top of page

El trance de que no valgo un mango: cómo volvemos, una y otra vez, a lo que más nos duele

  • Writer: Marcelo Gallo
    Marcelo Gallo
  • May 1
  • 3 min read











A veces no es que nos odiemos, es que nos creemos.

Nos creemos monstruos.

Nos creemos una carga, una decepción, alguien que no merece el perdón.

Esa imagen se vuelve tan vívida —alimentada por la culpa, la vergüenza y la soledad— que nos identificamos con ella. Y entonces ya no actuamos desde lo que somos, sino desde lo que creemos que somos cuando estamos mal.


Tara Brach llamó a esto the trance of unworthiness. A mí me gusta traducirlo como el trance de que no valgo un mango.


En ese estado, muchas veces nos apuramos a mostrar nuestra peor versión. La arrojamos sobre la mesa como diciendo: “Mirá lo que soy… ahora decime si me querés igual.” Es una forma de poner a prueba. De buscar amor como defensa. Pero ese gesto desesperado suele ahuyentar, porque no da espacio a un vínculo real: impone, acusa, exige una prueba imposible.


Freud ya hablaba de esto: decía que somos adictos a revivir el pasado. Lo que no pudo resolverse vuelve en forma de repetición. Las teorías actuales lo explican con más precisión: hablamos de memoria procedimental, esa memoria que guarda no hechos ni palabras, sino formas de reaccionar. Como cuando volvés a andar en bicicleta después de años y el cuerpo recuerda solo.


Lo mismo pasa con nuestras respuestas emocionales: se activan como reflejos, incluso cuando ya no nos sirven. Nos dominan. Nos hacen sentir que “esta es la única manera de arreglar esto” o que “esta vez tiene que resolverse de una vez por todas.”


Y ahí aparecen los absolutos: los “siempre hacés lo mismo”, los “nunca te importó”, las etiquetas, la lectura de mente, el ataque preventivo. Son hipótesis —a veces válidas, otras no— que en realidad son señales de algo más profundo: un organismo que se siente en peligro y necesita protegerse como puede.


Y, en muchos casos, incluso elegimos ciertos vínculos que nos duelen porque nos resultan familiares. No por masoquismo, sino por supervivencia.


Desde la Terapia de Esquemas de Jeffrey Young, repetimos patrones afectivos tempranos. Si nos criamos en entornos donde el afecto venía con crítica o ausencia, nuestro cerebro puede interpretar esos gestos como “amor”. Elegimos lo conocido porque, aunque duela, ya aprendimos a lidiar con eso.


Desde el Eneagrama, cada tipo de personalidad tiene una estrategia para sentirse seguro y amado. Y muchas veces esa estrategia nos lleva a aceptar —y hasta buscar— vínculos que confirmen nuestras heridas centrales. Porque nos organizamos alrededor de ellas. Porque nos definen. Porque, aunque nos hagan sufrir, nos resultan coherentes.


Desde el psicoanálisis lacaniano, buscamos inconscientemente a quien encarne nuestro “fantasma” del deseo. No elegimos libremente: repetimos escenas, buscamos figuras que representen aquello que no se resolvió en nuestra historia original. Y lo llamamos amor. Pero no siempre es amor. A veces es trauma reencarnado.


La buena noticia es que no estamos condenados a repetir.

Podemos despertar.

Podemos regularnos.

Podemos salir del trance.


¿La salida? Parar. Respirar. Querernos un poco más.

Tratarnos bien, como lo que somos: personas que están sufriendo, dignas de amor por el solo hecho de ser personas. Pase lo que pase.

Y desde ahí, desde ese piso más amable y más consciente, también podemos estar más disponibles para los demás. Para dialogar, reparar, construir, amar mejor.


Volver a casa no es olvidar el dolor. Es aprender a no dejar que nos gobierne.




A veces Nos creemos monstruos, una carga, una decepción.


Y empezamos a actuar desde esa imagen distorsionada que construimos con años de culpa, vergüenza y soledad.


Buscamos amor desde la defensa. Elegimos vínculos que nos duelen porque, aunque nos lastimen, nos resultan familiares.

Porque ya sabemos cómo sobrevivir ahí.


Y si te interesa hacer este camino en profundidad, sumate al Desafío de Mindfulness y Autocompasión.


Son 24 capítulos autoadministrados con prácticas y ejercicios que te van a acompañar a tu ritmo.


Dejá tu mail en comentarios o escribime para recibirlo.




 
 
 

Recent Posts

See All
La Iluminación y la Madera Mojada

“El camino no está en el cielo. El camino está en el corazón.” — Buda Hay un proverbio zen que atraviesa los siglos con la sencillez de...

 
 
 

Comments


© 2025 by Marcelo Gallo de Urioste, Licenciado en Psicología. 

bottom of page