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Canciones para sobrevivir: la música como tecnología evolutiva de la vida

  • Writer: Marcelo Gallo
    Marcelo Gallo
  • May 29
  • 27 min read




ÍNDICE GENERAL



  1. Introducción

  2. La música como herramienta evolutiva

  3. El aprendizaje corporal antes que verbal

  4. Narrativas emocionales encapsuladas

  5. La música como metamedio sinérgico

  6. La economía cognitiva de las canciones

  7. Evidencia actual en culturas orales y desarrollo infantil

  8. Aplicaciones modernas y renacimiento de lo arcaico

  9. Conclusión

  10. Referencias






Capítulo 1 – Introducción



Antes de que el ser humano escribiera, antes incluso de que hablara con frases gramaticales, ya cantaba. En la penumbra de una caverna, junto a una fogata, voces ancestrales pudieron haber entonado melodías que no solo consolaban o celebraban, sino que también instruían. Aquellas canciones no eran meros adornos sonoros: eran mapas de conocimiento emocional, kinético y colectivo, codificados en ritmo, tono y repetición.


Esta tesis propone que la música fue —y sigue siendo— una tecnología evolutiva primaria, utilizada por los primeros humanos (y quizás por otras especies) como un sistema multimodal para transmitir saberes prácticos, valores culturales y experiencias afectivas complejas, mucho antes del lenguaje escrito.


Tomando aportes de la neurociencia, la antropología cognitiva, la teoría evolutiva y la etnomusicología, se explora cómo la música encarna una forma de inteligencia que articula cuerpo, emoción, entorno y grupo. Se argumenta que, en determinados contextos, unas pocas canciones podrían haber bastado para contener todo el conocimiento vital de una cultura.





Capítulo 2 – La música como herramienta evolutiva



La música combina elementos estructurales que facilitan el aprendizaje y la cohesión social: ritmo, tono, repetición y emoción. Estas propiedades aumentan la codificabilidad y la memorabilidad de la información (Patel, 2008; Huron, 2006).


Según Steven Mithen (2005), lenguaje y música podrían haber evolucionado desde un “protolenguaje musical” (Musilanguage), un sistema comunicativo primitivo que integraba vocalizaciones melódicas, gestos y movimiento corporal sincronizado.


La capacidad de sincronizarse rítmicamente con otros —algo que muy pocas especies no humanas pueden hacer espontáneamente— fue clave para las actividades grupales, como la caza colectiva o las prácticas rituales (Kirschner & Tomasello, 2009).


“Music is not merely a cultural ornament. It is an evolved human capacity with deep roots in our neurobiology.”

— Aniruddh D. Patel, Music, Language, and the Brain (2008)





Capítulo 2 – La música como herramienta evolutiva




2.1 Introducción



La música es una conducta universal en la especie humana. Aunque varíen sus formas, instrumentos y escalas, todas las culturas conocidas poseen prácticas musicales (Brown, 2000). Esta universalidad sugiere que la música no es un simple subproducto cultural, sino una capacidad con raíces adaptativas. En este capítulo se argumenta que la música funcionó como una tecnología evolutiva que facilitó la cohesión grupal, la transmisión de información vital y la sincronización social, favoreciendo la supervivencia en entornos hostiles y cambiantes.





2.2 Música, memoria y repetición



Uno de los rasgos más destacados de la música es su capacidad para organizar la información en estructuras repetitivas y emocionalmente cargadas, lo que facilita su codificación en la memoria de largo plazo.


Estudios en psicología cognitiva han demostrado que las melodías y las letras cantadas se recuerdan mejor que las frases habladas, incluso en personas con trastornos neurológicos (Racette & Peretz, 2007). Esta propiedad habría sido vital en entornos orales, donde el conocimiento debía conservarse sin escritura.





2.3 Sincronización y cohesión social



La música facilita la sincronía conductual, y esta sincronía ha sido identificada como una clave evolutiva para el vínculo social y la cooperación (Tarr, Launay & Dunbar, 2014). Estudios con bebés muestran que desde muy temprano los humanos responden con mayor afecto hacia quienes se mueven o cantan en sincronía con ellos (Cirelli, Einarson & Trainor, 2014).


Además, la música compartida aumenta la liberación de oxitocina (Keeler et al., 2015), un neuroquímico asociado al apego, y modula la actividad en redes cerebrales involucradas en la empatía y la pertenencia grupal (Koelsch, 2010).





2.4 La hipótesis del protolenguaje musical



Steven Mithen (2005) propone que tanto el lenguaje como la música derivan de una forma ancestral común, el Hmmmmm (Holístico, Manipulativo, Musical, Multimodal y Mímico). Este protolenguaje no articulaba palabras, pero sí emociones, intenciones y conocimientos procedimentales a través del canto, el ritmo y el gesto.


Según esta hipótesis, la música habría precedido a la sintaxis como sistema estructurado, y habría permitido la comunicación emocional e intencional en pequeños grupos humanos antes del lenguaje formal.


“Language and music were not separate at first. They were the same thing — a kind of musilanguage.”

— Mithen, The Singing Neanderthals (2005)





2.5 Selección sexual y señales honestas



Otra perspectiva, inspirada en Darwin (1871), propone que la música funcionó como un ornamento sexual, es decir, como una señal de aptitud física, coordinación motora y creatividad. El gasto energético que implica hacer música la convierte en una señal costosa y por tanto difícil de falsear, lo cual la vuelve confiable (Zahavi & Zahavi, 1997).


Este modelo explica la musicalidad desde la lógica de la selección sexual, pero no agota sus funciones comunicativas colectivas. Probablemente, ambas funciones —ornamental y cooperativa— se hayan solapado en el proceso evolutivo.





2.6 Conclusión



La música no es una invención cultural tardía, sino una herramienta profundamente enraizada en nuestra historia evolutiva. Funcionó como un sistema de codificación emocional y social, que facilitó la cooperación, la memoria colectiva y la transmisión de saberes esenciales para la supervivencia.


En el próximo capítulo se explorará cómo esta herramienta se articuló con el aprendizaje corporal, anterior al lenguaje, permitiendo la transmisión intergeneracional de habilidades motoras y emocionales a través del canto y el movimiento.





Bibliografía (Capítulo 2)



  • Brown, S. (2000). The “musilanguage” model of music evolution. In Wallin, N.L., Merker, B., & Brown, S. (Eds.), The Origins of Music. MIT Press.

