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“Grounding: neurociencia del suelo interno” Cómo el cuerpo, la mente y la tierra se regulan mutuamente.

  • Writer: Marcelo Gallo
    Marcelo Gallo
  • Oct 24
  • 37 min read

Updated: Oct 25


🜂 Prólogo – Volver al suelo


Hubo un tiempo en que todo aprendizaje comenzaba por los pies.El niño que gateaba, el campesino que pisaba la tierra, el músico que marcaba el compás.El cuerpo era el primer maestro, la gravedad la primera ley.


Hoy vivimos suspendidos: en pantallas, en ritmos acelerados, en pensamientos que flotan.Nos acostumbramos a pensar desde la cabeza, pero la cabeza también necesita un lugar donde apoyarse.Este libro nació de esa intuición simple: volver a tocar el suelo.


Desde la psicología, la neurociencia y el arte, el grounding aparece como una forma de recordarnos lo que la cultura ha olvidado: que la mente no está en el aire.El bienestar, la creatividad y la empatía no se fabrican con esfuerzo; emergen cuando el sistema nervioso percibe seguridad.Y la seguridad empieza en algo tan humilde como sentir el peso del cuerpo.


No se trata de una técnica nueva. Es una memoria que el cuerpo conserva desde siempre.Caminar, respirar, tocar un instrumento, escribir… cada gesto puede ser una puerta de regreso al presente.Este libro no pretende enseñar a “bajar a tierra”, sino mostrar que ya estamos en ella: solo hace falta recordar el contacto.


Que cada lector encuentre aquí su propia manera de anclar, su propio ritmo, su propio suelo.Porque en el fondo, toda búsqueda espiritual, terapéutica o científica termina en la misma pregunta:¿Dónde estoy ahora, mientras todo sigue moviéndose?



Capítulo 1. Volver a sentir el piso


1.1. Un gesto olvidado


Pocas acciones parecen tan triviales y, sin embargo, tan reveladoras como apoyar los pies en el suelo. En la vida moderna, la superficie sobre la que caminamos —baldosa, cemento, zapatilla, alfombra— se ha vuelto un intermediario permanente entre el cuerpo y la tierra. Lo que antes era contacto directo, hoy es un filtro. El “grounding”, traducido como enraizamiento o anclaje, recupera la pregunta más simple:¿qué ocurre en nuestro sistema nervioso, en nuestra conciencia, cuando volvemos a sentir el peso del cuerpo sobre la tierra?

Este gesto, tan elemental como respiratorio, condensa una paradoja contemporánea: vivimos saturados de estímulos digitales y desconectados de la propiocepción básica. Nos cuesta percibir la gravedad, el sostén, la orientación del cuerpo. Sentir el piso, en este contexto, se convierte en una práctica radical.


1.2. Tres genealogías del grounding


El término grounding tiene raíces diversas que convergen desde disciplinas muy distintas:

  1. En psicoterapia corporal y somática, Wilhelm Reich y Alexander Lowen utilizaron la idea de “groundedness” para describir el grado de presencia del individuo en su cuerpo. Lowen hablaba de estar enraizado como el indicador de salud emocional: la persona conectada con el suelo expresa su vitalidad, no flota en la mente.

  2. En psicología contemporánea y trauma, las técnicas de grounding se refieren a estrategias para volver al presente. En pacientes con ansiedad o disociación, el terapeuta guía a la persona a sentir los pies, el entorno, la respiración, para restablecer el sentido de realidad. Estudios neurocientíficos recientes confirman que este tipo de atención interoceptiva y exteroceptiva reduce la activación amigdalar y aumenta la regulación prefrontal.

  3. En el movimiento de “earthing” físico, surgido a finales del siglo XX, el grounding alude a caminar descalzo o conectar el cuerpo eléctricamente con la tierra. Se propone que el flujo de electrones actúa como antioxidante natural y modula procesos inflamatorios. Aunque la evidencia es incipiente y a veces controvertida, esta línea aporta hipótesis biofísicas sobre la relación entre superficie terrestre, piel y sistema inmunitario.

Estas tres genealogías —psicológica, somática y biofísica— ofrecen una topografía del concepto: el grounding puede entenderse como experiencia subjetiva, práctica corporal y fenómeno fisiológico simultáneamente.


1.3. El cuerpo como interfaz


El cuerpo no es solo vehículo: es interfaz entre la conciencia y el entorno. La planta del pie contiene unas 200 000 terminaciones nerviosas; su arquitectura anatómica, con arcos y receptores de presión, convierte cada paso en un mapa de datos propioceptivos.Cuando una persona camina o se apoya descalza, se activan mecanorreceptores que informan al cerebelo y a la corteza somatosensorial sobre textura, temperatura, humedad y presión. Esa información contribuye al sentido del yo corporal, al equilibrio y a la orientación espacial.

Desde el punto de vista neurocientífico, el grounding involucra una sincronización entre sistemas vestibular, propioceptivo e interoceptivo. En términos de regulación emocional, estos circuitos modulan la actividad del sistema nervioso autónomo: caminar o simplemente sentir los pies en el suelo tiende a disminuir la frecuencia cardíaca y la respuesta simpática, facilitando el tono vagal ventral descrito por Stephen Porges.El suelo, entonces, se vuelve co-regulador: un agente físico en la regulación psicofisiológica.


1.4. Grounding y cultura: del rito al laboratorio


En muchas culturas tradicionales, el contacto con la tierra tenía un sentido ritual: quitarse los zapatos antes de entrar a un templo, sentarse en el suelo para meditar, danzar descalzo en ceremonias. Estos gestos no eran meramente simbólicos: implicaban reconocer a la tierra como soporte común, como regulador energético y social.El siglo XX tecnificó la vida y homogeneizó las superficies: asfalto, goma, pantallas. Paradójicamente, el exceso de estímulo visual coincidió con la pérdida de referencia corporal. En este contexto, el grounding reaparece —desde las terapias somáticas y la neurociencia de la atención— como una tecnología de reconexión.

La investigación reciente en mindfulness, neurofeedback y movimiento consciente muestra que las prácticas que refuerzan la percepción del peso, la gravedad y el contacto con el suelo aumentan la conectividad entre la ínsula anterior y la corteza prefrontal medial, áreas implicadas en la conciencia del cuerpo y la regulación de la emoción (Farb et al., 2012; Critchley et al., 2021).Volver al suelo no es un gesto romántico sino una intervención neuroconductual.


1.5. Grounding musical: el bajo descalzo


El grounding puede ser también una práctica estética. El músico, especialmente quien toca instrumentos de cuerda baja, interactúa con frecuencias graves que resuenan físicamente en el cuerpo. El bajo, instrumento que traduce vibración en ritmo, convierte el sonido en masa.Tocar descalzo amplifica la experiencia: la vibración viaja desde la cuerda, pasa al amplificador, repercute en el suelo y asciende por las piernas. El intérprete se convierte en circuito vivo de resonancia.

Desde un punto de vista fenomenológico, el bajo descalzo no es solo una excentricidad performativa: es una forma de sentir el vínculo entre gravedad, ritmo y presencia. Los estudios sobre sincronización motora en músicos muestran que la percepción de las bajas frecuencias refuerza el acoplamiento entre cerebro y cuerpo (Phillips-Silver & Trainor, 2005).El pie descalzo, al percibir microvibraciones, puede servir como anclaje somatosensorial que mantiene al músico en un estado de flujo consciente, combinando grounding físico y atención plena.


1.6. La hipótesis de trabajo


Este libro parte de una hipótesis simple:

“La calidad de nuestra relación con el suelo refleja la calidad de nuestra relación con el presente.”

El grounding no se limita a una técnica de relajación ni a una curiosidad bioeléctrica; es un principio estructurante de la conciencia corporal.Exploraremos cómo distintas disciplinas —psicología, neurociencia, fisiología, arte, música— convergen en este punto: el suelo como interfaz de integración.Y, en la práctica, cómo acciones cotidianas como caminar, respirar o tocar el bajo descalzo pueden servir como portales de reconexión entre cuerpo, emoción y entorno.


1.7. Objetivos del libro


  1. Revisar el sustento científico de las distintas formas de grounding: psicológico, corporal y físico.

  2. Integrar una perspectiva neurocognitiva y estética, mostrando cómo la percepción del suelo modula atención, emoción y movimiento.

  3. Proponer ejercicios y protocolos —entre ellos, la práctica del bajo descalzo— que sirvan como herramientas de autorregulación y presencia.

