
Lo que hace Úrsula
- Marcelo Gallo
- Jun 30
- 2 min read
Lo que hace Úrsula
Camina descalza por el suelo de madera. No hace ruido. Solo la madera habla cuando se mueve. La cabaña está llena de luz, pero no entra desde arriba: entra desde los costados, como si el bosque la dejara pasar solo para ella. Las ventanas están abiertas aunque haga frío.
Dibuja cuervos. Uno por uno. No los mira como si fueran animales salvajes, sino como viejos conocidos. Les habla con naturalidad, sin afectación. “Eh, flaco, no te muevas tanto”, les dice. Y ellos no se ofenden. Se quedan. Vuelven. Porque saben que ella no necesita encerrar a nadie para que se quede.
Se pone pantalones rotos con pintura seca en las piernas. No le importa cómo quedan. Se los gana día a día. Camina con ellos como quien lleva puesta una historia hecha de elecciones, de manos sucias y tardes largas. No se esconde de sí misma. Nunca.
Abre la puerta sin preguntar. Ofrece pan y sopa como si eso bastara. Y basta. No da consejos. No busca explicaciones. Deja que el silencio haga su trabajo. Que el calor, la madera y el tiempo hagan lo suyo. Hay en su forma de hospedar algo más antiguo que las palabras.
Enciende el fuego con ramas que recoge ella misma. No es un gesto simbólico. Es una tarea práctica. Pero también es precisa. Una ceremonia de invierno. Corta la leña sin drama. Como quien sabe que ciertas cosas hay que hacerlas con el cuerpo para que el alma también se acomode.
Tiene una estufa que chisporrotea. Un cuaderno lleno de dibujos que no muestra fácilmente. Un tacho con pinceles endurecidos. Y una risa que estalla cuando quiere, no cuando debe. Una risa que no pide permiso ni perdón.
Pregunta sin hablar. Mira y vuelve a sus cosas. Pela papas con movimientos seguros. Y en ese gesto hay lugar. Lugar para el llanto. Para el silencio. Para la duda sin explicación.
Cuenta que hay un cuadro que no logra terminar. Que algo no le cierra. No lo dice con angustia. Lo dice con sinceridad. Como quien aprendió a convivir con lo incompleto. Como quien sabe que a veces lo esencial tarda en revelarse.
No pretende enseñar nada. Solo comparte. Habla desde donde está. Desde su taller en el bosque, desde su cuerpo cansado y entero. Desde su forma de estar en el mundo.
Muestra que se puede vivir sola sin estar sola. Que se puede ser fuerte sin endurecerse. Que una puede decir “me gusta así” y eso basta. Que el arte, el fuego, la sopa y los cuervos pueden hacer un hogar, si se los trata con respeto.
Y cuando la chica vuela otra vez, Úrsula no la mira con orgullo. La mira con alegría. Como quien ve brotar algo que ya estaba ahí, dormido, esperando.
Ella está ahí. Siempre está ahí.
No necesita magia para ser una bruja sabia.
Y su casa sigue siendo una puerta abierta donde las almas pueden descansar.
Comments