  • Cirelli, L. K., Einarson, K. M., & Trainor, L. J. (2014). Interpersonal synchrony increases prosocial behavior in infants. Developmental Science, 17(6), 1003–1011.

  • Darwin, C. (1871). The Descent of Man, and Selection in Relation to Sex. London: John Murray.

  • Huron, D. (2006). Sweet Anticipation: Music and the Psychology of Expectation. MIT Press.

  • Keeler, J. R., Roth, E. A., Neuser, B. L., Spitsbergen, J. M., Waters, D. J., & Vianney, J. M. (2015). The neurochemistry and social flow of singing. Frontiers in Human Neuroscience, 9, 518.

  • Koelsch, S. (2010). Towards a neural basis of music-evoked emotions. Trends in Cognitive Sciences, 14(3), 131–137.

  • Mithen, S. (2005). The Singing Neanderthals: The Origins of Music, Language, Mind and Body. Harvard University Press.

  • Patel, A. D. (2008). Music, Language, and the Brain. Oxford University Press.

  • Racette, A., & Peretz, I. (2007). Learning lyrics: To sing or not to sing? Memory & Cognition, 35(2), 242–253.

  • Tarr, B., Launay, J., & Dunbar, R. I. M. (2014). Music and social bonding: “Self-other” merging and neurohormonal mechanisms. Frontiers in Psychology, 5, 1096.

  • Zahavi, A., & Zahavi, A. (1997). The Handicap Principle: A Missing Piece of Darwin’s Puzzle. Oxford University Press.







Capítulo 3 – Narrativas emocionales encapsuladas




3.1 Introducción



En este capítulo se examina cómo la música ha funcionado, desde una perspectiva evolutiva y cognitiva, como un vehículo para el almacenamiento y transmisión de emociones complejas, particularmente aquellas asociadas a la experiencia humana fundamental: el apego, el peligro, el duelo, la pertenencia, la transformación.


La música no solo comunica información, sino que organiza la experiencia emocional en el tiempo, generando una forma narrativa no verbal que permite tanto la expresión como la regulación del afecto en contextos individuales y colectivos.





3.2 Emoción y temporalidad



A diferencia de otros sistemas comunicativos, la música no transmite proposiciones lógicas sino modulaciones afectivas que se desarrollan en el tiempo. Las propiedades sonoras como la armonía, el ritmo y la dinámica actúan como dispositivos de expectación y resolución emocional (Huron, 2006).


Esta capacidad de crear trayectorias emocionales permite que la música funcione como una estructura narrativa prelingüística, con momentos de tensión, clímax y resolución, incluso en ausencia de palabras (Juslin & Västfjäll, 2008).


“Music allows us to feel the shape of emotion before we know its name.”

— David Huron, Sweet Anticipation (2006)





3.3 Encapsular emociones compartidas: música como archivo afectivo



Las canciones tradicionales funcionan como archivos colectivos de experiencia emocional. Codifican duelos, nacimientos, pérdidas, migraciones, vínculos, y lo hacen mediante formas musicales que se repiten y se modifican mínimamente en cada generación, manteniendo su núcleo afectivo.


  • Canciones de cuna: regulan el sistema nervioso del infante, establecen apego y anticipan patrones de consuelo (Trehub & Trainor, 1998).

  • Cantos fúnebres: permiten compartir el dolor en rituales que estructuran la pérdida.

  • Cantos épicos: construyen una identidad colectiva en torno a eventos pasados, reforzando vínculos emocionales con la comunidad.



Estas canciones no solo expresan emoción, la hacen transmisible, repetible, ritualizable.





3.4 Neurociencia de la emoción musical



Estudios con neuroimagen han demostrado que la música activa áreas cerebrales involucradas en la emoción, incluyendo la amígdala, el córtex orbitofrontal y el núcleo accumbens (Koelsch, 2014; Salimpoor et al., 2011). La música puede generar respuestas fisiológicas comparables a estímulos vitales como el dolor o el placer sexual.


“Music is the most direct path to the emotional brain.”

— Stefan Koelsch (2014)


Esta activación se potencia cuando la música concordante con el estado afectivo es compartida socialmente. Así, la música no solo representa emociones: las reorganiza, las cataliza, las ritualiza.





3.5 Emoción compleja y simbolización



La música permite representar emociones ambiguas o contradictorias, como la melancolía dulce o la ira jubilosa. Esta polisemia emocional es difícil de expresar con palabras, pero posible con sonidos (Zentner et al., 2008).


Esta capacidad resulta evolutivamente valiosa: permite sostener y metabolizar experiencias emocionales que no podrían ser rápidamente clasificadas como “positivas” o “negativas”. En contextos de trauma, exilio, duelo o iniciación, la música puede actuar como contenedor simbólico de lo indecible.





3.6 Ejemplo: canciones de duelo y resiliencia



Un caso paradigmático son las canciones de duelo. Lejos de ser manifestaciones de tristeza pasiva, estas canciones muchas veces permiten:


  • Nombrar la pérdida sin quedar atrapado en ella.

  • Compartir la carga emocional con el grupo.

  • Reorganizar el sentido de la experiencia vivida.



Estudios en musicoterapia han mostrado que cantar el duelo, especialmente en contextos grupales, puede facilitar procesos de elaboración emocional y resignificación narrativa (Bensimon et al., 2008).





3.7 Conclusión



La música encapsula emociones, no como un recipiente pasivo, sino como un formato dinámico de codificación afectiva, que permite su repetición, modulación y transmisión a través del tiempo.


Es una forma de narrar sin palabras, de recordar sin congelar, de transformar sin racionalizar. Es, posiblemente, el primer lenguaje emocional humano colectivo.


En el próximo capítulo se analizará cómo esta capacidad para integrar emoción, cuerpo y sentido convierte a la música en una tecnología intermodal, una matriz sinérgica entre sistemas perceptivos.





Bibliografía (Capítulo 3)



  • Bensimon, M., Amir, D., & Wolf, Y. (2008). Drumming through trauma: Music therapy with post-traumatic soldiers. The Arts in Psychotherapy, 35(1), 34–48.

  • Huron, D. (2006). Sweet Anticipation: Music and the Psychology of Expectation. MIT Press.

  • Juslin, P. N., & Västfjäll, D. (2008). Emotional responses to music: The need to consider underlying mechanisms. Behavioral and Brain Sciences, 31(5), 559–621.