  4. Ofrecer un marco conceptual crítico, capaz de distinguir entre evidencia y creencia, entre metáfora y mecanismo.


1.8. Hacia los capítulos siguientes


En los capítulos siguientes exploraremos:

  • las bases neurofisiológicas del grounding y su relación con el sistema nervioso autónomo (Cap. 2);

  • las tradiciones corporales y artísticas que hicieron del contacto con la tierra un principio de conocimiento (Cap. 3);

  • la investigación empírica sobre grounding físico y sus controversias (Cap. 4);

  • y finalmente, la práctica del bajo descalzo como laboratorio vivo de integración cuerpo-música-presencia (Cap. 5 en adelante).


El recorrido será doble: científico y experiencial.Porque, como escribía Merleau-Ponty, “el cuerpo es nuestro medio general para tener un mundo.”Y ese mundo, quizá, comienza siempre por sentir el piso bajo los pies.




Capítulo 2. Neurofisiología del Grounding: del pie al cerebro


2.1. Introducción: la inteligencia del suelo


Todo organismo vivo necesita un punto de referencia para orientarse. Para el ser humano, ese punto es la gravedad. Cada vez que nuestros pies tocan el suelo, se reactiva un diálogo ancestral entre cuerpo y planeta: la fuerza de atracción terrestre y la respuesta muscular que la equilibra. Lo llamamos grounding, pero podría definirse con precisión fisiológica como la sincronía entre los sistemas somatosensorial, vestibular e interoceptivo que permiten mantener la postura, la orientación y la sensación de presencia.En este capítulo analizaremos cómo el cuerpo humano “sabe” dónde está, qué procesos neuronales sostienen esa conciencia de base y por qué perderla puede tener consecuencias emocionales.


2.2. Anatomía del contacto


La planta del pie es una zona de alta densidad sensorial: más de 200 000 terminaciones nerviosas conectan piel, músculos y huesos con el sistema nervioso central.

  • Receptores de Meissner y Merkel: registran presión y textura, claves para la discriminación táctil fina.

  • Corpúsculos de Pacini: responden a vibraciones rápidas, esenciales para percibir la resonancia del suelo o de un instrumento.

  • Terminaciones de Ruffini: detectan estiramiento y contribuyen a la sensación de estabilidad.

Las señales aferentes ascienden por la médula espinal hacia el cerebelo y la corteza somatosensorial primaria (S1), donde se integra la representación del pie en el homúnculo cortical. Esa cartografía dinámica se modifica con la experiencia: un bailarín o un músico descalzo desarrolla un mapa plantar más fino, lo que demuestra la plasticidad cortical asociada al uso.


2.3. Gravedad y equilibrio


El grounding es inseparable del sistema vestibular, localizado en el oído interno. Los canales semicirculares y los otolitos detectan aceleraciones lineales y angulares, mientras que los receptores plantares informan sobre la presión y la inclinación del cuerpo.La comunicación entre ambos sistemas —vestibular y somatosensorial— es procesada por el cerebelo y el tálamo, ajustando el tono muscular y el centro de masa corporal.Estudios con plataformas de fuerza muestran que las prácticas que enfatizan la percepción del peso corporal (yoga, tai chi, meditación caminando) reducen el balanceo postural y mejoran la estabilidad (Manor et al., 2018). Dicho de otro modo: un cuerpo más grounded oscila menos porque su cerebro percibe mejor dónde está.


2.4. Sistema nervioso autónomo y co-regulación


El contacto con el suelo también influye en el sistema nervioso autónomo (SNA). La presión constante bajo los pies estimula receptores de presión profunda que activan vías parasimpáticas, reduciendo la frecuencia cardíaca y favoreciendo la digestión y la calma.Según la Teoría Polivagal (Porges, 2011), la sensación de seguridad corporal activa el complejo vagal ventral, que inhibe respuestas de defensa y permite la comunicación social. El simple hecho de sentir el peso y la textura del suelo puede restaurar esa sensación de base segura.Experimentos que miden la variabilidad de la frecuencia cardíaca (HRV) muestran aumentos significativos tras ejercicios de grounding o movimiento consciente (Park & Thayer, 2014), marcadores fisiológicos de autorregulación.


2.5. Interocepción y conciencia corporal


La ínsula anterior es el centro cortical donde convergen señales viscerales, propioceptivas y emocionales. Cuando una persona presta atención a sus pies o a la respiración, se activa la ínsula y su conexión con la corteza prefrontal medial, áreas implicadas en la regulación emocional y la metaconciencia (Farb et al., 2012; Craig, 2015).El grounding funciona así como una forma somática de meditación: al dirigir la atención a las sensaciones plantares y al peso corporal, el cerebro transita de un modo narrativo a un modo sensorial-presente. Ese cambio reduce la rumiación y estabiliza la red neuronal por defecto.


2.6. Resonancia y vibración


Las frecuencias graves —entre 40 y 200 Hz— no solo se oyen, se sienten. Al tocar un bajo eléctrico, las vibraciones se transmiten por el suelo y estimulan los corpúsculos de Pacini. La información vibro-táctil se integra con las señales auditivas en la corteza temporal, reforzando la sincronización motora.Phillips-Silver y Trainor (2005) demostraron que el movimiento corporal modula la percepción rítmica: cuando el cuerpo vibra, el cerebro percibe mejor el compás.Tocar el bajo descalzo convierte esa resonancia en un circuito cerrado: cuerda–suelo–piel–sistema nervioso. El músico literalmente entra en fase con el entorno.


2.7. Neuroquímica del contacto


Las investigaciones sobre earthing físico sugieren posibles efectos sobre el eje hipotalámico-pituitario-adrenal. En estudios preliminares (Chevalier et al., 2012; Ghaly & Teplitz, 2004), el contacto prolongado con la tierra redujo el cortisol nocturno y mejoró el sueño. Sin embargo, la evidencia aún es limitada y requiere replicación con controles adecuados.Más allá de la hipótesis eléctrica, el simple hecho de mantener atención sostenida en las sensaciones plantares activa mecanismos de relajación y libera serotonina y dopamina, neurotransmisores implicados en bienestar y motivación. La base neuroquímica del grounding podría explicarse más por autoregulación parasimpática que por transferencia electrónica.


2.8. Plasticidad y aprendizaje corporal


El cuerpo aprende tanto como la mente. En estudios de entrenamiento propioceptivo, se observa una expansión de las áreas corticales correspondientes a los pies y piernas (Elbert et al., 1995). Ese aprendizaje sensorial mejora la coordinación y la postura, y en contextos terapéuticos ayuda a restaurar el sentido de agencia tras experiencias traumáticas.El grounding practicado regularmente actúa como una gimnasia de la atención: re-educa la conexión entre sensación, interpretación y acción. En términos de Hebb, “las neuronas que se activan juntas se conectan juntas”; pisar el suelo con conciencia fortalece la red neural de presencia.


2.9. Implicaciones clínicas y performativas


En psicotrauma, técnicas de grounding corporal reducen disociación y flashbacks (Schauer & Elbert, 2010). En ansiedad, mejoran la percepción de control y reducen hiperventilación.Para músicos y artistas escénicos, la conciencia plantar mejora la estabilidad postural y disminuye la ansiedad de performance (Osborne et al., 2022).En rehabilitación física, la estimulación plantar se usa para recuperar el esquema corporal en pacientes con lesiones neuromotoras.Así, el grounding emerge como una tecnología transversal: une fisiología, psicología y arte.


2.10. Síntesis: el suelo como cerebro extendido


El grounding revela que la conciencia no termina en la piel: el suelo participa en la cognición corporal. Cada vez que sentimos el peso, nuestro cerebro actualiza un modelo interno de la realidad.El contacto con la tierra modula el equilibrio autonómico, la interocepción y la resonancia emocional.Podríamos decir, con propiedad científica y poética, que el suelo piensa con nosotros: traduce la gravedad en información y la información en presencia.

Referencias abreviadas

  • Chevalier G., Sinatra S. T., Oschman J. L. (2012). Earthing: Health implications of reconnecting the human body to the earth’s surface electrons. J. Environ. Public Health.

  • Craig A. D. (2015). How do you feel? Interoception and the neural basis of consciousness. Princeton University Press.

  • Elbert T. et al. (1995). Increased cortical representation of the fingers of the left hand in string players. Science.

  • Farb N. A. S. et al. (2012). Interoception, meditation, and the brain. Consciousness and Cognition.

  • Ghaly M., Teplitz D. (2004). The biological effects of grounding the human body during sleep. J. Altern. Complement. Med.

  • Manor B. et al. (2018). Postural stability in older adults practicing Tai Chi. J. Gerontology B.

