Celos, perdón y evolución
- Marcelo Gallo
- Apr 29
- 3 min read
Muchas personas piensan que el perdón es un acto puntual: algo que se decide una vez, se comunica, y queda resuelto. Pero cuando hay una herida profunda en una relación —como una traición, una infidelidad, o una decepción fuerte—, el perdón no es un evento único sino un proceso que se renueva cada día.
Esto tiene una explicación desde la neurociencia y la psicología evolutiva.
1. Los celos como sistema de alarma
Los celos no son solo una emoción moral o cultural. Funcionan como un sistema de defensa emocional evolutivo, diseñado para proteger los vínculos importantes frente a amenazas reales o percibidas. Este sistema no depende de decisiones racionales, sino de activaciones automáticas del cerebro emocional.
Incluso si alguien decide conscientemente perdonar a su pareja, el sistema de celos puede seguir activándose durante mucho tiempo.
2. La memoria emocional no obedece a la voluntad
El cerebro guarda los eventos emocionalmente intensos (como una traición) como una forma de evitar que se repitan. Esta memoria no se desactiva con una promesa, y puede reactivarse con señales mínimas: un gesto, un tono, un pensamiento.
Esto explica por qué, aun dentro de una relación comprometida a reparar el vínculo, el recuerdo del daño puede reaparecer y generar malestar. No es falta de amor ni de voluntad: es una función natural de la mente.
3. Perdonar no es olvidar, es volver a elegir
El perdón no elimina las reacciones emocionales ni las sospechas automáticas. Pero permite reencuadrar la respuesta cada vez que aparece el recuerdo. En vez de castigar, controlar o retraerse, se puede elegir comunicar, regular, reparar.
Comprometerse a perdonar cada vez que el recuerdo regrese no significa tolerar cualquier cosa, sino trabajar juntos para no quedar atrapados en una dinámica dañina.
4. Riesgo: usar el arrepentimiento como herramienta de control
A veces, sin darse cuenta, la persona herida puede comenzar a regular sus propias emociones de inseguridad o miedo manteniendo al otro en una posición de deuda. Esta dinámica se instala cuando el perdonado tiene que estar constantemente rindiendo cuentas, demostrando sumisión, o renunciando a su autonomía para no activar los celos del otro.
En esos casos, el perdón se vuelve una forma encubierta de castigo crónico o control emocional. Se puede caer en un vínculo asimétrico, donde uno se posiciona como víctima moral y el otro como culpable permanente.
Esto no solo es injusto, sino insostenible: no repara, no construye confianza, y puede convertirse en una forma sutil de maltrato emocional.
5. El verdadero compromiso mutuo
De quien fue herido: trabajar para no dejarse llevar automáticamente por la sospecha o el control.
De quien dañó: sostener con humildad el proceso de reconstrucción sin exigir olvido ni impaciencia.
De ambos: comprometerse a no usar el recuerdo del daño como arma, ni la culpa como moneda de negociación.
6. Cuando el ideal de “ser una buena persona” se vuelve emocionalmente insostenible
En muchos espacios progresistas se promueve —con buenas intenciones— una ética relacional basada en la empatía, el perdón, la escucha y la deconstrucción de los impulsos posesivos o reactivos. El problema es que, al intentar sostener estos estándares sin herramientas emocionales adecuadas, muchas personas terminan enfrentando un nivel de malestar que no esperaban.
Por ejemplo:
Sentirse culpable por no poder perdonar “de verdad”.
Sentir vergüenza por experimentar celos, tristeza o ganas de controlar.
Exigirse regular emociones intensas sin haberlas procesado primero.
Esto genera una forma de disonancia interna: se quiere actuar desde la razón y los valores éticos, pero el cuerpo y las emociones siguen activando sistemas más antiguos de defensa, apego y alarma.
El resultado puede ser una profunda frustración personal y relacional, porque no se logra estar a la altura del ideal esperado, ni se encuentra lugar para procesar lo que realmente se siente.
En resúmen:
El perdón no es un acto único, sino una práctica cotidiana.
El sistema de celos y la memoria emocional siguen activándose incluso después de decidir perdonar.
La dinámica de deuda y control puede bloquear la reparación del vínculo.
Los ideales éticos progresistas no siempre contemplan el tiempo y el proceso emocional necesarios para sostenerlos.
Ser consciente de eso no es retroceder, es humanizar el camino.
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