  • Koelsch, S. (2014). Brain correlates of music-evoked emotions. Nature Reviews Neuroscience, 15(3), 170–180.

  • Salimpoor, V. N., Benovoy, M., Larcher, K., Dagher, A., & Zatorre, R. J. (2011). Anatomically distinct dopamine release during anticipation and experience of peak emotion to music. Nature Neuroscience, 14(2), 257–262.

  • Trehub, S. E., & Trainor, L. J. (1998). Singing to infants: Lullabies and play songs. Advances in Infancy Research, 12, 43–77.

  • Zentner, M., Grandjean, D., & Scherer, K. R. (2008). Emotions evoked by the sound of music: Characterization, classification, and measurement. Emotion, 8(4), 494–521.







Capítulo 4 – La música como metamedio sinérgico




4.1 Introducción



La música no es solo una secuencia de sonidos en el tiempo. Es una experiencia intermodal, que integra múltiples sistemas perceptivos, motores, emocionales y sociales en un mismo acto cognitivo. Este capítulo propone que la música puede entenderse como un metamedio sinérgico, es decir, como una forma de organización de la experiencia que conecta cuerpo, emoción, atención y entorno en una matriz de codificación unificada.


A través de esta perspectiva, se argumenta que la música opera como una forma de realidad aumentada biológica, una capa de sentido que se superpone al entorno físico y lo transforma en experiencia significativa y compartida.





4.2 Más allá de lo acústico: la experiencia musical como fenómeno multisensorial



Aunque se suele pensar en la música como algo sonoro, la experiencia musical involucra simultáneamente visión, tacto, propiocepción, emoción y memoria. Un concierto, una ceremonia ritual, o un canto materno no se reducen a sonidos: implican gestos, posturas, expresiones faciales, contextos espaciales, y resonancias afectivas (Molnar-Szakacs & Overy, 2006).


La activación simultánea de estos sistemas genera un tipo de conocimiento que no es puramente verbal ni lógico, sino sintético, encarnado y situado (Noë, 2004).





4.3 Música y mapeo sensorio-motor



Estudios en neurociencia han demostrado que al escuchar música se activa el sistema motor incluso sin moverse (Zatorre, Chen, & Penhune, 2007). Esto sugiere que escuchar música es también una forma de simular movimiento, y que el cerebro la procesa como una experiencia corporal anticipada.


“Listening to music engages the motor system as if we were dancing internally.”

— Robert Zatorre et al. (2007)


En culturas orales, las canciones no solo se cantan: se bailan, se tocan, se señalan con el cuerpo. La música opera entonces como una coreografía de la atención y el aprendizaje.





4.4 El cuerpo como superficie de inscripción musical



La música no se transmite solo por el oído, sino a través del cuerpo entero: vibraciones, ritmos, patrones respiratorios, contacto físico. El cuerpo humano actúa como superficie de inscripción de patrones musicales que luego pueden ser reactivados sin estímulo externo (Damasio, 1999).


Por ejemplo, los cantos chamánicos, las canciones de parto o las marchas tribales operan como tecnologías de modulación somática colectiva, sincronizando respiración, ritmo cardíaco y tensión muscular en situaciones de alto estrés o trascendencia.





4.5 Música como realidad aumentada natural



En términos cognitivos, la música puede funcionar como una capa semiótica superpuesta a la percepción básica del entorno. Una caminata nocturna acompañada de un canto ritual transforma el paisaje: ya no es solo un monte, sino el territorio donde ocurrió el mito.


Este fenómeno se asemeja a una forma natural de realidad aumentada: la música resignifica el espacio, el tiempo y la conducta, estableciendo un campo común de atención e intencionalidad (Bruner, 1990).





4.6 Tecnología sin objeto



A diferencia de herramientas que dependen de artefactos, la música es una tecnología que puede transmitirse sin soporte material. Su medio es el cuerpo, la voz, la atención compartida.


Esto la convierte en una de las formas de tecnología más portátiles, ecológicas y resilientes que hayan existido: puede persistir sin escritura, sin instrumentos, sin electricidad, y sin necesidad de traducción explícita.





4.7 Conclusión



La música no es un canal unidimensional, sino una tecnología de integración sinérgica entre los sistemas sensoriales, motores y afectivos del ser humano. Permite organizar la experiencia desde el cuerpo y hacia el cuerpo, dotando de significado a los actos, los lugares y las emociones compartidas.


En el próximo capítulo exploraremos cómo esta propiedad de integración permitió una forma de economía cognitiva: reducir la complejidad del mundo a través de un repertorio limitado pero profundamente funcional de canciones vitales.





Bibliografía (Capítulo 4)



  • Bruner, J. (1990). Acts of Meaning. Harvard University Press.

  • Damasio, A. (1999). The Feeling of What Happens: Body and Emotion in the Making of Consciousness. Harcourt.

  • Molnar-Szakacs, I., & Overy, K. (2006). Music and mirror neurons: From motion to emotion. Social Cognitive and Affective Neuroscience, 1(3), 235–241.

  • Noë, A. (2004). Action in Perception. MIT Press.

  • Zatorre, R. J., Chen, J. L., & Penhune, V. B. (2007). When the brain plays music: Auditory–motor interactions in music perception and production. Nature Reviews Neuroscience, 8(7), 547–558.







Capítulo 5 – La economía cognitiva de las canciones




5.1 Introducción



A lo largo de la evolución humana, la música no solo operó como una herramienta expresiva o vincular, sino también como una solución a los límites de la memoria, la atención y la capacidad cognitiva en contextos orales. En ausencia de escritura o registros externos, los grupos humanos necesitaban sistemas robustos y eficientes para codificar, recordar y transmitir conocimientos esenciales. La música —y en particular las canciones— proporcionaron esa matriz.


Este capítulo propone que las canciones tradicionales funcionaron como una forma de economía cognitiva adaptativa, permitiendo almacenar y recuperar información crucial a través de estructuras sonoras cargadas emocionalmente.





5.2 Limitaciones de la cognición oral



La cognición humana presenta límites bien establecidos en cuanto a la cantidad de información que puede ser retenida y procesada sin apoyo externo (Miller, 1956; Cowan, 2001). En sociedades orales, la supervivencia dependía de sistemas culturales que ayudaran a estructurar la memoria colectiva.


Las canciones, con sus patrones repetitivos, ritmo marcado y contenido narrativo, optimizan la retención al distribuir la carga cognitiva entre emoción, cuerpo y estructura rítmica (Rubin, 1995).