  • Osborne M. S. et al. (2022). Mind-body interventions for music performance anxiety. Psychol. Music.

  • Park G., Thayer J. (2014). From the heart to the mind: HRV and emotion regulation. Biol. Psychol.

  • Phillips-Silver J., Trainor L. J. (2005). Feeling the beat: movement influences rhythm perception. Science.

  • Porges S. W. (2011). The Polyvagal Theory: Neurophysiological foundations of emotions, attachment, communication, and self-regulation. Norton.

  • Schauer M., Elbert T. (2010). Dissociation following traumatic stress. Z. Psychol.




Capítulo 3. La historia cultural del contacto con la tierra


3.1. Los pies como raíz del alma


En casi todas las lenguas antiguas, las palabras para humano y tierra comparten raíz etimológica. Adam proviene de adamah (“suelo rojo”), en sánscrito bhūmi (tierra) se asocia a bhūta (ser vivo), y en latín humus da origen a humano y a humildad: ser de la tierra.La historia del grounding es, en esencia, la historia de cómo las culturas recordaron —o olvidaron— su suelo.

Los pies fueron símbolo de conexión y vulnerabilidad: en muchas tradiciones se los lava antes de entrar al hogar o al templo. Este gesto cotidiano, más que higiene, era reconocimiento: al lavar los pies, se honra el camino recorrido y se despeja la mente antes de ingresar a un espacio sagrado.


3.2. De los rituales a las artes corporales


En los pueblos originarios, el contacto con el suelo era parte de la cosmología. En las danzas de los navajos, mapuches o yorubas, cada golpe de pie era comunicación con la tierra. Las pisadas rítmicas eran percusión y oración a la vez.La danza africana occidental y sus descendientes en América (samba, candombe, tap) mantienen ese principio: el ritmo nace del suelo. El cuerpo no se despega, dialoga con la gravedad.

El filósofo Gaston Bachelard escribió que “toda verticalidad nace de un impulso del suelo”. En las prácticas orientales como el tai chi o el chi kung, la energía vital (chi) asciende desde la planta de los pies. En el yoga, la asana “Tadasana” (postura de la montaña) enseña a distribuir el peso de manera consciente; el pie deviene punto de meditación.El suelo no es un obstáculo: es un aliado.


3.3. La tierra en las religiones del cuerpo


Las grandes religiones expresan distintas actitudes frente al suelo:

  • Budismo: meditar sentado en el suelo simboliza la igualdad de todos los seres. Cuando Buda toca la tierra antes de alcanzar la iluminación, el gesto (“bhumisparsha mudra”) significa: “La tierra es testigo de mi despertar.”

  • Cristianismo: el lavatorio de los pies aparece como gesto de servicio y humildad, recordando que el cuerpo —y su polvo— son parte del misterio.

  • Islam: la oración diaria incluye tocar la frente al suelo (sujūd), acto que une mente y materia en la sumisión a lo real.

  • Religiones afroamericanas: los orishas están ligados a elementos naturales; Obatalá y Oshun gobiernan desde la tierra y el río. Descalzarse en la ceremonia es volver al linaje mineral.

Cada una de estas tradiciones, más allá de su teología, coincide en un principio fisiológico y simbólico: la tierra calma. No es casual que esos gestos reduzcan el ritmo cardíaco, activen la respiración diafragmática y generen un estado de seguridad —lo que hoy la neurociencia describe como activación del tono vagal ventral.


3.4. Modernidad: la pérdida del suelo


La Revolución Industrial elevó al ser humano. Literalmente. El asfalto, el calzado de goma y los pisos suspendidos redujeron la fricción sensorial entre cuerpo y planeta. El gesto de caminar descalzo pasó de ser cotidiano a ser excéntrico, asociado a pobreza o espiritualidad alternativa.La arquitectura moderna celebró el aire y el vidrio; Le Corbusier hablaba de “la casa como máquina de habitar”. Pero la máquina ya no tocaba tierra: flotaba.

A medida que la vida urbana se densificó, el cuerpo perdió información táctil y gravitatoria. Los psicólogos ambientales hablan de desarraigo sensorial: exceso de estímulo visual y déficit de estímulo somático. La mente se hiperestimula mientras el cuerpo queda desinformado.Las terapias corporales del siglo XX (Reich, Lowen, Alexander, Feldenkrais) surgieron como respuesta a ese vacío: volver a sentir las piernas era también volver a sentir el mundo.


3.5. Grounding en la era eléctrica


En los años 50, mientras la física desarrollaba la teoría de campos electromagnéticos, comenzaron los primeros experimentos sobre “grounding eléctrico” en ingeniería: conectar un circuito al suelo para estabilizarlo. El lenguaje técnico migró a la psicología: estar grounded era estar estable, no sobrecargado.Décadas después, el movimiento earthing recuperó la metáfora literalmente: conectar el cuerpo con la tierra mediante caminatas descalzas o dispositivos conductivos.Más allá de sus controversias científicas, el fenómeno reveló una intuición cultural: el ser humano busca reestablecer un equilibrio perdido entre tecnología y biología.


3.6. Arte, danza y performance


En el siglo XX, artistas como Isadora Duncan y Martha Graham reivindicaron la gravedad como lenguaje. Graham decía: “No hay danza sin caída.” Su técnica consistía en contraction and release: caer y volver a erguirse, como respiración de la tierra.En la pintura, Caravaggio mostraba pies sucios, cuerpos pesados, santos que parecían recién salidos del barro: espiritualidad terrenal.En la música, el jazz y luego el rock introdujeron el bajo eléctrico, instrumento que literalmente toca el suelo del espectro sonoro. Cada golpe de cuerda es una conversación con la gravedad.La cultura pop continuó esa genealogía: bailar descalzo, pisar el escenario, sentir el bajo en el pecho, todo eso es neurofisiología antes que espectáculo.


3.7. La paradoja contemporánea


Nunca hubo tanta conciencia ecológica y, sin embargo, tan poca experiencia directa del entorno. El grounding moderno se practica en gimnasios con piso de goma o en retiros que prometen reconectar lo que la vida urbana desconecta.Desde la perspectiva antropológica, podría verse como una nostalgia somática: el cuerpo busca recuperar los circuitos sensoriales que la modernidad silenció.La ciencia aporta hoy una lectura complementaria: lo que el ritual llamaba “energía de la tierra” puede entenderse como una regulación del sistema nervioso por estímulo somatosensorial. No hay contradicción: hay traducción.


3.8. Hacia una arqueología del contacto


Si pudiéramos trazar una línea desde los templos de piedra hasta los estudios de grabación, encontraríamos un mismo gesto repetido: volver a tocar el suelo para escuchar mejor.El bailarín lo hace para sentir el compás; el músico, para sentir el pulso; el meditador, para escuchar el silencio.El grounding atraviesa religiones, artes y ciencias como un lenguaje común de estabilidad.

Hoy, en el siglo XXI, cuando casi todo flota —la información, la economía, incluso nuestras identidades—, reaprender a pisar el piso se vuelve un acto político y terapéutico.Cada vez que el pie desnudo toca la tierra, se reactiva una memoria evolutiva: millones de años de homínidos calibrando equilibrio, temperatura y terreno. No hay metáfora más literal de pertenencia.


3.9. Epílogo: la tierra como archivo


El suelo conserva huellas. En arqueología, cada capa de tierra guarda una época; en psicología corporal, cada postura guarda una historia.El grounding cultural es también una excavación: buscar en la memoria de los gestos una sabiduría olvidada.Caminar descalzo, danzar, tocar el bajo o simplemente quedarse quieto sobre el suelo no son ejercicios aislados; son formas de lectura del cuerpo como texto antiguo.

Quizás por eso, al final, el grounding no sea una técnica sino un regreso: una alfabetización táctil del presente.




Capítulo 4. La evolución científica del Grounding


4.1. De metáfora corporal a concepto medible


Durante buena parte del siglo XX, “grounding” fue un término poético. Alexander Lowen lo introdujo en los años 50 dentro de la Bioenergética, describiendo la capacidad del individuo de “estar conectado con la tierra” como un correlato de su equilibrio emocional.Aunque Lowen hablaba en metáforas, su observación era fisiológicamente precisa: notaba que pacientes con ansiedad o represión afectiva mantenían una tensión crónica en las piernas y una respiración alta, como si flotaran sobre el suelo.Las décadas siguientes vieron una transformación de esa intuición en objeto de medición. La psicología corporal empezó a cuantificar lo que antes era percepción clínica: tono muscular, centro de gravedad, equilibrio postural y activación autonómica.


