top of page

Del machete al after: trabajo, sufrimiento y la ilusión del placer compensatorio

  • Writer: Marcelo Gallo
    Marcelo Gallo
  • May 21
  • 5 min read


I.

La lógica del sacrificio y la recompensa



Hay una narrativa profundamente arraigada en nuestras culturas modernas: la idea de que el sufrimiento nos hace dignos de placer. Que para disfrutar hay que ganárselo, y que ganárselo implica forzar el cuerpo, la mente y los afectos al límite. Es una ética que sobrevive desde tiempos religiosos —el castigo purificador, el trabajo redentor— hasta el presente, donde se traduce en jornadas laborales infinitas y vidas postergadas a la espera del “finde”, del “viaje”, del “retiro”.


Esta lógica —que podríamos llamar economía afectiva del cuerpo sacrificado— tiene consecuencias profundas: no solo regula nuestras decisiones, sino que moldea nuestra identidad y nuestras relaciones. Sufrimos para merecer. Y después nos damos permisos para anestesiarnos.


Lo perturbador es que esto no es nuevo.



II.

Un cuento de machetes y deuda



En Los Mensú (1919), Horacio Quiroga no solo documenta la explotación brutal de los peones yerbateros del nordeste argentino. Pone en escena una mecánica que aún persiste. Ramón y Karaguatá huyen de la miseria urbana y se internan en el monte atraídos por el espejismo del trabajo bien pago. Pero lo que encuentran es un sistema de esclavitud encubierta: adelantos que se transforman en deudas, condiciones infrahumanas, y la imposibilidad de huir.


La descarga viene al final: cuando finalmente cobran, queman el dinero en una noche de placer desbordado. Esa borrachera no es debilidad moral, sino un acto desesperado de restauración del yo: una compensación subjetiva frente a la anulación vivida.


Es el mismo patrón que encontramos hoy —con nuevas formas— en trabajadores extenuados que se autoconvencen de que todo vale la pena si pueden tener un día de spa, unas vacaciones, una compra online, una noche de excesos o unos likes validantes.



III.

Neurociencia: el dolor prolongado y la promesa de alivio



Los estudios en neurociencia ayudan a entender por qué este patrón es tan difícil de romper. En estados prolongados de estrés, se activa de forma sostenida el eje hipotalámico-hipofisario-adrenal (HHA), lo que implica niveles elevados de cortisol, afectando estructuras cerebrales como el hipocampo, la amígdala y la corteza prefrontal (McEwen, 2007). Esto deteriora el juicio, la regulación emocional y favorece decisiones impulsivas.


En paralelo, el cerebro responde con fuerza a cualquier estímulo que prometa alivio. El sistema de recompensa dopaminérgico, que incluye el área tegmental ventral y el núcleo accumbens, se activa intensamente ante la anticipación de placer (Berridge & Robinson, 1998). No se necesita que el placer sea real: basta con imaginarlo. De ahí la eficacia del marketing emocional y las redes sociales como válvulas de escape.


Además, el dolor social (como sentirse reemplazable, inútil o explotado) activa regiones similares al dolor físico, como el córtex cingulado anterior dorsal (Eisenberger, 2012). El cuerpo pide alivio, aunque sea breve.


El ciclo se refuerza: cuanto más se sufre, más se necesita un alivio; cuanto más breve es el alivio, más se sufre al volver.



IV.

Sociología contemporánea: del sacrificio religioso al hedonismo de mercado



La modernidad tardía ya no exige sacrificios en nombre de un Dios, pero sí en nombre del rendimiento. La socióloga Eva Illouz explica cómo el capitalismo emocional ha conseguido entrelazar sufrimiento y consumo, de modo que “los productos emocionales funcionan como herramientas para reparar un yo dañado por la productividad y la competencia” (Illouz, 2007).


Byung-Chul Han, por su parte, habla del paso de una sociedad disciplinaria a una sociedad del rendimiento: ya no hay amos que castigan, sino sujetos que se autoexplotan creyendo que eso los hará libres. El burnout es la nueva forma de fracaso.