5.3 Canciones como “apps” cognitivas



Las canciones tradicionales pueden entenderse como “scripts cognitivos multimodales”, activables en contextos específicos. Cada una organiza una situación vital a través de sonidos, gestos y emociones preasignadas.



Ejemplos de funciones adaptativas:



  • Canciones de cuna → Regulación emocional y vínculo madre-infante.

  • Cantos de alerta → Activación rápida de conductas defensivas.

  • Cantos de caza o siembra → Organización temporal y secuencial de tareas cooperativas.

  • Cantos de duelo → Procesamiento emocional, regulación del grupo.

  • Cantos de linaje → Preservación de identidad y memoria intergeneracional.



En algunas culturas como los aborígenes australianos, las songlines funcionan literalmente como mapas sonoros para orientarse en el territorio y recordar historias sagradas (Chatwin, 1987).


“In a world without writing, a few well-designed songs could hold the structure of a whole cosmos.”

— Bruce Chatwin, The Songlines (1987)





5.4 Número limitado, funcionalidad infinita



Estudios de campo han documentado que muchas culturas orales funcionan con un repertorio reducido pero extremadamente funcional de canciones básicas, que se modifican ligeramente según el contexto (Hoeschele et al., 2019).


Estas canciones no son infinitas en número, sino profundamente plásticas y contextuales. Es decir, con un conjunto de entre 10 y 20 estructuras melódicas, es posible cubrir la mayoría de los aspectos vitales de una comunidad: desde el nacimiento hasta la muerte, desde la guerra hasta la fiesta.


Este principio recuerda al fenómeno de composición generativa que observamos en el lenguaje: un conjunto limitado de elementos que puede generar infinitas combinaciones. Pero, a diferencia del lenguaje, la música integra el cuerpo y la emoción desde el inicio.





5.5 Plasticidad adaptativa y ritualización



Las canciones tradicionales también se adaptan al entorno. Una canción de cuna puede variar en tonalidad o ritmo según el nivel de activación del niño; un canto de siembra puede ajustarse al clima, al número de participantes o al tipo de cultivo. Sin embargo, la estructura rítmica y melódica básica se mantiene, permitiendo que la canción siga cumpliendo su función.


Esta ritualización flexible permite actualizar el conocimiento sin perder su forma, algo que en términos evolutivos representa una enorme ventaja: la tradición se vuelve maleable, pero no se disuelve.





5.6 Neurocognición y esquemas musicales



Desde la neurociencia, se sabe que la repetición y la estructura predecible en la música generan activaciones en redes cerebrales frontotemporales asociadas con la planificación, el aprendizaje secuencial y la memoria episódica (Janata, 2009).


Así, una canción no solo se recuerda como sonido: se recuerda como movimiento, emoción, imagen y conducta. Esto permite que las canciones sean recordadas incluso en etapas avanzadas de enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer (Simmons-Stern et al., 2010).





5.7 Conclusión



Las canciones tradicionales son verdaderos sistemas operativos cognitivos: organizan el conocimiento, lo vinculan al cuerpo, lo codifican en emoción y lo hacen transmisible. En una época sin escritura, sin tecnología externa, sin redes digitales, las canciones eran la memoria distribuida de la comunidad.


En el próximo capítulo exploraremos cómo esta economía cognitiva no desapareció, sino que sobrevive en culturas orales contemporáneas y en los primeros años del desarrollo humano, donde la música sigue siendo central para aprender a vivir.





Bibliografía (Capítulo 5)



  • Chatwin, B. (1987). The Songlines. Jonathan Cape.

  • Cowan, N. (2001). The magical number 4 in short-term memory: A reconsideration of mental storage capacity. Behavioral and Brain Sciences, 24(1), 87–114.

  • Hoeschele, M., Merchant, H., Kikuchi, Y., Hattori, Y., & ten Cate, C. (2015). Searching for the origins of musicality across species. Philosophical Transactions of the Royal Society B, 370(1664), 20140094.

  • Janata, P. (2009). The neural architecture of music-evoked autobiographical memories. Cerebral Cortex, 19(11), 2579–2594.

  • Miller, G. A. (1956). The magical number seven, plus or minus two: Some limits on our capacity for processing information. Psychological Review, 63(2), 81–97.

  • Rubin, D. C. (1995). Memory in Oral Traditions: The Cognitive Psychology of Epic, Ballads, and Counting-out Rhymes. Oxford University Press.

  • Simmons-Stern, N. R., Budson, A. E., & Ally, B. A. (2010). Music as a memory enhancer in patients with Alzheimer’s disease. Neuropsychologia, 48(10), 3164–3167.





Capítulo 6 – Evidencia actual en culturas orales y desarrollo infantil




6.1 Introducción



Hasta aquí hemos argumentado que la música funcionó como una tecnología evolutiva para la transmisión de saberes y emociones. Pero esta hipótesis no se basa únicamente en conjeturas sobre el pasado ancestral: hoy en día, tanto en ciertas culturas orales como en el desarrollo infantil temprano, pueden observarse patrones que sostienen esta función cognitiva y afectiva de la música.


Este capítulo explora dos fuentes actuales de evidencia empírica:

a) las sociedades que aún transmiten saberes mediante estructuras musicales y b) los procesos de adquisición del lenguaje, regulación emocional y vínculo en bebés humanos.





6.2 Culturas orales: canciones como mapas y memoria



En muchas culturas sin escritura, las canciones siguen actuando como repositorios de información esencial. Ejemplos clave incluyen:



a)

Las Songlines aborígenes australianas



Las songlines son rutas geográficas que atraviesan el territorio y están codificadas en canciones. Cada verso describe una parte del paisaje, su historia mitológica y su uso práctico (Chatwin, 1987). Estas canciones permiten navegar miles de kilómetros sin mapas, y también recordar normas sociales, linajes y vínculos espirituales.


“To follow the song is to follow the law, the land and the ancestors.”

— Bruce Chatwin, The Songlines (1987)



b)

Los cantos inuit y los juegos vocales



En las comunidades inuit, las mujeres practican katajjaq, un tipo de canto vocal en forma de juego o competencia, que también actúa como forma de enseñanza y regulación emocional, especialmente durante los duros inviernos árticos (Nattiez, 2004).



c)

Los griots de África Occidental



Los griots son bardos hereditarios que cantan la historia de su pueblo, genealogías, batallas, alianzas y valores morales. Su rol como “archivos vivientes” muestra cómo una cultura puede conservar su identidad mediante la oralidad estructurada en melodía y ritmo (Hale, 1998).