4.2. Los años 70: del cuerpo como símbolo al cuerpo como sistema


Los movimientos de terapia humanista (Reich, Lowen, Perls) influyeron en la fisiología aplicada. Investigadores en medicina psicosomática y neurofisiología comenzaron a estudiar la relación entre postura y estados emocionales.Experimentos de 1974 (Lacey & Lacey) mostraron que los cambios en tono muscular y presión plantar acompañaban variaciones del ritmo cardíaco y de la resistencia galvánica de la piel. El cuerpo y la emoción compartían circuitos eléctricos comunes.

En paralelo, la teoría de feedback corporal (James-Lange actualizada) proponía que las emociones no solo se expresan en el cuerpo, sino que se generan en parte a través de sus señales. El grounding físico, al modificar esas señales, podía modular la emoción.


4.3. Los 90: neurociencia del cuerpo y conciencia


La década de 1990 consolidó la revolución somática. Antonio Damasio, en El error de Descartes (1994), introdujo la noción de marcadores somáticos: señales corporales que guían la toma de decisiones.Mientras tanto, Bud Craig y otros investigadores de la ínsula anterior demostraron que la conciencia del cuerpo (interocepción) está directamente implicada en la autoconciencia.Estos descubrimientos ofrecieron un lenguaje nuevo para viejas prácticas: el grounding podía entenderse como un entrenamiento en interocepción y propiocepción, capaz de recalibrar la relación entre cuerpo, emoción y pensamiento.


4.4. La ola del mindfulness y la evidencia empírica


Con la popularización del Mindfulness-Based Stress Reduction (MBSR) de Jon Kabat-Zinn en los años 80 y su validación empírica en los 2000, las prácticas de grounding encontraron un marco de legitimidad.Estudios con resonancia magnética funcional mostraron que el entrenamiento en atención al cuerpo y respiración incrementa la densidad de sustancia gris en el hipocampo, ínsula y corteza prefrontal (Hölzel et al., 2011).El grounding, en tanto práctica centrada en la sensación de peso y contacto, se inserta en esta familia de intervenciones de atención encarnada: regula la red neuronal por defecto y activa redes de control ejecutivo.La neurociencia comenzó a hablar, sin metáfora, del grounded cognition: la cognición arraigada en la experiencia sensorial.


4.5. Grounding y neurociencia social


Stephen Porges (2011) propuso con la Teoría Polivagal que la sensación de seguridad corporal —y por extensión, de estar “enraizado”— depende del tono vagal ventral.Esa rama del nervio vago promueve la calma fisiológica y la conexión social. Cuando una persona se siente físicamente sostenida, con respiración baja y contacto estable con el suelo, el sistema vagal ventral inhibe las respuestas defensivas del simpático.Los estudios de Allan Schore y Louis Cozolino sobre regulación interpersonal extendieron el concepto: el grounding no solo es individual, también es co-regulado por el entorno y por otros cuerpos.


4.6. La ciencia del earthing: hipótesis biofísica y controversia


A finales de los 90, el técnico de televisión Clinton Ober popularizó el término earthing, postulando que el contacto directo con la tierra permite que los electrones del suelo neutralicen radicales libres en el cuerpo.Entre 2004 y 2015 se publicaron estudios pequeños (Chevalier et al., Ghaly & Teplitz) que reportaban reducciones de inflamación, cortisol y mejoras en el sueño.Sin embargo, revisiones sistemáticas (Brown et al., 2020) señalaron limitaciones graves: escaso tamaño muestral, falta de doble ciego, conflictos de interés y mecanismos biofísicos poco plausibles.La comunidad científica considera al earthing interesante pero no concluyente.No obstante, los efectos subjetivos positivos podrían explicarse por la atención interoceptiva, la activación vagal y el contexto relajado de la práctica, más que por transferencia de electrones.Así, el grounding físico sigue siendo un campo híbrido entre fisiología, placebo y meditación encarnada.


4.7. Desde la neurociencia del movimiento hasta la musicoterapia


En las dos últimas décadas, la neurociencia del movimiento aportó evidencia sólida sobre cómo el contacto con el suelo modula la percepción corporal.Estudios con plataformas de presión muestran que la retroalimentación plantar mejora el equilibrio, la orientación espacial y la percepción del yo corporal (Blanke et al., 2015).En musicoterapia, la combinación de ritmo, vibración y movimiento descalzo se ha usado para tratar ansiedad y trauma (Koelsch, 2014).El grounding musical, especialmente a través de frecuencias graves y patrones rítmicos predecibles, activa los circuitos dopaminérgicos del reward y los centros límbicos de placer corporal.


4.8. De la clínica a la investigación interdisciplinaria


Hoy, el grounding se estudia en tres frentes principales:

  1. Psicología clínica: como técnica de regulación en trauma, ansiedad y disociación.

  2. Neurociencia del cuerpo: como entrenamiento interoceptivo y propioceptivo que mejora atención y conciencia.

  3. Salud ambiental y biofísica: como hipótesis de reconexión eléctrica con la tierra, aún en debate.

El futuro del campo depende de integrar estas perspectivas sin confundirlas. Un modelo neuroecológico del grounding podría abordar simultáneamente la fisiología (autonomía), la ecología (entorno) y la fenomenología (experiencia subjetiva).


4.9. El cambio de paradigma: del dualismo al cuerpo distribuido


En el siglo XXI, las ciencias cognitivas han comenzado a adoptar el paradigma de la cognición encarnada y situada (embodied & enactive cognition).La mente ya no se entiende como procesador abstracto, sino como un sistema distribuido entre cerebro, cuerpo y ambiente.El grounding, en este marco, deja de ser una técnica alternativa y se convierte en condición de posibilidad de la experiencia consciente.Estar en contacto con el suelo no es una metáfora espiritual sino un requisito perceptual para que la mente tenga mundo.


4.10. Síntesis: del mito a la evidencia


En menos de un siglo, el grounding pasó de ser un gesto ritual a un campo de estudio neurocientífico.Hoy, los experimentos de resonancia, la psicofisiología y las terapias somáticas lo respaldan con fundamentos concretos: variabilidad cardíaca, activación vagal, plasticidad cortical, equilibrio postural, reducción de cortisol.La “tierra” de la bioenergética se volvió mensurable.Pero quizá el desafío más interesante de la ciencia contemporánea sea recordar lo que las culturas antiguas ya sabían: que la conexión con el suelo no se prueba solo con datos, se siente.


Referencias abreviadas


  • Blanke, O., et al. (2015). Bodily self-consciousness and vestibular processes. Curr. Opin. Neurol.

  • Brown, R. et al. (2020). Earthing and health: a systematic review. J. Altern. Complement. Med.

  • Chevalier, G., Sinatra, S., Oschman, J. (2012). Earthing: Health implications... J. Environ. Public Health.

  • Damasio, A. (1994). Descartes’ Error. Penguin.

  • Hölzel, B. K., et al. (2011). Mindfulness practice leads to increases in regional brain gray matter density. Psychiatry Research: Neuroimaging.

  • Koelsch, S. (2014). Music-evoked emotions: principles, brain correlates, and implications for therapy. Ann. N.Y. Acad. Sci.

  • Lacey, J., & Lacey, B. (1974). Some autonomic-central nervous system interrelationships. Perspect. Biol. Med.

  • Lowen, A. (1958). The Language of the Body. Macmillan.

  • Porges, S. (2011). The Polyvagal Theory. Norton.

  • Schore, A. (2012). The Science of the Art of Psychotherapy. Norton.

  • Craig, A. D. (2015). How do you feel? Princeton University Press.



Capítulo 5. Prácticas y protocolos de Grounding


5.1. Introducción: la ciencia que se vuelve cuerpo


Toda teoría sobre el grounding termina en el mismo punto: los pies.Después de siglos de pensamiento abstracto, la neurociencia nos devuelve a la sensación directa. No hay forma de comprender el sistema nervioso sin sentirlo.Este capítulo propone volverlo experiencia: ejercicios diseñados para entrenar la conciencia del peso, el contacto, la vibración y la seguridad corporal.El objetivo no es relajarse —aunque la relajación ocurra—, sino reinstalar la referencia corporal del presente.


5.2. Estructura general de una práctica de grounding


Cada práctica puede entenderse como una secuencia de tres fases:

  1. Anclaje sensorial: sentir el contacto con el suelo, la temperatura, el peso.

  2. Regulación autonómica: estabilizar la respiración, elongar la exhalación, permitir el descenso de la activación simpática.

