindfulness con enfoque en la identidad



Objetivo: Reconectar con el presente y las sensaciones corporales que sostienen la identidad más allá del diálogo interno.


Cómo hacerlo:


  1. Buscá un lugar tranquilo y sentate cómodamente.

  2. Cerrá los ojos y llevá tu atención a la respiración, sintiendo cómo entra y sale el aire.

  3. Observá sin juzgar las sensaciones que aparecen en tu cuerpo: tensión, relajación, calor, frío.

  4. Preguntate internamente: “¿Quién soy más allá de mis pensamientos y roles familiares?” Observá lo que surge sin tratar de resolverlo.

  5. Hacé esta práctica 10 minutos diarios, anotando después cualquier cambio en tus emociones o percepciones.






Ejercicio 5: Creación del “kit de identidad”



Objetivo: Construir un soporte físico y simbólico que refuerce la identidad personal.


Cómo hacerlo:


  1. Reuní objetos, fotos, cartas, canciones o cualquier elemento que represente quién sos y cómo querés verte.

  2. Armá una caja o espacio donde puedas acceder a estos elementos fácilmente.

  3. Usá este kit especialmente en momentos de duda o crisis para reconectar con tu esencia.






Ejercicio 6: Diálogo terapéutico interno



Objetivo: Facilitar la integración de diferentes partes internas que pueden estar en conflicto.


Cómo hacerlo:


  1. Identificá dos “partes” internas con voz propia (por ejemplo, la parte que siente culpa por alejarse de la familia y la parte que quiere libertad).

  2. Escribí un diálogo entre ellas, dejando que cada parte exprese sus miedos, deseos y preocupaciones.

  3. Buscá puntos en común o soluciones creativas que integren ambas voces.

  4. Leé el diálogo cuando sientas que la tensión interna aumenta.



 
 
 

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