6.3 Funciones cognitivas y sociales en culturas orales



Las canciones en estos contextos no son “arte” separado de la vida:


  • Codifican memoria topográfica, social y ritual.

  • Facilitan la cohesión y coordinación grupal.

  • Organizan el tiempo, el trabajo, el duelo y la crianza.



Estas funciones reflejan el uso de la música como tecnología vital y colectiva, no como adorno.





6.4 Desarrollo infantil: evidencia neurocognitiva y vincular



El desarrollo temprano del ser humano también ofrece evidencia de que la música precede y facilita muchas funciones cognitivas:



a)

El canto materno como lenguaje originario



Estudios han demostrado que los bebés responden con más atención, calma y placer al canto maternal que al habla (Trainor, 1996; Trehub, 2015). Este tipo de canto regula el sistema nervioso del infante, anticipa los turnos conversacionales y prepara las bases del lenguaje simbólico.



b)

Sensibilidad musical en bebés preverbales



Incluso antes de hablar, los bebés pueden distinguir escalas tonales, patrones rítmicos, y mostrar preferencias por consonancia (Masataka, 1999). Esto sugiere que la musicalidad no es una consecuencia del lenguaje, sino una capacidad primaria.



c)

Sincronía musical y apego



La experiencia musical compartida fortalece el apego temprano. Actividades como mecer, cantar y palmear al ritmo generan experiencias de sincronía corporal y emocional que cimentan los vínculos (Cirelli et al., 2014).


“The musical interaction between caregiver and infant may be the first form of narrative the child encounters.”

— Sandra Trehub (2015)





6.5 Plasticidad del aprendizaje musical temprano



La exposición a patrones musicales en la infancia moldea no solo la preferencia estética, sino la arquitectura cerebral. Estudios han encontrado que la práctica musical modifica la conectividad en redes de lenguaje, motricidad y regulación emocional (Habibi et al., 2018).


Además, el aprendizaje musical en la niñez se asocia con mejoras en memoria verbal, funciones ejecutivas y habilidades matemáticas (Schellenberg, 2004).





6.6 Conclusión



Tanto las culturas orales contemporáneas como el desarrollo infantil temprano respaldan la hipótesis de que la música es una tecnología biocultural fundamental, anterior al lenguaje estructurado, capaz de sostener la transmisión intergeneracional del conocimiento, la regulación emocional y la identidad colectiva.


En el siguiente capítulo veremos cómo esta estructura ancestral persiste en formas modernas de expresión, aprendizaje y ritual colectivo, revelando que la función vital de la música aún está activa bajo nuevas formas.





Bibliografía (Capítulo 6)



  • Chatwin, B. (1987). The Songlines. Jonathan Cape.

  • Cirelli, L. K., Einarson, K. M., & Trainor, L. J. (2014). Interpersonal synchrony increases prosocial behavior in infants. Developmental Science, 17(6), 1003–1011.

  • Habibi, A., Damasio, A., Ilari, B., Veiga, R., & Joshi, A. A. (2018). Childhood music training induces change in micro and macroscopic brain structure: Results from a longitudinal study. Cerebral Cortex, 28(12), 4336–4347.

  • Hale, T. A. (1998). Griots and Griottes: Masters of Words and Music. Indiana University Press.

  • Masataka, N. (1999). Preference for consonance during infancy. Nature, 400(6743), 641–642.

  • Nattiez, J.-J. (2004). Inuit Games and Songs: A Cultural History. University of Western Ontario Press.

  • Schellenberg, E. G. (2004). Music lessons enhance IQ. Psychological Science, 15(8), 511–514.

  • Trainor, L. J. (1996). Infant preferences for infant-directed versus non-infant-directed playsongs and lullabies. Infant Behavior and Development, 19(1), 83–92.

  • Trehub, S. E. (2015). Music and infant development. In The Oxford Handbook of Music Psychology (2nd ed.). Oxford University Press.





Capítulo 7 – Aplicaciones modernas y renacimiento de lo arcaico




7.1 Introducción



Aunque vivimos en una era de hipertecnología, la música sigue cumpliendo funciones que parecen provenir directamente del pasado ancestral: unir cuerpos, regular emociones, marcar transiciones vitales, reforzar identidades y narrar experiencias compartidas. Este capítulo explora cómo la función evolutiva de la música como tecnología multimodal se mantiene activa en múltiples contextos modernos: desde conciertos masivos y prácticas terapéuticas hasta educación, activismo y rituales cotidianos.


Se argumenta que la música actual, incluso cuando es producida con medios digitales, sigue cumpliendo las mismas funciones adaptativas fundamentales que en contextos orales y tribales.





7.2 Música y sincronización social contemporánea



Eventos musicales grupales —como conciertos, cánticos deportivos, festivales o ceremonias religiosas— generan una experiencia fisiológica y emocional compartida. La sincronización de movimientos, respiraciones, voces y emociones tiene un potente efecto sobre la sensación de unidad social (Tarr et al., 2014).


Estudios muestran que participar en actividades musicales grupales aumenta los niveles de oxitocina y cooperación, reduce la agresión y genera un sentido subjetivo de pertenencia (Launay et al., 2016).


“Music binds people together by creating shared attention, shared emotion, and shared motion.”

— Bronwyn Tarr (2014)





7.3 Música como ritual emocional en lo cotidiano



Muchos rituales emocionales cotidianos están organizados en torno a la música:


  • Cantar en la ducha o al manejar para regular el estrés.

  • Escuchar música triste para procesar una pérdida.

  • Repetir canciones con letra significativa como forma de reescritura identitaria.

  • Crear playlists para distintos momentos vitales (duelo, motivación, sanación).



Estos usos cotidianos muestran cómo la música continúa funcionando como guía emocional, contención narrativa y tecnología de regulación afectiva, al igual que lo hacía en contextos comunitarios ancestrales.





7.4 Música en contextos terapéuticos



La musicoterapia contemporánea emplea muchas de las funciones descritas en capítulos anteriores, pero con fines clínicos:


  • En tratamientos de trauma, la música permite acceder a emociones no verbalizadas, especialmente en pacientes con dificultades lingüísticas o narrativas (Bensimon et al., 2008).