  3. Integración cognitiva o expresiva: vincular la sensación corporal con la acción (caminar, tocar, escribir, crear).

Las tres fases equivalen, neurofisiológicamente, a una transición del modo defensivo al modo social y creativo del sistema nervioso.

I. Grounding básico: sentir el peso


5.3. Práctica 1 – Pisar el piso


Duración: 5 minutosLugar: de pie, sin calzado, sobre superficie firme.

Guía paso a paso:

  1. Cerrá los ojos.

  2. Notá dónde empieza el cuerpo a tener peso.

  3. Sentí la textura del suelo bajo cada pie.

  4. Dejá que la gravedad haga su trabajo. No sostengas, permití caer el peso hacia abajo.

  5. Imaginá que la respiración desciende también a través de las piernas.

Fundamento neurofisiológico:

  • Estimula mecanorreceptores plantares (Pacini, Merkel).

  • Activa reflejos posturales cerebelosos y vías vagales.

  • Reduce el “postural sway” (balanceo corporal), asociado a estabilidad emocional.

Indicaciones terapéuticas:Ideal como inicio de sesión de mindfulness o psicoterapia corporal. En trauma, puede usarse para restablecer orientación y control perceptual.


II. Grounding en movimiento: caminar con conciencia


5.4. Práctica 2 – Caminar lento, sentir el impulso


Duración: 10–15 minutos.

Guía:

  1. Caminá a un ritmo mucho más lento del habitual.

  2. Prestá atención a cómo el peso se traslada del talón a los dedos.

  3. Notá el microequilibrio de caderas y tronco.

  4. Si surgen pensamientos, usá la sensación del suelo como ancla.

Fundamento científico:

  • Mejora la integración vestibular y propioceptiva (Manor et al., 2018).

  • Aumenta la conectividad ínsula–prefrontal (Farb et al., 2012).

  • Promueve coherencia cardíaca: respiración y paso sincronizados.

Variación: realizarlo al aire libre, sobre césped o tierra, para incorporar estimulación táctil variable.


III. Grounding respiratorio: peso y diafragma


5.5. Práctica 3 – Respiración de raíz

Duración: 7 minutos

Guía:

  1. Sentate o permanecé de pie.

  2. Colocá una mano sobre el abdomen bajo y otra sobre el pecho.

  3. Inhalá permitiendo que el abdomen se expanda; exhalá por la boca con sonido suave, como un suspiro.

  4. Visualizá el aire descendiendo hasta los pies.

Fundamento neurofisiológico:

  • La exhalación prolongada estimula el nervio vago y aumenta la HRV (respiratory sinus arrhythmia).

  • Mejora oxigenación y reduce la actividad amigdalar.

  • Refuerza la conexión entre sistema respiratorio y sensorial plantar: doble anclaje cuerpo–tierra.

Uso clínico: útil en crisis de ansiedad, disociación o hipervigilancia.


IV. Grounding musical: el bajo descalzo


5.6. Práctica 4 – El pulso de la tierra


Duración: 15–20 minutosInstrumento: bajo eléctrico o acústico (también adaptable a percusión o contrabajo).

Guía:

  1. Quitate el calzado y sentate o parate con ambos pies en contacto con el suelo.

  2. Antes de tocar, escuchá el silencio y sentí el peso de tu cuerpo.

  3. Tocá una nota grave, sostenida. Observá cómo vibra el aire, el suelo y tus piernas.

  4. Alterná momentos de ejecución y de silencio, como si cada vibración continuara en el cuerpo.

  5. Imaginá que tocás con el suelo, no contra él.

Fundamento neurofisiológico y estético:

  • Las frecuencias graves (40–200 Hz) estimulan receptores de Pacini y sincronizan ritmos corticales.

  • La vibración refuerza la percepción corporal y la coordinación motora (Phillips-Silver & Trainor, 2005).

  • La conciencia de peso y sonido reduce la ansiedad de performance y genera coherencia rítmica cardíaca.

Aplicación:

  • En musicoterapia o talleres de creatividad consciente.

  • Como ejercicio para músicos con disociación corporal o bloqueo emocional.

  • En rehabilitación postural, combinando ritmo, respiración y percepción plantar.


V. Grounding expresivo: crear desde el cuerpo


5.7. Práctica 5 – Escribir desde los pies


Duración: 20 minutosGuía:

  1. Sentate con los pies bien apoyados.

  2. Antes de escribir, respirá tres veces sintiendo el peso.

  3. Comenzá un texto libre con la frase: “Desde mis pies siento...”

  4. No busques coherencia; dejá que el cuerpo dicte el ritmo de la escritura.

Fundamento psicológico:

  • Combina atención interoceptiva con procesamiento narrativo.

  • Facilita integración hemisférica (sensorial y lingüística).

  • Favorece expresión emocional con regulación corporal.


VI. Grounding colectivo


5.8. Práctica 6 – El círculo del peso compartido

Duración: 20–30 minutosGuía:

  1. Grupo de 6 a 10 personas, en círculo.

  2. Todos descalzos, ojos abiertos, respiración natural.

  3. Cada participante apoya levemente la espalda en el compañero.

  4. Se busca sentir la microoscilación colectiva, sin corregirla.


Fundamento neurocientífico:

  • Activa sincronización de oscilaciones respiratorias y cardíacas (Müller et al., 2021).

  • Refuerza el sentido de pertenencia y co-regulación vagal.

  • Simula la función evolutiva del grupo como red de estabilización somática.


VII. Consideraciones clínicas y pedagógicas


5.9. Seguridad y adaptación


  • Evitar prácticas de grounding prolongadas en pacientes con trauma severo sin supervisión profesional. El contacto con el cuerpo puede activar recuerdos disociados.

  • Adaptar las posturas para personas con limitaciones físicas o prótesis. El grounding no exige descalzarse: puede trabajarse con conciencia del apoyo.

  • Supervisar condiciones térmicas y superficie (evitar pisos fríos o resbaladizos).


5.10. Integración diaria


El grounding no necesita tiempo adicional: se entrena mientras se espera, se viaja, se toca un instrumento o se escucha música.Las claves son peso, respiración y atención descendente.Cada micropráctica devuelve información al sistema nervioso de que hay un suelo disponible, tanto literal como simbólicamente.


5.11. Cierre: del cuerpo a la conciencia


La ciencia del grounding nos muestra que el presente no se piensa: se pesa.El cuerpo, cuando recupera la gravedad, recobra también la confianza.Caminar, respirar, tocar o escribir desde los pies no es un ritual antiguo ni una moda terapéutica: es el modo más simple de recordarnos que seguimos aquí.La tierra —esa enorme interfaz neuronal que nos sostiene— continúa haciendo su trabajo. Lo único que se nos pide es escucharla.




Capítulo 7. El suelo interno: identidad, arraigo y pertenencia


7.1. Introducción: cuando el suelo es psicológico


Todo ser humano necesita sentir que hay algo que lo sostiene incluso cuando todo cambia. En la infancia, ese suelo es una madre, un padre, un cuerpo que regula y abraza; en la adultez, puede ser una comunidad, una práctica, una vocación o la propia conciencia.El grounding psicológico es la continuidad de aquel gesto corporal: sentirnos sostenidos, pero ahora desde adentro.En el lenguaje de la psicología contemporánea, ese suelo interno se llama seguridad básica, base segura o sentido de pertenencia.

En términos neurobiológicos, corresponde a un circuito que aprendemos en los primeros años de vida: el vínculo entre apego, regulación y exploración.


7.2. La base segura: Bowlby y la tierra emocional


John Bowlby describió el apego como un sistema motivacional destinado a garantizar proximidad con la figura cuidadora. Cuando el bebé percibe disponibilidad, su sistema nervioso se calma y se abre a la exploración.El apego seguro no es solo un lazo afectivo: es la primera experiencia de grounding.El niño literalmente se apoya en otro cuerpo para regular su respiración y temperatura. Esa experiencia repetida de seguridad se internaliza como un modelo mental: “puedo volver al suelo cuando lo necesite.”

Desde la neurociencia del apego (Schore, 2012), sabemos que la maduración del hemisferio derecho —vinculado a la emoción y la corporeidad— depende de esas experiencias de co-regulación. El cuerpo del otro es el primer suelo del self.


7.3. Trauma y pérdida del suelo


Cuando el entorno no brinda contención, el sistema nervioso no aprende a descansar. El cuerpo se mantiene en vigilancia, como si el suelo pudiera desaparecer en cualquier momento.La persona traumatizada no flota por elección: flota por supervivencia.El psicólogo Peter Levine lo explicó como “la energía congelada de la huida que nunca ocurrió.”El trauma interrumpe el flujo entre gravedad y movimiento. El cuerpo no confía en el suelo, ni en sí mismo.

