Pantallas, niños y vínculos: entre los apocalípticos y los que están verdaderamente presentes
- Marcelo Gallo
- May 11
- 4 min read
En Apocalípticos e integrados, Umberto Eco proponía superar el antagonismo entre quienes denuncian los efectos corrosivos de la cultura de masas (los apocalípticos) y quienes la celebran sin reservas (los integrados). Esta tensión sigue vigente, especialmente cuando hablamos del uso de pantallas en la infancia.
La pregunta sigue apareciendo en padres, docentes y terapeutas:
¿Las pantallas perjudican el desarrollo infantil? ¿O pueden ser aliadas del aprendizaje y la conexión?
Hoy la evidencia y la experiencia clínica parecen coincidir en algo: no se trata tanto de la pantalla, sino del contexto en que se la utiliza y el tipo de vínculo que la envuelve.
Del tiempo de pantalla al tiempo compartido
La psicóloga del desarrollo Silvia Español, en línea con Daniel Stern y otros autores contemporáneos, enfatiza que el desarrollo emocional no ocurre de forma aislada en la mente del niño, sino en el espacio relacional con el otro. No es tanto el contenido de una actividad lo que define su valor, sino la cualidad del encuentro que la sostiene.
Cuando un niño ve una serie o juega un videojuego en soledad y sin regulación, se puede perder la posibilidad de crear sentido compartido. Pero cuando un adulto se sienta a mirar, comentar, reír, asombrarse o hacer preguntas junto con el niño, se produce lo que Stern llamaba “sintonía afectiva”: una resonancia emocional que organiza la experiencia interna del niño, le da palabras, le da contención y le da historia.
Como sostiene Español:
“El cerebro humano es un órgano profundamente social. No basta con estar al lado del niño: hay que poder estar con él, resonar con lo que vive, ayudarlo a nombrar, a regular, a construir sentido”.
Ni pantalla ni demonio: un espacio simbólico posible
El uso compartido de pantallas puede volverse un terreno fértil para la creación de un universo simbólico compartido. Esa serie que nos emociona, ese juego en el que cooperamos o competimos, ese video que dispara una pregunta existencial, pueden convertirse en puertas de entrada a conversaciones valiosas, en excusas para estar juntos de verdad.
Lejos de representar una amenaza al vínculo, el contenido audiovisual puede funcionar como “objeto transicional simbólico”, en el sentido que Donald Winnicott le daba a los objetos que median entre el mundo interno del niño y la realidad compartida.
Guía práctica para un uso vincular de las pantallas
1. Elegí contenido que invite a la conversación
Series con personajes complejos, dilemas morales o escenas emocionalmente ricas permiten conversar sobre valores, emociones, decisiones y miedos.
2. Mirá con ellos, no solo “mientras ellos miran”
Estar físicamente presente no es suficiente. Comentá, hacé preguntas, reí o emocionate junto a ellos. Mostráte disponible para abrir la experiencia.
3. Usá lo que vieron como puente para después
Preguntá: ¿Qué te gustó más? / ¿Qué harías vos en esa situación? / ¿Qué te dio miedo o te hizo reír?
4. Evitá la pantalla como regulador emocional exclusivo
Si bien es válido usar la tecnología como recurso de pausa (también para nosotros), no debería ser el único modo de calmarse, distraerse o consolarse. Acompañá la emoción que está detrás.
5. Prestá atención a los momentos de desconexión emocional
Si notás que el niño se pone irritable, pasivo o ansioso luego de consumir pantallas, puede ser una señal de falta de regulación. Volvé a lo relacional, al cuerpo, al juego libre o al contacto.
6. Armá rituales alrededor del consumo compartido
Ver una película el viernes a la noche con pochoclos y charla previa/posterior puede convertirse en un ritual afectivo tan valioso como leer un cuento.
Para pensar (y escribir juntos)
¿Qué serie o película disfrutaron juntos y por qué?
¿Qué temas surgieron espontáneamente mientras veían algo?
¿Qué te enseñó tu hijo o hija sobre cómo ve el mundo, a partir de una escena o personaje?
Estas preguntas pueden alimentar conversaciones, diarios familiares, dibujos o incluso juegos de roles.
Bibliografía y lecturas recomendadas
Silvia Español (2020) – El desarrollo del psiquismo y la intersubjetividad. Un texto clave para comprender cómo se forma la mente desde la interacción.
Daniel Stern (1985) – El mundo interpersonal del infante. Propone el concepto de “attunement” como núcleo del desarrollo emocional.
Donald Winnicott (1951) – Objetos transicionales y fenómenos transicionales. Para pensar cómo los medios pueden funcionar como espacios simbólicos.
Umberto Eco (1964) – Apocalípticos e integrados. Aporta una mirada crítica y matizada sobre la cultura de masas y el rol de la tecnología.
Sherry Turkle (2011) – Alone Together. Analiza cómo las tecnologías pueden acercar o aislar, según el uso relacional que hagamos de ellas.
Jesper Juul (2006) – Your Competent Child. Aporta una mirada sobre el niño como interlocutor válido y sobre cómo crear autoridad sin autoritarismo.
En resumen: no se trata de apagar la pantalla, sino de encender el vínculo
En un mundo cada vez más digital, la calidad de la presencia sigue siendo insustituible. No hace falta rechazar la tecnología ni caer en la culpa.
Hace falta convertir los medios en escenarios para el encuentro, y no en reemplazos del mismo.
Una pantalla puede ser evasión o puente.
La diferencia la hace nuestra presencia.
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