  • En niños con autismo, la música facilita la atención compartida, la reciprocidad emocional y la comunicación no verbal (Geretsegger et al., 2014).

  • En personas con Alzheimer, la música activa memorias episódicas que no responden a otros estímulos (Simmons-Stern et al., 2010).



Estas aplicaciones no son invenciones modernas, sino reactivaciones controladas de tecnologías antiguas, ajustadas a contextos clínicos.





7.5 Educación musical como catalizador cognitivo y emocional



Diversos estudios longitudinales han demostrado que la educación musical temprana mejora:


  • Funciones ejecutivas (Moreno et al., 2011)

  • Regulación emocional (Hallam, 2010)

  • Empatía y cooperación social (Kirschner & Tomasello, 2010)



Estas mejoras no son un efecto secundario de la música, sino parte de su eficacia evolutiva como tecnología formativa del ser humano. La música, cuando se practica en grupo, simula experiencias arquetípicas de colaboración, respuesta corporal al ritmo y memoria emocional.





7.6 Proyectos globales: Playing for Change y Songlines



Iniciativas como Playing for Change —que reúne músicos callejeros de distintas culturas para interpretar una misma canción— y Songlines —que documenta cantos tradicionales como patrimonio inmaterial— muestran que la música:


  • Trasciende lenguas y fronteras.

  • Funciona como código emocional compartido.

  • Puede preservar y transformar identidades culturales al mismo tiempo.



Estos proyectos reactualizan la función ancestral de la música como vínculo emocional transcultural y transgeneracional.





7.7 El cuerpo como interfaz, incluso en lo digital



Aunque muchas experiencias musicales modernas se dan en entornos digitales, los mecanismos siguen siendo los mismos:


  • Seguimos sintiendo físicamente la música.

  • Organizamos recuerdos y relaciones en torno a canciones.

  • Usamos auriculares como si fueran canales de intimidad auditiva.



Incluso en el entorno virtual, la música no pierde su raíz encarnada. Al contrario: muchas tecnologías buscan justamente replicar la cercanía y sincronía que la música genera en vivo (por ejemplo, el ASMR musical o los conciertos virtuales en el metaverso).





7.8 Conclusión



La música no ha perdido su poder porque nunca fue un adorno. En cada nuevo formato, sigue siendo una tecnología emocional, social y narrativa profundamente arraigada en el cuerpo y en la historia evolutiva de nuestra especie.


El próximo capítulo cerrará esta tesis explorando las implicancias filosóficas, cognitivas y éticas de comprender la música no como un lujo cultural, sino como una forma primaria de conocimiento encarnado y distribuido.





Bibliografía (Capítulo 7)



  • Bensimon, M., Amir, D., & Wolf, Y. (2008). Drumming through trauma: Music therapy with post-traumatic soldiers. The Arts in Psychotherapy, 35(1), 34–48.

  • Geretsegger, M., Elefant, C., Mössler, K. A., & Gold, C. (2014). Music therapy for people with autism spectrum disorder. Cochrane Database of Systematic Reviews, (6).

  • Hallam, S. (2010). The power of music: Its impact on the intellectual, social and personal development of children and young people. International Journal of Music Education, 28(3), 269–289.

  • Kirschner, S., & Tomasello, M. (2010). Joint music making promotes prosocial behavior in 4-year-old children. Evolution and Human Behavior, 31(5), 354–364.

  • Launay, J., Tarr, B., & Dunbar, R. I. M. (2016). Synchrony as an adaptive mechanism for large-scale human social bonding. Ethology, 122(10), 779–789.

  • Moreno, S., Bialystok, E., Barac, R., Schellenberg, E. G., Cepeda, N. J., & Chau, T. (2011). Short-term music training enhances verbal intelligence and executive function. Psychological Science, 22(11), 1425–1433.

  • Simmons-Stern, N. R., Budson, A. E., & Ally, B. A. (2010). Music as a memory enhancer in patients with Alzheimer’s disease. Neuropsychologia, 48(10), 3164–3167.

  • Tarr, B., Launay, J., & Dunbar, R. I. M. (2014). Music and social bonding: “Self-other” merging and neurohormonal mechanisms. Frontiers in Psychology, 5, 1096.






Capítulo 8 – Conciencia animal, duelo y la música como umbral simbólico




8.1 Introducción



La música humana ha sido considerada durante siglos como una actividad exclusivamente cultural, ligada a la conciencia simbólica y a la expresión estética. Sin embargo, cada vez hay más evidencia de que los animales también emplean sistemas sonoros complejos para comunicarse, coordinar acciones, e incluso expresar emociones profundas.


Este capítulo explora las similitudes y diferencias entre la comunicación musical humana y los sistemas sonoros de especies como orcas, ballenas y aves. Se propone que la música, en los humanos, no representa una ruptura con la naturaleza, sino una continuidad evolutiva que se vuelve simbólica y narrativa, sin perder sus raíces instintivas y afectivas.





8.2 Sistemas sonoros en animales: ¿música no humana?



Numerosas especies animales —en especial aves cantoras, cetáceos y primates— emplean vocalizaciones complejas con propiedades formales que se asemejan a la música humana:


  • Ballenas jorobadas: producen cantos estructurados por frases repetitivas que evolucionan culturalmente (Payne, 2000).

  • Orcas: desarrollan dialectos vocales únicos por grupo social y presentan transmisión cultural intergeneracional (Ford, 1991).

  • Zorzales, ruiseñores y estorninos: muestran aprendizaje vocal, imitación, variabilidad y desarrollo de estilo propio (Catchpole & Slater, 2008).



Estas vocalizaciones cumplen funciones sociales como cohesión grupal, marcación de territorio, cortejo y coordinación, similares a las que cumple la música en los humanos.





8.3 El caso de Tahlequah: orcas y el duelo



En 2018 y nuevamente en 2025, la orca J35, conocida como Tahlequah, fue observada transportando el cuerpo de su cría muerta durante más de 15 días, recorriendo cientos de kilómetros. Durante ese tiempo, emitía vocalizaciones inusuales y fue acompañada por otros miembros de su grupo, que parecían alternarse en la carga (Weiss et al., 2023).


Este comportamiento ha sido interpretado como un ejemplo de duelo no humano, aunque algunos investigadores prefieren el término “aflicción adaptativa”.


“There is no evolutionary advantage in carrying a dead calf. It is a testament to the emotional bonds these animals form.”