En términos fisiológicos, esto se traduce en hiperactivación simpática, hipotonía parasimpática y fragmentación de la conciencia interoceptiva.Las prácticas de grounding, entonces, no son solo ejercicios de relajación, sino vías de restauración del suelo interno: reentrenar al cuerpo para que pueda sentir la seguridad que una vez faltó.


7.4. La identidad como terreno estable


Erik Erikson describió la identidad como un sentimiento de continuidad en el tiempo. En términos actuales, podríamos decir que el self necesita un suelo narrativo donde pisar.Cuando la identidad se vuelve inestable —por trauma, migración, pérdida o exceso de estímulo digital—, el yo pierde su coordenada gravitatoria.La terapia contemporánea busca reanclar esa continuidad: integrar recuerdos corporales, narrativos y relacionales en un mapa común.

Desde la perspectiva de las terapias contextuales (ACT, DBT, CFT), ese suelo interno se construye con tres materiales:

  1. Atención presente.

  2. Aceptación de la experiencia interna.

  3. Dirección de vida o valores.

Estos tres ejes equivalen a las tres coordenadas del espacio físico: orientación, peso y sentido.


7.5. El cuerpo como metáfora de la mente


Antonio Damasio (2018) propuso que el “yo” surge como una representación de la homeostasis corporal: la mente es la narrativa que el cuerpo se cuenta a sí mismo para mantenerse vivo.Por eso, cuando practicamos grounding físico, estamos en realidad entrenando una metáfora neuronal: darle continuidad al flujo sensorial del cuerpo es darle continuidad al yo.La estabilidad emocional se sostiene sobre la estabilidad propioceptiva; cuando una se altera, la otra tiembla.

Los estudios sobre ansiedad muestran que la hipersensibilidad interoceptiva (Craig, 2015) puede hacer que señales inocuas del cuerpo se interpreten como amenaza. Las técnicas de grounding revierten ese bucle: devuelven precisión y contexto a la percepción corporal.


7.6. Grounding y pertenencia social


El suelo interno también se extiende hacia lo colectivo.La pertenencia a un grupo, a una comunidad o a una práctica compartida genera una forma de estabilidad similar al contacto físico: el cuerpo se siente sostenido por otros cuerpos.La neurociencia social demuestra que la sincronización respiratoria, cardíaca o motora entre personas activa los mismos circuitos del tono vagal que la calma individual (Müller et al., 2021).Ser parte de algo es, literalmente, una experiencia corporal.Por eso, cuando se pierde la pertenencia —ya sea por exclusión, duelo o desplazamiento—, lo que se siente no es solo soledad: es desarraigo somático.


7.7. El suelo como metáfora terapéutica


En psicoterapia, hablar del “suelo” interno permite traducir procesos complejos en imágenes concretas.Un paciente con ansiedad puede aprender a notar cuándo “se despega del suelo”: cuando su respiración sube, cuando la mente acelera, cuando el cuerpo se tensa.En DBT, esta observación se transforma en mindfulness de los estados internos; en ACT, en defusión cognitiva; en CFT, en base compasiva segura.En todos los casos, el objetivo es el mismo: reconstruir el punto de apoyo desde el cual se pueda pensar sin miedo.

El suelo interno no se impone: se entrena, como un músculo atencional que se fortalece con la práctica.


7.8. El “grounding narrativo”: dar peso a la historia


Las historias también tienen gravedad.Una narrativa sin anclaje —demasiado abstracta o idealizada— flota; una narrativa excesivamente rígida se hunde.El trabajo terapéutico y artístico consiste en calibrar ese peso: que la historia pueda sostener, pero no inmovilizar.Escribir, como tocar el bajo o caminar, es otra forma de grounding.Cada palabra anclada en la sensación corporal crea una línea de continuidad entre pasado, presente y futuro: un suelo semántico.

El yo, en ese sentido, es una melodía que necesita una base rítmica. Sin bajo, no hay canción.


7.9. Pertenecer al cuerpo: un acto político


En una cultura que premia la velocidad, pertenecer al cuerpo es un gesto de resistencia.El grounding interno se convierte en una práctica política de lentitud: reivindica el derecho a sentir antes de reaccionar.Recuperar el suelo —literal o simbólico— es también recuperar soberanía sobre la propia atención.Frente a los algoritmos que buscan capturar la mente, el cuerpo ofrece un ancla que no puede ser monetizada: la sensación directa del aquí y ahora.


7.10. Cierre: la tierra interior


El suelo externo es geología; el interno, biografía.Ambos se tocan en la misma frontera: la piel.Cuando la persona vuelve a confiar en su propio cuerpo, el mundo vuelve a tener base.No es necesario creer en energías invisibles para entenderlo: basta con sentir el alivio de saber que hay un lugar donde apoyar los pies, incluso cuando ese lugar es uno mismo.


El suelo interno no se encuentra: se cultiva.Cada respiración, cada paso, cada nota, son semillas de ese terreno donde el yo puede descansar sin desaparecer.

Perfecto.Entonces seguimos con el Capítulo 8 – Reconstruir el suelo interno en terapia, donde todo lo anterior —neurociencia, cultura y experiencia— se traduce en acompañamiento clínico: cómo un terapeuta puede ayudar a alguien a recuperar su sensación de base, estabilidad y pertenencia, cuando su “suelo interno” ha colapsado.

Capítulo 8. Reconstruir el suelo interno en terapia


8.1. Introducción: cuando el cuerpo pierde confianza


Hay pacientes que llegan diciendo “me cuesta estar en mí”, “siento que me caigo” o “nada me sostiene”. Estas frases no son metáforas poéticas: son descripciones precisas de una pérdida de regulación neurofisiológica y simbólica.El colapso del suelo interno puede provenir de trauma, duelo, enfermedad, estrés crónico o entornos donde la persona debió adaptarse renunciando a su cuerpo.La tarea terapéutica consiste en restaurar la confianza gravitatoria, esa sensación básica de que es posible estar en contacto con uno mismo sin peligro.


8.2. El terapeuta como suelo transitorio


En las primeras etapas, la regulación es interpersonal.El terapeuta ofrece presencia estable, tono de voz bajo, ritmo respiratorio pausado, mirada contenida y postura abierta.Estas variables —que parecen cualitativas— tienen base neurobiológica: activan la rama ventral del nervio vago del consultante, induciendo estados de calma y seguridad (Porges, 2011).El cuerpo del terapeuta se convierte así en una “tierra prestada” sobre la que el otro puede apoyarse hasta que recupere su propio equilibrio.

La estabilidad del terapeuta es el primer ejercicio de grounding del paciente.

8.3. Microintervenciones de grounding en sesión


La reconstrucción del suelo interno requiere entrenar tres vías: atención, respiración y referencia corporal.

a. Atención descendente

Cuando la mente del paciente se acelera, el terapeuta puede invitar a notar el contacto con el asiento o los pies, guiando con frases simples:

“Antes de seguir, fijate cómo se siente el suelo bajo tus pies.”Esto redirige la atención desde la narrativa a la sensación, interrumpiendo el bucle de rumiación.

b. Respiración por gravedad

Guiar respiraciones en las que el aire “cae” en lugar de “subir” cambia la señal autonómica: exhalar más largo que inhalar activa la regulación vagal.

c. Referencia corporal

Tocar (con consentimiento), entregar un objeto pesado o sugerir movimientos lentos reestablece la orientación espacial. El cuerpo recuerda su volumen y su límite.


8.4. Protocolos breves para distintas fases clínicas

Fase del proceso

Objetivo

Intervención

Evidencia fisiológica

Crisis / disociación

Reanclar en el presente

Nombrar 5 cosas visibles, sentir 2 apoyos corporales, 3 respiraciones largas

Activación ínsula–prefrontal (Craig, 2015)

Ansiedad alta

Calmar hiperactivación simpática

Respirar 4s inhalar / 6s exhalar con atención plantar

Aumento de HRV (Park & Thayer, 2014)

Duelo o vacío

Recuperar continuidad temporal

“Línea del tiempo corporal”: sentir pies (pasado), pecho (presente), mirada (futuro)

Activación integradora interoceptiva

Terapia prolongada

Fortalecer autonomía del suelo interno

Entrenar prácticas diarias breves: caminar consciente, música de bajo ritmo

Plasticidad somatosensorial (Elbert et al., 1995)


8.5. El cuerpo como testigo: trauma y reparación


Peter Levine (2010) y Pat Ogden (2006) mostraron que el trauma no se cura solo con narración: necesita una descarga corporal segura.El grounding permite liberar esa energía contenida sin desbordarse.El terapeuta acompaña al paciente a notar microimpulsos de movimiento —una exhalación profunda, una leve presión en los pies— y los valida como señales de recuperación del flujo vital.En DBT, se hablaría de acción opuesta a la evitación corporal; en CFT, de compasión somática: volver a habitar el cuerpo como espacio confiable.