Zygmunt Bauman alertaba sobre la precariedad emocional de las “vidas de consumo”, donde los vínculos y las identidades se vuelven desechables, como los objetos. Y Mark Fisher, desde la crítica cultural, lo resumió así: el capitalismo ha colonizado incluso nuestros deseos de fuga.


En todos estos enfoques, hay una constante: la falsa promesa de que el sacrificio nos va a liberar. Y que el alivio —en lugar de restaurar— nos ata más.



V.

Psicología del merecimiento y las trampas del alivio



Desde la psicología clínica, esta lógica se ve en muchos pacientes que oscilan entre el overachieving y la autonegación. El principio moral internalizado es: “recién cuando termine esto, podré descansar / ser feliz / sentirme valioso”. Esto configura lo que en Terapia de Aceptación y Compromiso se llama fusión con reglas rígidas, que impiden actuar desde valores genuinos (Hayes et al., 1999).


La paradoja es que el placer que se obtiene desde la autoexigencia no libera, sino que a menudo perpetúa la misma estructura de control: si dejo de sufrir, ¿sigo siendo bueno?.


El concepto de “descanso culpable” es clave. Si el descanso o el goce están permitidos sólo como premio, nunca pueden ser verdaderamente reparadores. Sólo se convierten en momentos anestésicos antes de volver a la rueda.



VI.

¿Y si el cuerpo no fuera moneda de sacrificio?



La salida no pasa por demonizar el placer ni por romantizar el esfuerzo. Pasa por romper el contrato implícito que dice que hay que vivir mal para merecer vivir bien.


En lugar de vivir a crédito emocional, podríamos preguntarnos:


  • ¿Qué formas de trabajo son sostenibles para mí?

  • ¿Qué descanso me nutre de verdad y no solo me anestesia?

  • ¿Qué actividades me dan energía en lugar de drenármela?

  • ¿Cómo sería una vida que no necesite escaparse de sí misma?



Volver a leer Los Mensú no es un ejercicio literario. Es un espejo incómodo. No para decir “qué mal estaban antes”, sino para ver cuánto de esa lógica persiste hoy, vestida de modernidad y eficiencia.



VII.

Ejercicio de reflexión: tu ciclo de esfuerzo y recompensa



Te invito a hacer una pausa breve y anotar en un papel (o notas del celular) estas tres preguntas:


  1. ¿En qué momentos siento que me estoy ganando el derecho a descansar o disfrutar?

  2. ¿Qué tipo de recompensa busco cuando estoy agotado emocionalmente?

  3. ¿Qué pasaría si me permitiera esos momentos sin necesidad de justificarme con sufrimiento previo?



Observá si aparece culpa, alivio, miedo, entusiasmo. No hace falta cambiar nada aún. Solo observar. Tal vez, como en el cuento de Quiroga, estemos atrapados no solo por la deuda económica, sino por una deuda simbólica: la idea de que no merecemos descanso si no lo pagamos con sufrimiento.




Bibliografía ampliada:


  • Quiroga, H. (1919). Los Desterrados.

  • McEwen, B. (2007). “Physiology and neurobiology of stress and adaptation.” Physiological Reviews.

  • Berridge, K. & Robinson, T. (1998). “What is the role of dopamine in reward?” Brain Research Reviews.

  • Eisenberger, N. (2012). “Broken hearts and broken bones.” Current Directions in Psychological Science.

  • Illouz, E. (2007). El consumo de la utopía romántica.

  • Han, B-C. (2012). La sociedad del cansancio.

  • Bauman, Z. (2007). Vida de consumo.

  • Fisher, M. (2009). Realismo capitalista.

  • Hayes, S. C., Strosahl, K., & Wilson, K. (1999). Acceptance and Commitment Therapy.


 
 
 

Recent Posts

See All
La Iluminación y la Madera Mojada

“El camino no está en el cielo. El camino está en el corazón.” — Buda Hay un proverbio zen que atraviesa los siglos con la sencillez de...

 
 
 

Comentarios


© 2025 by Marcelo Gallo de Urioste, Licenciado en Psicología. 

bottom of page