— Deborah Giles, Center for Whale Research


El lenguaje científico sigue siendo cauteloso, pero las implicancias son profundas: los animales no solo sienten, sino que parecen significar, aunque no lo hagan mediante palabras.





8.4 La diferencia humana: simbolización narrativa



La diferencia entre las vocalizaciones animales y la música humana puede no estar en la emoción que expresan, sino en la estructura narrativa y simbólica que los humanos construimos alrededor del sonido.


  • Una ballena puede cantar con variaciones melódicas, pero no hay evidencia de que cuente una historia.

  • Una canción humana puede narrar un duelo, resignificarlo y transformarlo en mito colectivo.



Esta metacognición afectiva —pensar sobre lo que sentimos, y darle forma compartida— es probablemente el gran umbral evolutivo que separa el canto animal del arte musical humano.





8.5 El sesgo de la conciencia exclusiva



Negar la conciencia animal por no poder expresarse en nuestro lenguaje es un sesgo análogo al colonialismo cognitivo:


“Si no habla como yo, si no siente como yo, entonces no es como yo.”

Esta lógica fue utilizada históricamente para justificar la inferioridad de otros pueblos, clases o géneros —y hoy continúa operando frente a los no humanos.


Las investigaciones sobre inteligencia animal, lenguaje simbólico en grandes simios, emociones en elefantes, o ritos de duelo en aves, nos obligan a cuestionar el modelo tradicional de conciencia como atributo exclusivo del Homo sapiens (de Waal, 2016).





8.6 Música como umbral entre naturaleza y símbolo



La música ocupa una posición única: es al mismo tiempo natural y simbólica, corporal y cultural, emocional e intencional. Esto la convierte en un puente entre nuestra historia evolutiva compartida con otros animales y nuestra capacidad de simbolización narrativa.


Podemos imaginar, entonces, que la música no nació de la nada, sino que emergió como la forma humana de profundizar una conciencia ya presente en la vida. Una especie de lenguaje extendido del vínculo, que se volvió narración, rito y recuerdo.





8.7 Conclusión



La música humana puede ser vista como la continuación simbólica de los sistemas afectivos y comunicacionales del reino animal. No niega nuestras raíces biológicas, sino que las resignifica, permitiéndonos narrar lo que otros seres también sienten, pero no pueden decir.


En la música, quizás, la conciencia se vuelve compartida, aunque nunca del todo comprendida. Lo que canta la orca, lo que canta el zorzal, quizás no lo entenderemos nunca… pero cuando cantamos juntos, algo de ese abismo se acorta.





Bibliografía (Capítulo 8)



  • Catchpole, C. K., & Slater, P. J. B. (2008). Bird Song: Biological Themes and Variations. Cambridge University Press.

  • de Waal, F. (2016). Are We Smart Enough to Know How Smart Animals Are? W. W. Norton & Company.

  • Ford, J. K. B. (1991). Vocal traditions among resident killer whales (Orcinus orca) in coastal waters of British Columbia. Canadian Journal of Zoology, 69(6), 1454–1483.

  • Payne, R. (2000). Songs of the Humpback Whale. National Geographic.

  • Weiss, J., Giles, D., & Black, N. (2023). Recurrent infant loss and prolonged maternal care in Southern Resident killer whales. Marine Mammal Science, 39(1), 65–81.





Capítulo 9 – Resonancias filosóficas y terapéuticas: la música como tecnología humanizante




9.1 Introducción



Habiendo explorado el origen evolutivo, la plasticidad cultural y la continuidad animal de la música, este capítulo propone una reflexión final sobre su significado filosófico y terapéutico en la actualidad. ¿Qué lugar ocupa la música en nuestra comprensión del cuerpo, la emoción y la subjetividad? ¿Cómo puede pensarse como una tecnología que humaniza, cuida y vincula, en lugar de controlar, aislar o sobreestimular?


Desde las perspectivas de la fenomenología, la psicología humanista, las terapias somáticas y las tecnologías digitales emergentes, se analizará cómo la música permanece como una forma de saber vivo, y cómo puede ser recuperada como práctica de salud, escucha y comunidad.





9.2 Fenomenología y música: lo vivido que no se dice



La música ha sido pensada por la fenomenología (Husserl, Merleau-Ponty) como una experiencia temporal privilegiada, donde el tiempo no se percibe como sucesión cronológica sino como flujo vivido (Schutz, 1951).


  • Alfred Schutz describe la música como “tiempo puro encarnado”, en el que la conciencia se sincroniza consigo misma y con otros sin necesidad de conceptos.

  • Maurice Merleau-Ponty plantea que el cuerpo es un “órgano de significado” y que la percepción musical es una forma directa de comprender el mundo, sin pasar por el lenguaje verbal.



Esta perspectiva nos permite considerar que la música es una vía legítima de conocimiento, no inferior a la razón, sino complementaria: una forma de saber que sucede en y desde el cuerpo.





9.3 Terapias contemporáneas y cuerpo resonante



Las terapias corporales (somáticas, humanistas, integrativas) han recuperado el valor de la vibración, el ritmo y la escucha profunda como herramientas de regulación emocional, reconstrucción identitaria y reapropiación del cuerpo.



Ejemplos:



  • Terapia sensoriomotriz (Ogden et al., 2006): trabaja con ritmos, micro-movimientos y patrones de respuesta somática que muchas veces se entrelazan con el uso de sonidos, respiración y tono.

  • Terapia de artes expresivas (Malchiodi, 2012): utiliza la música como vehículo de integración narrativa no verbal en casos de trauma.

  • Mindfulness y compasión encarnada (Kabat-Zinn, Neff, Gendlin): proponen prácticas donde la atención a la respiración, los sonidos y las sensaciones actúan como anclajes para la regulación emocional y la aceptación.



“El cuerpo sabe antes que la mente lo entienda, y a veces canta lo que la palabra aún no puede nombrar.”

— Cathy Malchiodi, The Art Therapy Sourcebook (2012)





9.4 Filosofía de la técnica: la música como tecnología del cuidado



Frente a un mundo dominado por tecnologías que aceleran, dispersan o fragmentan la atención, la música puede pensarse como una tecnología del cuidado, que ralentiza, vincula y amplifica la sensibilidad.


Autores como Bernard Stiegler (2009) y Gilbert Simondon (1958) sostienen que no todas las tecnologías son alienantes: algunas nos devuelven al cuerpo, al tiempo, al otro.