8.6. Grounding y reconstrucción del yo narrativo


Cuando el cuerpo empieza a sentirse seguro, la mente puede volver a pensar.La integración cognitiva posterior al trauma ocurre solo si hay suficiente base fisiológica.Las intervenciones narrativas se apoyan entonces en el cuerpo: escribir o hablar después de haber sentido los pies cambia el tono emocional del relato.El terapeuta puede alternar entre fases somáticas y verbales, manteniendo la coherencia entre sentir y decir.


8.7. El rol de la música, la voz y el ritmo en sesión

  • La voz del terapeuta actúa como instrumento de grounding: el tono grave y el tempo lento inducen regulación (Porges, 2011).

  • La música de baja frecuencia o incluso un metrónomo suave puede servir para sostener la atención y reducir ansiedad.

  • El silencio compartido es también intervención: permite que el sistema nervioso integre.Estas variables artísticas convierten la sesión en un espacio estético de regulación: un concierto de calma.

8.8. De la dependencia al autocuidado

El proceso terapéutico debe guiar hacia la internalización del suelo.El paciente aprende a reconocer cuándo su sistema nervioso se desorganiza y a aplicar sus propios micro-groundings:

  • sentir el peso corporal,

  • elongar la exhalación,

  • notar el entorno,

  • usar objetos o sonidos que lo conecten.

Con el tiempo, el cuerpo deja de necesitar un otro regulador y se convierte en su propio punto de apoyo.Esto es lo que en CFT se llama base compasiva interna: la capacidad de sostenerse con ternura.

8.9. Estudios de caso breves

Caso 1: ansiedad de performance musicalUn bajista experimentaba temblores y sensación de vacío en el escenario. La intervención combinó grounding físico (pies descalzos, respiración abdominal) y entrenamiento en atención al sonido grave. En tres semanas, reportó disminución de palpitaciones y mayor disfrute.

Caso 2: trauma relacionalPaciente con historia de abuso emocional. En las sesiones, se introdujo práctica de contacto con la silla y peso corporal antes de hablar. A medida que aumentó la percepción corporal, disminuyeron episodios de disociación y autocrítica.

Caso 3: duelo recienteSe usó la técnica de “línea corporal del tiempo”. La paciente identificó que al sentir los pies podía llorar sin desbordarse. El cuerpo se convirtió en ritual de despedida.


8.10. Cierre: el suelo que se reconstruye


La terapia no crea un suelo nuevo: ayuda a recordar que siempre hubo uno.El grounding, físico o simbólico, no elimina el dolor, pero devuelve dirección.La persona puede volver a caer sin hundirse, puede volver a sentir sin perderse.

“Estar enraizado no es no moverse, es saber desde dónde moverse.”

En ese saber silencioso —cuando el cuerpo y la mente vuelven a compartir gravedad—, la curación se vuelve posible.



Capítulo 9. El suelo como sentido


9.1. Introducción: el pensamiento que toca tierra


Pensar, decía Merleau-Ponty, es antes que nada habitar un cuerpo.Toda reflexión humana parte de un suelo, aunque la mente olvide que lo tiene.Este capítulo propone un desplazamiento final: de los pies al mundo, del cuerpo a la conciencia, del grounding físico al grounding existencial.Lo que en neurofisiología llamamos referencia gravitatoria, en filosofía se llama sentido del ser.Ambos designan lo mismo: la relación entre un organismo y aquello que lo sostiene.


9.2. Heidegger y la morada del ser


En Ser y tiempo, Heidegger sostiene que el ser humano no está “en el mundo” como una cosa entre cosas, sino que es ser-en-el-mundo.Esa preposición —en— implica ya contacto, pertenencia, suelo.Cuando se pierde el sentido, lo que en realidad se pierde es el suelo ontológico: la conexión implícita entre acción, entorno y significado.La angustia heideggeriana es una caída en el vacío, un desgrounding existencial.Frente a ello, el pensamiento meditativo busca lo contrario de elevarse: busca arraigar.

“Pensar es agradecer el ser.”Y agradecer, etimológicamente, viene de gratus, de la misma raíz que gravedad.

9.3. Merleau-Ponty: la carne del mundo


El filósofo francés amplió esta intuición: el cuerpo no está en el espacio, es espacio sensible.La percepción no es un espejo de la realidad, sino un entrelazamiento (chiasme) entre el que percibe y lo percibido.Cada vez que un pie toca el suelo, se actualiza ese entrelazamiento.El cuerpo siente la tierra, pero la tierra también siente al cuerpo.En esta reciprocidad táctil se funda la experiencia de pertenecer.De allí su frase central:

“El mundo no está ante mí, sino alrededor de mí.”El grounding, entendido desde esta fenomenología, no es una técnica de relajación sino una ontología encarnada: la conciencia que reconoce que su soporte no está afuera, sino dentro del propio acto de sentir.

9.4. Damasio y la biología del sentido


En el siglo XXI, Antonio Damasio tradujo esa intuición a lenguaje neurocientífico.El proto-self, dice, es un mapa dinámico de los estados corporales; sobre él se erige la mente como una ampliación de la homeostasis.La sensación de sentido es, en última instancia, una lectura corporal: el organismo interpreta su propio equilibrio como valor.La vida “sabe” cuándo algo tiene sentido porque eso que tiene sentido la mantiene viva.Así, la filosofía del ser-en-el-mundo y la neurociencia del cuerpo coinciden:el sentido emerge del contacto.


9.5. El desarraigo moderno: cuerpos sin lugar


La cultura contemporánea vive en velocidad de fuga.La hiperconexión digital ha generado un nuevo tipo de desgrounding: la atención flotante.Se multiplican los estímulos, pero se reduce la sensación de presencia.Las ciudades verticales, las redes sociales y la economía de la distracción producen cuerpos que olvidan su peso.El resultado es una especie de vértigo permanente: una ansiedad gravitatoria.En términos existenciales, hemos perdido no tanto la fe, sino la fricción.Y el pensamiento sin fricción —sin cuerpo, sin límite, sin tiempo— pierde densidad, como una imagen sin sombra.


9.6. Grounding contemplativo: budismo, silencio y gravedad


En la tradición budista, la atención plena (sati) es una forma de volver al suelo de la experiencia: “ver las cosas tal como son”.No hay trascendencia en el sentido de escapar del mundo, sino enraizamiento en la impermanencia.El monje que barre el templo o camina descalzo no busca pureza: busca sincronía con la realidad.Su cuerpo es el instrumento de percepción del cambio.En el zen, la postura de meditación (zazen) se describe como “montaña que respira”: estable, pero viva.La quietud no es ausencia de movimiento, sino movimiento equilibrado.

En neurociencia, ese estado se correlaciona con la alternancia de ondas alfa y theta, y con el equilibrio entre redes ejecutivas y de reposo.La sabiduría contemplativa había anticipado, hace siglos, la neurodinámica del arraigo.

9.7. La paradoja del suelo: moverse para permanecer

Todo suelo, biológico o simbólico, requiere flexibilidad.Demasiada rigidez —ideológica, corporal o emocional— convierte el arraigo en prisión.Demasiada liviandad disuelve la forma.El equilibrio consiste en sostener el movimiento sin perder centro, como un árbol que se dobla pero no se quiebra.En física, la estabilidad no es inmovilidad sino oscilación controlada.En psicología, ese mismo principio rige la regulación emocional: se trata de oscilar entre activación y descanso sin perder continuidad.

El grounding existencial, entonces, no busca eliminar el cambio, sino habitarlo.


9.8. La estética del peso: arte y trascendencia


El arte ofrece un laboratorio privilegiado del grounding simbólico.Un cuadro de Caravaggio, un solo de bajo, una coreografía de Pina Bausch o una escultura de Rodin transmiten peso.Esa densidad estética nos recuerda que la belleza no está en la evasión, sino en la gravedad que se vuelve expresiva.El arte es el lenguaje de la materia cuando la materia alcanza conciencia.Cada nota grave, cada sombra bien colocada, nos devuelve al cuerpo como instrumento de sentido.