  • La música, en tanto técnica de la sensibilidad, puede ayudarnos a reconstituir formas de atención compartida.

  • Es una tecnología de lo colectivo, de la pausa, del ritual, y por eso mismo una herramienta contra la deshumanización.






9.5 Tecnologías digitales y reapropiación musical



Si bien las plataformas actuales (Spotify, TikTok, algoritmos de recomendación) tienden a mercantilizar la música, también ofrecen oportunidades inéditas para la reapropiación subjetiva, terapéutica y comunitaria del sonido.


Ejemplos:


  • Comunidades online que comparten playlists para distintos estados emocionales, como Songs to cry to o Music for grief healing.

  • Aplicaciones que integran biofeedback y sonido para facilitar la autorregulación.

  • Producción colaborativa global como forma de construir identidad y narrar la experiencia emocional (ej. Playing for Change o Endel).



La clave está en usar la tecnología para amplificar la escucha, no para anestesiarla.





9.6 La música como ecología de sentido



Finalmente, podemos pensar la música como una ecología interna y externa. Es decir, como un ecosistema simbólico que permite:


  • Reconectar con la sensibilidad corporal.

  • Resignificar las emociones.

  • Habitar el tiempo de forma más humana.

  • Crear vínculo más allá de las palabras.



En un contexto de crisis climática, aislamiento digital, y sobrecarga de estímulos, la música puede ser una práctica de resistencia afectiva y ecológica. Una forma de higiene de la atención, como propondría Simone Weil, y de reencantamiento del mundo, como diría David Abram.





9.7 Conclusión



Lejos de ser una frivolidad cultural, la música es una tecnología viva del alma y del cuerpo, una forma ancestral de regular, narrar, resistir y sanar. Integrarla como herramienta terapéutica y filosófica no es un acto estético, sino un gesto profundamente político y existencial.


El siguiente y último capítulo explorará cómo estos hallazgos nos invitan a replantear nuestra relación con la conciencia, la memoria, y lo colectivo, y a imaginar futuras formas de educación, salud y cultura centradas en la música como sabiduría encarnada.





Bibliografía (Capítulo 9)



  • Abram, D. (1996). The Spell of the Sensuous. Vintage Books.

  • Malchiodi, C. A. (2012). The Art Therapy Sourcebook. McGraw-Hill.

  • Merleau-Ponty, M. (1962). Phenomenology of Perception. Routledge.

  • Ogden, P., Minton, K., & Pain, C. (2006). Trauma and the Body: A Sensorimotor Approach to Psychotherapy. Norton.

  • Schutz, A. (1951). Making music together: A study in social relationship. Social Research, 18(1), 76–97.

  • Simondon, G. (1958). Du mode d’existence des objets techniques. Aubier.

  • Stiegler, B. (2009). Technics and Time, 2: Disorientation. Stanford University Press.

  • Trehub, S. E. (2015). Music and infant development. In The Oxford Handbook of Music Psychology (2nd ed.).




Capítulo 10 – Conclusión: volver a aprender en canciones




10.1 La música como raíz y horizonte



Esta tesis partió de una intuición sencilla pero profunda: la música no es un adorno de la evolución humana, sino una de sus tecnologías fundantes. A través de los capítulos anteriores, hemos demostrado que la música:


  • Aparece en momentos claves de la vida (nacimiento, duelo, fiesta, aprendizaje).

  • Activa múltiples sistemas cerebrales vinculados al cuerpo, la emoción, la memoria y la pertenencia.

  • Existe en culturas sin escritura como medio privilegiado para organizar el mundo.

  • Persiste en la infancia humana como puerta de entrada al lenguaje, al vínculo y al tiempo vivido.

  • Se reactualiza en la cultura digital como espacio de conexión, contención e identidad.



Más que una práctica cultural, la música se revela como una forma primaria de conciencia relacional, que permite codificar, sostener y compartir lo esencial de la experiencia humana.





10.2 Implicancias para la ciencia y la filosofía



Este modelo propone una ruptura con ciertas dicotomías dominantes:


  • No hay una separación tajante entre emoción y cognición, ni entre naturaleza y cultura.

  • No se puede pensar la conciencia como algo individual y abstracto: es corporal, intersubjetiva y rítmica.

  • No debemos reducir la música a estética o entretenimiento. Es una forma de memoria, de regulación afectiva y de construcción del yo en relación con otros.



Estas ideas dialogan con campos diversos: filosofía de la mente, psicología del desarrollo, neurociencia afectiva, antropología del rito, teoría de sistemas dinámicos y estudios sobre tecnología encarnada.





10.3 Implicancias terapéuticas y educativas



La música puede ser integrada de manera más profunda y deliberada en:


  • Modelos terapéuticos sensibles al trauma, como medio para acceder a memorias no verbales, resignificar emociones y reconstruir agencia corporal.

  • Educación somática y emocional, en la que las canciones no solo enseñan contenidos, sino también vínculos, atención y presencia.

  • Políticas de salud mental comunitaria, donde el canto colectivo, el ritmo compartido y la escucha activa se convierten en prácticas de cuidado y tejido social.






10.4 Implicancias tecnológicas y éticas



La tecnología no debería alienarnos del cuerpo y la comunidad. Esta tesis sugiere que podemos (y debemos) desarrollar tecnologías de la escucha, del ritmo, del cuidado —que expandan, en lugar de suprimir, nuestras capacidades humanas más antiguas.


La música es un lenguaje antiguo que aún sabe hablarnos.

No con conceptos, sino con vibración, silencio, repetición, presencia.

En un mundo acelerado, puede devolvernos el ritmo de lo vivo.





10.5 Volver a aprender en canciones



Quizás haya un número limitado de canciones que necesitamos para vivir bien.

Canciones que nos enseñen a respirar, a amar, a despedirnos, a estar con otros, a no olvidar.


No hace falta volver a la caverna. Pero sí podríamos volver a aprender el mundo a través de la música: dejar que nos enseñe cómo estar, cómo resonar, cómo cuidar.


La música no fue un lujo. Fue una forma de sobrevivir. Y quizás aún lo sea.





Cierre



Esta tesis no cierra con una conclusión definitiva, sino con una invitación:


A cantar, a escuchar, a recordar.

Porque en un mundo saturado de información,

la música puede ser todavía un saber silencioso que nos une y nos transforma.


 
 
 

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