9.9. Pertenecer al planeta


La conciencia ecológica moderna es, en el fondo, una conciencia de grounding ampliado.Saber que el cuerpo humano comparte con la tierra los mismos elementos químicos —carbono, calcio, agua— es una evidencia científica y un recordatorio espiritual.El antropoceno nos obliga a recuperar el respeto por el suelo literal: la biosfera como extensión de nuestro sistema nervioso.Desde esta perspectiva, la sostenibilidad no es un acto moral sino una forma de homeostasis colectiva.Cuidar el suelo es cuidar la mente planetaria de la que formamos parte.


9.10. Cierre: el ser que sabe caer


En el lenguaje del cuerpo, el sentido no se busca: se siente.El ser humano necesita caerse muchas veces para descubrir que el suelo no desaparece.Quizás eso sea madurar: aprender a confiar en la gravedad.

No hay cielo sin tierra.No hay mente sin cuerpo.No hay trascendencia sin peso.

El grounding, en su dimensión más profunda, es el arte de estar vivo con todas las consecuencias: sentir el pulso del mundo bajo los pies y, al mismo tiempo, el asombro de existir.Entre la materia y el misterio, el suelo sigue ahí, esperando ser escuchado.



Capítulo 10. Atlas del suelo personal: diseño del propio grounding


10.1. Introducción: cada cuerpo, un terreno distinto


No existe un solo modo de tocar tierra.Cada cuerpo, historia y cultura genera su propia forma de arraigo.Para algunos, el suelo está en la respiración; para otros, en el ritmo; para otros, en la escritura, el silencio, la música o el trabajo manual.Este atlas no prescribe una técnica, sino un lenguaje de diseño personal: cómo reconocer qué tipo de grounding necesitamos, cuándo, y por qué.

“El suelo interno no se hereda, se cultiva con el tiempo y la atención.”

10.2. Los cuatro niveles de grounding


Podemos pensar el enraizamiento humano como un sistema de capas, cada una apoyada sobre la anterior:

Nivel

Descripción

Ejemplo de práctica

Efecto principal

Físico

Contacto directo con el cuerpo y el entorno

Caminar descalzo, respiración de raíz, tocar el bajo

Regulación autonómica

Emocional

Capacidad de sostener estados afectivos sin huir

Escucha corporal de emociones, abrazo consciente

Integración afectiva

Narrativo

Continuidad temporal y sentido de la propia historia

Escribir desde los pies, relato de vida

Coherencia identitaria

Existencial

Conexión con algo más grande: naturaleza, arte, comunidad

Meditación en silencio, contemplación estética, servicio

Sentido y pertenencia


El terapeuta, el artista o el lector pueden usar este modelo como mapa diagnóstico y creativo: identificar qué capa está débil y cuál necesita fortalecerse.


10.3. Diseñar el propio suelo: guía paso a paso


  1. Diagnóstico corporal:Detenerse un momento y notar: ¿dónde siento apoyo? ¿En los pies, la respiración, la mirada, la música, otra persona?Lo que más calma, suele ser el suelo natural.

  2. Elección del canal dominante:

    • Sensorial (tacto, peso, temperatura).

    • Auditivo (ritmo, música, tono).

    • Visual (espacio, horizonte).

    • Verbal (palabra, escritura).

  3. Creación de ritual cotidiano:

    • Una acción breve que devuelva gravedad al día:tomar conciencia al levantarse, apoyar los pies antes de mirar el celular, respirar antes de responder un mensaje.

  4. Anclaje de emergencia:

    • Frase o gesto que recuerde el contacto con el cuerpo en momentos de ansiedad.

    • Ejemplo: “Estoy en el suelo, puedo respirar.”

  5. Reflexión integradora:

    • Escribir o compartir qué cambió después de una semana de práctica.

    • Observar cómo el cuerpo y la mente se sincronizan.


10.4. Grounding según perfiles y contextos


a. Para terapeutas y profesionales de la salud

Usar micro-pausas corporales entre sesiones para mantener tono vagal alto.Ejercicio: sentir la respiración en los pies durante 30 s antes de recibir al siguiente paciente.


b. Para artistas y músicos

Convertir el escenario en extensión del cuerpo.Tocar o cantar descalzo ayuda a transformar la ansiedad en energía expresiva.Fundamento: vibración → propiocepción → coherencia motora.


c. Para docentes y facilitadores

Comenzar cada clase con un minuto de silencio y contacto plantar, para unificar la atención colectiva.El grupo se regula como un solo organismo.


d. Para personas en duelo o crisis

Practicar “anclajes de continuidad”: caminar en el mismo lugar o escuchar la misma canción cada día para que el cuerpo registre permanencia.


e. Para niños y adolescentes

Introducir grounding mediante juegos de equilibrio, baile o percusión corporal.Favorece desarrollo vestibular y autorregulación emocional.


10.5. Grounding en espacios urbanos


El cemento no anula la conexión con la tierra; solo exige más imaginación.Podemos practicar grounding en el transporte público, en la oficina o frente a una pantalla:

  • notar el peso en la silla,

  • escuchar un sonido grave,

  • exhalar más largo que inhalar.Cada micro-acto interrumpe la inercia de la desconexión.La ciudad puede volverse un laboratorio de atención encarnada.


10.6. Grounding y tecnología: recuperar la fricción


En la era digital, el suelo se ha vuelto táctil pero no tangible.Recuperar la fricción física —teclear con conciencia, apoyar los pies mientras se trabaja, descansar la vista en el horizonte— restituye la tridimensionalidad del tiempo.La tecnología no es enemiga si recordamos que cada interfaz necesita un cuerpo detrás.


10.7. Grounding y comunidad: construir suelo compartido


En grupos terapéuticos, artísticos o educativos, el grounding colectivo fortalece la sensación de pertenencia.La sincronía respiratoria o rítmica genera estados de cohesión medibles en la HRV grupal.Más allá de la ciencia, lo esencial es la vivencia: saberse parte de algo que respira con uno.

La comunidad es un suelo que se construye entre cuerpos que no se pisan, sino que se sostienen.

10.8. Poética de la práctica


Cada práctica de grounding puede verse como una forma de arte mínimo.Caminar lento, tocar una nota grave, escribir una frase consciente o mirar el horizonte son micro-obras de sentido.La estética del enraizamiento consiste en devolver belleza a los gestos funcionales: que cada respiración se parezca a una pincelada de existencia.


10.9. Evaluar la transformación


Después de cuatro a seis semanas de práctica, observar:

  • Cambios en calidad del sueño, ritmo respiratorio y atención.

  • Sensación de presencia corporal durante el día.

  • Mayor tolerancia a la incertidumbre.La evidencia subjetiva y la fisiológica convergen: la vida se vuelve más habitable cuando tiene peso.


10.10. Cierre: el arte de quedarse


El mundo contemporáneo enseña a ir, pero casi nunca a quedarse.El grounding enseña lo contrario: a permanecer sin quedarse inmóvil.A sentir el suelo bajo los pies incluso cuando cambia todo alrededor.

“Quedarse no es resignarse; es escuchar hasta que el silencio diga algo.”

Ese silencio, ese instante donde cuerpo, tierra y mente coinciden, es el verdadero centro de este libro.Ahí termina la investigación y empieza la vida.


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🜃 Epílogo – Donde termina el camino


Después de recorrer estas páginas, el suelo ya no es el mismo.Quizás sigue siendo el mismo piso de siempre, pero ahora se siente distinto: más denso, más amable, más vivo.

Hemos pasado por anatomía y filosofía, por trauma y música, por rituales antiguos y neuronas modernas.Cada capítulo fue una capa de tierra removida: una excavación hacia adentro.Y, como toda excavación, el final no es una respuesta sino un espacio.

El grounding no se aprende de una vez. Es una práctica de humildad cotidiana:recordar que pensar también es una forma de tocar,que toda emoción necesita un lugar donde caer,que la gravedad es la pedagogía secreta de la calma.

Si algo perdura de este viaje, que sea esto:el cuerpo y el mundo no son dos entidades separadas, sino una conversación continua.Cuando esa conversación se interrumpe, aparece el sufrimiento;cuando vuelve a escucharse, la vida retoma su pulso natural.

Tal vez el mayor acto de fe de nuestro tiempo sea confiar en el suelo,y dejar que, por un momento, sea él quien piense por nosotros.

“No hay arriba ni abajo para quien habita la tierra con conciencia;hay presencia.”

 
 
 

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© 2025 by Marcelo Gallo de Urioste, Licenciado en Psicología. 

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